Desde Venezuela
¿CUÁNDO CAMBIARÁN LOS “CARAQUEÑOS”?
ELIGIO DAMAS
Los “caraqueños”, por lo menos los viejos, por allá por la década del sesenta, llamaban al resto del país la “provincia”. No se referían a las provincias, pues eran varias, que componían la Venezuela de antes que en 1777 se crease la Capitanía General de Venezuela, sino a una sola, a todo el territorio que no fuese Caracas. También usaban peyorativamente la palabra “el interior”.
A Cualquier “caraqueño” bastaba con decir “fulano vive en la provincia”.
El “interior” o “provincia” era algo tan insignificante que cabía en una sola palabra y como “el patio trasero”.
Venezuela pues estaba formada por dos partes, Caracas, la capital y el “interior” o “provincia”. No eran iguales, porque según el criterio de quienes en la capital vivían “Caracas es Caracas y lo demás es monte y culebra”.
Hasta los “provincianos”, quienes por algún camino llegábamos a recalar en Caracas, solíamos regocijarnos diciéndonos “JPC”, o “Jodío Pero en Caracas”; a ella, la que antes fue la “Sultana del Ávila”, le llamábamos “la sucursal del cielo”.
Un marxista alemán habló que en el capitalismo, comunidades o sociedades, se comportaban como en el sistema planetario, unas eran astros y otras satélites. Así, como los imperialistas, colonialistas, conciben al mundo, razonaron los “caraqueños” de mi época. Pero ese gentilicio incluía e incluye a “provincianos” que a la capital llegaban, llegan y allá se quedan.
Si uno de estos “provincianos” conseguía una buena “chamba”, se volvía “cuña del mismo palo”; se ponía en sintonía con el caraqueñismo o centralismo; era una vaina de subsistencia. A lo Beltrol Brech, “lo primero es el comer”.
Eso era reforzado por la tendencia del Estado dependiente a invertir abrumadoramente el ingreso nacional en Caracas, poco en los alrededores y casi nada en la “provincia” o “interior” lejano. Es decir, los reales se gastaban o invertían en lo que algunos llamaron enclaves capitalistas. Esa práctica ampliaba la brecha entre Caracas y la “provincia”.
La discriminación por la provincia y el provinciano aumentaba. Por todo eso en política, toda la vida, en Venezuela, un coñito, venido de Caracas, por la gracia de Dios, sin papeles, historia o sin reconocimientos, le admitimos como un líder, dirigente nacional y hasta un “enviado”. Y él reclama ese derecho. Caracas nos pone diputados en todos los partidos y cuanto funcionario sea posible. Es poco común que a algún provinciano le lleven a Caracas de Ministro.
Los ejemplos son tantos que pasan por periodismo, docencia, deporte y paremos de contar. La supremacía capitalina, como concepto y norma para actuar, fue algo atosigante.
Una vez, Hely Montes, el excelente entrenador boxístico sucrense, ganó más del setenta por ciento de las plazas en una delegación nacional a unos juegos internacionales y a él, no le llevaron ni para que cargase el tobo. Los caraqueños le excluyeron; se metieron ellos.
Estas reflexiones vienen a cuento porque mientras en Margarita se preparan para la celebración de la “Cumbre de América del Sur-Africa”, los actos culturales representativos de esos pueblos se hacen en Caracas.
El gesto es como lo de “Jalisco nunca pierde y si pierde arrebata”.
Uno sabe bien que hoy Margarita está congestionada y agregarle estos actos agravaría las cosas. Pero los provincianos del resto de oriente bien podrían ser anfitriones de ese sector de los visitantes. ¡Y hay que ver lo bueno que somos los interioranos orientales en eso! A “caraqueños” llevamos una morena.
Si se piensa que Caracas es mejor plataforma, como creyó Bolívar en su obsesionada estrategia militar centralista que nunca le dio resultado, hasta percatarse de lo inexpugnable de Guayana, gracias al empeño de Piar, recordamos que la tecnología ha cambiado muchas cosas. Pero lo rutinario y el desconocimiento que el país se ha igualado, se sobreponen.
viernes, septiembre 25, 2009
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