No hay dolor más terrible que el del espíritu. Es ese dolor que padece nuestra eternidad cuando se sabe aherrojada en una cosa. Porque el espíritu goza cuando vive en un ser humano conciente y creativo, que establece responsablemente su propio diálogo interior. Por el contrario, cuando la persona oprimida actúa sin espiritualidad. Ya que es tratado como un objeto como una mercancía o como un hombre-masa sin creatividad. Entonces, el espíritu duele.
La nueva civilización que es necrsario construir no podrá eliminar los dolores físicos, aunque si aliviarlos mediante la utilización de la ciencia al servicio del hombre. Pero si curará para siempre el dolor de espíritu; ese que nace cuando te consideran un medio en lugar de un fin. Ese dolor pesado y obscuro que nos consume cuando nos usan, cuando nos consideran una cosa.
Yndamiro Restano
domingo, abril 01, 2007
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