martes, enero 12, 2010

LA YUCA VOLÓ Y ELEVÓ EL POLLO ANTES QUE EL GOBIERNO DEVALUASE

Desde Venezuela


LA YUCA VOLÓ Y ELEVÓ EL POLLO ANTES QUE EL GOBIERNO DEVALUASE

Así como el regalo de navidad, hay el obligado aumento de año nuevo.


ELIGIO DAMAS


Muchas cosas son tradicionales en Venezuela. Las hallacas, el pan con jamón, el dulce de lechosa, el pabellón con o sin baranda, las misas de aguinaldo, la quema de judas y paremos de nombrar; el espacio resultaría reducido.
A un sureño acabo de leer que a ellos, de sólo oír la palabra inflación, les da “garrotera”. Cuando la inflación hacía estragos en Europa y en el sur de nuestro continente y las devaluaciones eran tan frecuentes como las denuncias de Ismael García y Ramos Allup, aquí los precios poco aumentaban o casi nunca lo hacían y la moneda permaneció estancada por décadas, hasta que Rómulo rompió el anclaje del 3.35 y elevó el precio del dólar a 4.30. La misma cifra mágica que escogió nuestro gobierno.
Se sabe que esa medida arrastrará un aumento sensible de precios. Pero estos se pueden producir por adelantado, como ya se ha notado, por efectos de la especulación para lo cual están en el remarcaje de precios. Pero antes que se hablase de la medida monetaria, en algunos negocios, sin justificación alguna, ya se estaban produciendo aumentos. Pudimos constatar que algunos productos expendidos durante el año a un precio determinado, para noviembre aparecieron sorpresivamente descomunalmente aumentados.
El caso de las medicinas, que pareciera no ser del interés de nadie en el gobierno, es angustiante y manifestación de la incapacidad de éste para controlar las desmedidas apetencias y ansias de acumulación de grandes laboratorios o droguerías. Quienes están obligados a comprar medicinas, por ejemplo, para la hipertensión por específica prescripción facultativa, pueden constatar que de una semana a otra, los precios de ellas aumentan sin ninguna discreción.
Pero antes que nosotros comenzásemos a vivir esa amarga y hostigante experiencia llamada inflación, descrita hace unos cuantos años como el fenómeno mediante el cual los precios suben en ascensor y los salarios por las escaleras, aquí se había establecido la tradición de aumentar los precios sólo por la entrada de año nuevo. Es más, los distribuidores ya en noviembre, le comunicaban a sus clientes de abastos o bodegas, que comprasen más de lo debido o planificado, porque al empezar el año sus productos vendrían con aumento. Era el regalito de año nuevo para los especuladores.
No se daba una razón ni en la economía existía causal alguna que explicase aquel proceder. Era como la obligación de cumplir con un rito o hacer algo diferente por joder. Este tradicional comportamiento todavía persiste entre comerciantes venezolanos. No es necesario que haya devaluación, aumento de salarios o de cualquier componente del costo para aumentar los precios. Sólo se hace porque llegó el año nuevo. Como hacer las hallacas, hacer promesas de un nuevo proceder y estrenar vestimenta.
Por supuesto, en este instante, excitados por las medidas cambiarias, distribuidores y comerciantes expendedores andan en la furia de aumentar de manera adelantada los precios y para ello se sofocan remarcando.
Han impuesto una “lógica” capitalista, según la cual las medidas cambiarias obligan a remarcar precios para poder reponer los inventarios sin incurrir en pérdidas. Para ellos, el público debe financiar, dejándose especular, las primeras adquisiciones que hagan con los nuevos precios del dólar. Es un arrancar con dinero mal habido Pero esto no es nuevo, hemos visto ese proceder por años sin que el Estado antes impusiese la racionalidad y justicia.
Pero parece mentira, el tradicional aumento por la entrada del año nuevo sigue campante. Para ese aumento nunca ha habido excusa. Nadie la da y tampoco hay quien la pida. Es como si comerciantes y consumidores, secreta y extrañamente, se pudiesen de acuerdo para hacer que eso ocurra.
El dos de enero próximo pasado, como lo hago con frecuencia, acudí a una venta de pollo asado en Lecherías, de una clientela muy numerosa, y pude constatar que el precio de ese producto habían subido sustancialmente. Me asombré porque no sabía de algún signo de la economía que eso justificase. Pero mi asombro fue mayor cuando me informé en la lista de precios que la ración de yuca, de costar seis bolívares, pasó a 20. Si hacemos un pequeño e impreciso cálculo nos percataremos que el aumento fue del 180 por ciento aproximadamente. ¡Y nadie allí dijo nada! Fue el típico aumento de fin de año; quizás por eso, todos lo recibieron con alegría, “entre pitos y tambores”.

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