George Orwell
Juan Manuel Vera
Artículo publicado en Iniciativa Socialista nº 59, año 2000-2001
Eric Blair, más conocido por su seudónimo literario de George Orwell, murió el 22 de enero de 1950, a los 46 años de edad, víctima de una tuberculosis crónica. Era conocido como el autor de tres obras impactantes y muy controvertidas en su momento. En 1937 había escrito Homenaje a Cataluña, un elocuente testimonio sobre la revolución española y un alegato en defensa del POUM sometido a la represión republicana y a las calumnias y crímenes estalinistas. Su obra más famosa, publicada en 1946 fue Animal Farm (en España, Rebelión en la granja), una brillante y sutil fábula sobre la degeneración y el destino de la revolución rusa. La última obra que escribió Orwell, cuando estaba ya muy enfermo, 1984, supuso un virulento alegato contra el totalitarismo y una obra fundamental de la literatura disutópica.
En el año 2000, al cumplirse el cincuenta aniversario de la muerte de Orwell se han repetido muchos de los lugares comunes sobre el escritor, del mismo modo que en el año 1984 la novela 1984 fue objeto de una operación de trivialización, transformándola en un pueril ejercicio de futurismo, algo que jamás pretendió su autor. Como ejemplo del tratamiento que ha merecido Orwell en su aniversario podemos mencionar, además de alguna consabida acusación de ser un "escritor de la guerra fría", la nueva versión cinematográfica de Animal Farm (dirigida por John Stepherson) donde se consigue, en un final impostor, transformar el sentido de la obra, modificando el mensaje radical y rebelde querido por su autor, Tras la caída del dominio de los cerdos llegan a la granja unos nuevos amos clintonianos y comprensivos que representan en la película "el fin de la historia".
Pasado el aniversario de su muerte, me gustaría llamar la atención sobre la necesidad de volver a la lectura de la obra de uno de los autores imprescindibles del siglo veinte. La escritura de Orwell, completamente teñida de la perspectiva de su tiempo, adquiere actualmente, después del desmoronamiento del imperio soviético y de la "pulverización del marxismo leninismo", la posibilidad de una lectura enriquecedora. Como ha señalado Richard Rorty "Orwell alcanzó el éxito porque escribió los libros debidos exactamente en el momento debido". Ahora, con perspectiva, podemos afirmar que además de haber dicho las cosas que había que decir en el momento en que había que decirlas, dijo cosas que siguen teniendo ahora sentido, incluso nuevos sentidos.
Aunque Homenaje a Cataluña, Animal farm y 1984 son tres obras maestras, no deberíamos reducir a su autor a esos libros. Orwell fue, también, un excelente ensayista, probablemente uno de los mejores de su generación, como puso de manifiesto la publicación en 1968 de los cuatro tomos de The CollectedEssays, y el autor de varios novelas interesantes que reflejaban su mirada crítica de la sociedad (La marca, La hija del reverendo, ¡Venciste Rosemary! y Subir a por aire) y de varios testimonios novelados bastante notables (Sin blanca en París y en Londres y El camino de Wigan Pier). Desgraciadamente en España sólo resultan de fácil acceso actualmente sus tres obras más famosas, pues el resto de las ediciones de sus libros se encuentran agotadas y sus ensayos y cartas aún no han sido objeto de una publicación completa en castellano, aunque en la selección A mi manera, de Editorial Destino, también agotada desde hace años, se incluyen algunos de sus textos breves más importantes, entre ellos relatos tan magistrales como "El ahorcado", "Matar a un elefante" o "Cómo mueren los pobres", referencias autobiográficas como "Por qué escribo" o "Así fueron aquellas alegrías" y ensayos políticos tan reveladores como "El león y el unicornio".
La corta vida de Eric Blair explica y envuelve muchas de las paradojas que ofrece su obra y explica gran parte de su riqueza y algunos de sus matices más desconcertantes. Los libros de Orwell deben entenderse en el marco de una crítica social conectada con sus experiencias directas, en un autor siempre pendiente de la "secreta corriente de suciedad" que atraviesa a toda sociedad jerárquica y desigual.
Nacido en Bengala, donde su padre era un funcionario responsable del comercio británico del opio, se trasladó a muy corta edad con su madre y sus hermanas a Inglaterra. Fuera del ámbito familiar la primera experiencia que marco la trayectoria de Eric fue el colegio de St Cyprian´s, vívidamente evocado en su espléndida crónica "Así fueron aquellas alegrías". Consiguió una beca como "estudiante real" y realizó sin demasiada brillantez estudios en Eton. Al terminar su etapa en Eton diversas razones familiares y personales hicieron que no fuera a la Universidad sino que se presentara a unas pruebas selectivas y adquiriera la condición de policía colonial. Entre 1922 y 1927 Eric fue policía en Birmania, una dura experiencia formativa que reflejo en su novela Burmese Days (en España: La marca) y que marcó su crítica al imperialismo británico. Después de la experiencia birmana, Eric dio un brusco giro a su trayectoria vital. Su radicalismo político emergente, su vocación literaria, junto a una inequívoca mala conciencia hacen que entre 1928 y 1931 dedique la mayor parte del tiempo a vivir en condiciones paupérrimas tanto en Paris como en Londres, experiencia que reflejará en su primera obra literaria (Sin blanca en Paris y en Londres). En la primera mitad de los años treinta dará sus primeros pasos como escritor combinados con diversos trabajos (profesor, librero, pequeño comerciante rural, etc.).
En 1935 su visita a una zona minera en declive, que reflejará en El camino de Wigan Pier es determinante de su radicalización política y su profesión de fe socialista. En 1936, tras la rebelión militar contra la República española decide marchar a España. La intención inicial de Orwell fue incorporarse a las Brigadas Internacionales, controlados por el Partido Comunista. Pero el PCB no debió considerarle de fiar, al fin y al cabo su heterodoxia era evidente (como demuestra El camino de Wigar Pier) como debía serlo su proximidad a Independent Labour Party, ILP, un partido socialista de izquierdas. La negativa del PCB a apoyar su intento de ingreso en las Brigadas Internacionales hace que finalmente se una a los militantes del ILP que se incorporaron a la División Lenin del POUM. Llega a finales de 1936, se incorpora al frente en enero de 1937, permanece allí ininterrumpidamente durante varios meses.
Su primer permiso coincidió con las jornadas de mayo en Barcelona, provocadas por el intento republicano, promovido por los estalinistas del PSUC, de controlar el edificio de la Telefónica que estaba en poder de la CNT. Después de esas jornadas vuelve al frente y sufre una grave herida de bala en la garganta. Regresa a Barcelona en junio, después de la convalecencia, donde descubre el secuestro de Andrés Nin,, la muerte de su compañero Bob Smilie y la persecución contra el POUM, consiguiendo con dificultades salir del país y salvar así su vida. La represión y las calumnias estalinistas en España le marcaron profundamente, como lo hizo el descubrir las mentirosas versiones pro-comunistas que la prensa británica había dado de todos los acontecimientos que él había vivido. Su respuesta fue Homenaje a Cataluña, un rotundo canto a la revolución española y una de las cumbres de la literatura política del siglo veinte.
A mediados de la década de los años treinta Orwell se sitúa políticamente muy cerca del ILP, un partido socialista de izquierda que formó parte del Buró de Londres junto al POUM y al Partido Obrero y Campesino de Marceau Pivert. Esa aproximación se acentuó en su estancia en España en las milicias del POUM, donde mantuvo relaciones muy próximas a los militantes ingleses que allí se encontraban. El impacto que le produjeron los Hechos de Mayo, el asesinato de Andreu Nin y la persecución del POUM, junto al silencio de los intelectuales y la prensa británica sobre lo que ocurría en España fue determinante de su afiliación al ILP en 1938.
La relación de Orwell con el socialismo revolucionario requiere algunas precisiones. Orwell nunca se consideró marxista y mantuvo un rechazo visceral al doctrinarismo de la izquierda radical. En 1935 expresó sencillamente su concepción: "El movimiento socialista no tiene tiempo de ser una academia de materialistas dialécticos, tiene que ser una coalición de los oprimidos contra los opresores".
Su socialismo es revolucionario por estar marcado por el deseo de una transformación radical de la sociedad inglesa, pero siempre pensando desde la perspectiva de la gente común, que para Orwell no es sólo la clase trabajadora sino, también, dos grupos humanos a los que, por diferentes motivos, se siente muy próximo: los marginados (pobres, parados, vagabundos) y la pequeña burguesía (tenderos, agricultores, funcionarios de bajos ingresos). El individualismo, el socialismo y la democracia son principios estrechamente unidos para quien siempre desconfió de las ortodoxias. Su socialismo es intensamente heterodoxo, pues, para él, como luego pondría en la boca de un personaje de 1984 "La ortodoxia significa no pensar, no necesitar el pensamiento".
En 1938-1939 comparte con el ILP el pacifismo revolucionario de ese partido, como la mayoría de los grupos internacionalistas trotskistas y de la izquierda socialista, que asimilaban la guerra que se preparaba con la de 1914-1918. Pero el comienzo de la Segunda Guerra Mundial provoca en Orwell un giro inmediato hacia posiciones favorables al combate militar contra el fascismo, intentando alistarse y apoyando plenamente al gobierno inglés en su lucha contra el nazismo. Explicará su nueva posición crítica de las posiciones pacifistas del ILP de la siguiente manera: "La alternativa a la que se enfrentan los seres humanos no es, por regla general, entre el bien y el mal, sino entre dos males. Podemos dejar que los nazis dominen el mundo: eso es malo; o podemos derrotarlos en una guerra, que también es malo. No hay otra alternativa, y sea cual sea la que uno elija, no saldrá con las manos limpias" ("No, Not One", Octubre 1941). Para Orwell es evidente que en la guerra se juega el futuro de la civilización democrática.
Pero la nueva posición de Orwell no supone un cambio en sus posiciones democrático-socialistas y revolucionarias. En 1941 escribe su ensayo El león y el unicornio, que es una apuesta inequívoca por un socialismo democrático e inglés, que cree posible implantar de forma inmediata, aprovechando la situación revolucionaria que podía crear la guerra contra Alemania. Orwell se pronuncia por un programa socialista que sea a la vez revolucionario y factible y cuya iniciativa debe venir desde abajo.
En 1943 inicia la redacción de una obra, Animal farm, que supondrá su consagración literaria. En Animal farm el punto de vista del autor es evidente, se sitúa junto con la gente común (los animales corrientes de la granja) y su derecho a una vida mejor y a ser rebeldes, rechazando cualquier dictadura, ya sea totalitaria o benévola. La interpretación orwelliana del comunismo estalinista muestra con gran eficacia de recursos su convicción de la esencia anti-igualitaria de ese sistema.
Su propia interpretación del relato está impregnada de la defensa de un socialismo distinto del ruso y del elogio de la rebeldía. En una significativa carta a Dwight Macdonald expresa el sentido de esa obra "Por supuesto, mi intención inicial fue hacer una sátira de la revolución rusa. Pero quise que tuviera una aplicación más amplia por cuanto que pienso que esa clase de revolución (conspiración violenta dirigida por gente inconscientemente hambrienta de poder) sólo puede llevar a un cambio de amos. La moraleja es que las revoluciones sólo realizan una mejora radical cuando las masas están alerta y saben como desembarazarse de sus dirigentes en cuanto éstos han hecho su trabajo. El punto de inflexión de la historia se supone que es cuando los cerdos se guardan la leche y las manzanas para sí (Kronstadt). Si los demás animales hubieran tenido la inteligencia de detenerlos entonces, todo habría ido bien. Si la gente piensa que estoy defendiendo el status quo, ello es, según creo, porque se ha vuelto pesimista y cree que no hay alternativa más allá de la dictadura y el capitalismo de laissez-faire...Lo que yo trataba de decir era: No se puede tener una revolución si no la hace uno mismo; no existen las dictaduras benévolas" (1946).
Gravemente enfermo y aislado en la isla de Jura, Orwell emprende en 1947 la redacción de su última obra: la novela 1984. Es la obra maestra de la literatura antitotalitaria y un texto frecuentemente desvirtuado al haber sido interpretada una y otra vez como una predicción, lo más alejado de sus intenciones, que siempre fueron alertar sobre los peligros de la época en que vivía y los que, en cualquier época, representan los totalitarios. Orwell no es un apocalíptico sino un socialista democrático lúcido, consciente de que vivía en el siglo de los totalitarismos y consciente de la inmensa capacidad de los seres humanos para dominar y ser dominados. Es un texto intensamente disutópico, imbuido de la convicción de que las peores posibilidades son mucho más didácticas que las mejores para la lucha por un mundo mejor. Es una protesta contra el poder de las oligarquías en nombres de valores liberales e igualitarios. Es también una compleja obra literaria, especialmente en la desoladora tercera parte de la novela, donde aborda la relación entre el poder y la crueldad de una forma original e irrepetible.
Para muchos intelectuales de izquierdas 1984 fue una obra propia de la guerra fría. Con ello se quiere decir que es un narración libre, virulentamente antiestalinista y entusiasta de la libertad y de la igualdad. Quienes sentían la atracción de las dictaduras progresistas reaccionaron airadamente ante esta novela que es una brutal reducción al absurdo del proyecto del totalitarismo. Orwell ,como socialista, no quiere hacer distinciones entre Hitler y Stalin, que para él representan lo mismo, gobiernos que no tienen nada que ver con la izquierda. Para su autor, la novela es una advertencia contra el totalitarismo. Como indicó en una carta a Francis A. Henson, del Sindicato de Obreros del Automóvil de Estados Unidos "El escenario del libro es Gran Bretaña para destacar que las razas angloparlantes no son mejores por nacimiento que cualquier otra y que el totalitarismo, si no se combate, podría triunfar en cualquier parte. Asimismo, previniendo las interpretaciones torcidas de las que habría de ser objeto su obra, a diestra y a siniestra, indicaba "Mi última novela no es un ataque al socialismo ni al Partido Laborista Inglés (del que soy simpatizante), sino un muestrario de las distorsiones que puede sufrir una economía centralizada y que en parte se han hecho realidad en el comunismo y en fascismo".
Orwell se ha convertido en el paradigma del escritor antitotalitario y, por tanto, en uno de los escritores más significativos del siglo veinte. Ello hace que se haya ganada las antipatías de todos aquellos que son sensibles a los cantos de sirena de la ignominia fascista o estalinista. Obras como Homenaje a Cataluña, Animal Farm o 1984 sólo pueden ser comprendidas y apreciadas por quienes amen la búsqueda de la verdad por encima de cualquier certeza, es decir por personas de mentalidad democrática que han renunciado a las anteojeras ideológicas y prefieren ver con sus propios ojos.
La personalidad literaria y vital de Eric Blair-George Orwell es una curiosa mezcla de excentricidad personal y apego a las tradiciones de la gente común, de espíritu crítico y radical con una gran mesura, de ideales atrevidos y de pragmatismo, de capacidad para la generalización y de amor al detalle, de reflexión y de emoción.
Orwell permanecerá como una de las más lúcidas conciencias del siglo veinte. Junto a figuras como Albert Camus o a Víctor Serge, forma parte de las más brillantes expresiones intelectuales de que la lucha contra la ignominia y la dominación, cualquiera que sea su forma, no pueden detenerse y de que la rebeldía y la crítica siempre son necesarias. Lecciones del siglo pasado que son imprescindibles para abordar el que comienza.
lunes, febrero 14, 2011
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