Desde Venezuela
DELIRIOS DE UN ESCUÁLIDO EN LA NOCHE BUENA
ELIGIO DAMAS
¡No, definitivamente no! No estoy bebiendo porque haya algo que celebrar. ¿Quién puede pensar qué en estos tiempos venezolanos uno tenga motivos para estar contento y por ello echarse palos?
Bien se sabe que uno puede meterse una pea enorme por despecho. Porque encontró la mujer con otro o ella nos dijo, sin conmiseración, hasta con lisura y un dejo de crueldad, simplemente, “adiós que te vaya bien”, “búscate otro colgadero”.
Y en este país se bebe, en veces, hasta por causa del dolor, por un golpe duro dado por la vida y espantar una gripe. Se dice, precisamente, que eso de beber ron con berro o cualquiera otra hierba, que en demasía expendían sin licencia los bodegueros de los alrededores de la plaza de San Jacinto, y qué para espantar el catarro - entonces no se hablaba de virosis - la inventó un borracho atacado por la tos.
¡Se me vino de golpe el recuerdo! Hay un poema de Aquiles Nazoa, quien a nosotros no nos gusta mucho, pero sí a una especie de chavistas, que habla de ese asunto. Ahora no recuerdo los detalles y el libro, donde creo haberlo leído, está allí, perdido en los estantes y mi estado no está para hacer piruetas ni registrar con paciencia.
Hasta conocí un piloto caraqueño, adorador de Baco, hoy residenciado en Miami, llevado allí tras los espejismos que nos guían, como a este cuerpo presente, quien mientras volaba sobre el Atlántico, en ida o venida, sin piloto automático ni otros instrumentos, por no poder beber, se frotaba con frecuencia el rostro y la cabeza con alcohol del bueno. Su excusa era que, ese “tratamiento” le mantenía despierto y con los ojos pelados. Y así, en la oscuridad y en medio de tormentas, pudo viajar varias veces en ambas direcciones sin tropiezo alguno.
De modo que para beber y hasta ponerse curdo, sobran las razones. En mi caso, este 25 de diciembre, a las dos a.m., estoy y seguiré bebiendo hasta que el cuerpo aguante, porque estoy frustrado o peor, tengo una arrechera enorme.
El 24 de diciembre del 2007, después de ganar el referendo, hicimos exorcismos y aquelarres para que el viaducto Caracas, La Güaira, puesto en servicio el 21 de junio, se viniese abajo antes que el año terminase. No sucedió lo que tanto deseábamos pero nos conformamos porque la sensatez, que un poco se conserva entre nosotros, nos hizo pensar que era prematuro. Y esperábamos ahora, eso sí, que para esta fecha y hasta antes de noviembre se cayese. Y el bicho allí está firme.
Nos jugamos unos cuadros militares que por allí teníamos, activos y retirados, para cumplir la genial idea de Orlando Urdaneta, de hacer ¡pum! para acabar con el mico y la vaina se nos vino al suelo.
Anunciamos – porque así lo esperábamos por informes de los especialistas nuestros- que la entrada en vigencia de la nueva moneda provocaría un deslave económico y un enredo tal que podría llevarse por delante a este régimen de desdentados, negros, analfabetas y genuflexos. Y tampoco se nos dieron los cálculos. Porque esta gente, uno no sabe cómo, se adaptó con demasiada rapidez al cambio monetario.
Y “así fueron pasando los días” y no salían nuestros números en ninguna de las loterías. Llegamos a la época de lluvias y nos pegamos de santos, brujas y demonios para que aquel deslave de La Güaira, se repitiese en muchas partes. Uno deseó así por rabia y por acabar con esta pesadilla que personaliza el zambo y porque en donde vive la mayoría de los nuestros, y sobre todo quienes más nos interesan, es poco probable que se desaten esas rabietas de la naturaleza. Hubo tragedias de ese tipo, incluso horas antes de las elecciones y creímos que Dios nos había escuchado, pero la cosa no se dio como debía.
El 29 de octubre, allá en la lejana China, lanzaron el satélite Simón Bolívar. Ese día en mi casa, en mi televisor, mis familiares, amigos y yo, observamos el acontecimiento. Cuando comenzó la cuenta regresiva, nos entrelazamos las manos, agarrados en gancho con el meñique y deseamos fuerte que explotase. Y el desgraciado salió raudo y veloz hacia el cielo.
Se nos vino encima el día de las elecciones, el 23 de noviembre y el satélite allá arriba giraba mansamente. No obstante, atraídos por lo sucedido el 2D, fuimos en cambote y actitud de combate furibundos a las urnas. Y digo urnas y no centros de votación, porque urnas para Chávez y los chavistas es en verdad lo que queremos.
El CNE nos dio unos resultados que nos decepcionaron por completo y aumentaron mi frustración y rabia.
Y para colmo, el orangután, sin dejarnos descansar ni reponernos de las heridas y decepciones, puso a correr la propuesta de Enmienda. El, como nosotros, bien conoce que entre los nuestros no hay gallo que se le pare. Y con eso aumentó al máximo esta calentera mía.
Allá arriba, hoy 25 de diciembre el satélite gira y se dispone a trabajar y por lo sucedido hasta ahora no habrá forma de impedirlo. Y el viaducto, pese a la multitud que lo ha transitado, sobre todo ahora en diciembre cuando los nuestros salen a Miami y otros lados exquisitos a pasar vacaciones, ni siquiera se ha cimbrado.
Y para más, en enero debe irse Bush de la Casa Blanca. Con lo que perderemos nuestro mejor aliado y quien nos garantizaba que llegado el momento y perdido todos nuestros esfuerzos, enviaría a los marines con la mayor prontitud.
No es que Obama, pienso yo, no sea de los nuestros, uno no sabe. Pero habrá que esperar y eso es justamente lo que nunca hemos querido.
Ya saben por qué bebo. El niño Jesús no me escucha y lo sé porque no me trajo mi regalito
viernes, diciembre 26, 2008
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario