“COMUNISMO VENEZOLANO” SALVA INVERSIONISTAS DE STANFORD
Historia desalienante para clase media
ELIGIO DAMAS
El timbre del teléfono denunció el nerviosismo de la persona que estaba al otro lado de la línea. En lugar de la pausa programada, entre un repique y otro, el de atrás como que atropellaba al que adelante iba.
Arthurt Goiticoa Zuloaga, de “Las Terrazas del Club Hípico”, esperó que el timbre sonase varias veces, pese a que le percibió como angustiado. La señora encargada de esos menesteres, había dejado su lugar habitual para ir a la cocina en busca de algo por él solicitado.
Además estaba cansado. Salió de casa el sábado 14, muy de mañana, a ocupar su lugar de combate por el NO, contra “el zambo de sabaneta; el comunista desatado”, según su persistente forma de referirse al presidente.
Ese día lo pasó en los preparativos de la logística para el quince (15) a las quince (15). De manera que cada uno de los muchachos tuviese completo y a tiempo su kit de guarimbear. Debía cuidar además la organización para que, cuando llegase la hora del cierre de las mesas, aquellos rodeasen los centros de votación a espera de la señal convenida. Regresó a su residencia, más allá de la medianoche.
El domingo, anduvo de arriba abajo, asegurándose que las personas a su mando, llevasen votantes, en algunos casos casi arrastras. Debía esmerarse también que ninguno “de los suyos”, hasta más allá de su círculo familiar, se quedase en casa o coger para otro lado que no fuese el sitio donde debía decirle, ¡NO es NO!, al comunista; y después meter gozosamente el brazo hasta el codo en el envase de la tinta. La que de paso, pese a que la elaboraron sus congéneres de la UCV, según él y sus panas de SUMATE, se podía borrar al instante. A sus pareceres era una “indeleble” chimba.
Cuando el teléfono sonó como si fuese a reventar, se levantó parsimoniosamente, con absoluto desgano, más por la frustración que le ocasionaron los resultados electorales, que por cansancio físico.
Era martes 17, a mediodía, y apenas acaba de levantarse, pues llegó a casa el lunes a altas horas de la noche, después de esperar que algo pasase, quizás una hecatombe, deslave o tsunami para salir del comunismo.
“¡Aló!” Respondió acompañándose con un largo bostezo. Pensó que sería alguien de la guarimba para lamentarse y eso ya le incomodaba.
“Arthurt, soy yo tu hermano William”. Este respiró hondo, tomo todo el aire que pudo y continuó habando.
“Estoy aquí en Miami, y te llamo consternado porque nos está pasando una vaina de padre y señor nuestro”.
Arthurt, se puso tenso, le desapareció el aburrimiento y, con angustia, inquirió al hermano acerca de lo que estaba sucediendo.
“¿Qué pasa hermano? ¿Cómo estás? ¿Qué te incomoda?”
“! Coño!, hermano, al dueño del Stanford Bank, el FBI le anda buscando como medio lucio, por un fraude de cerca de 8 mil millones de dólares”.
Arthurt, interrumpió al hermano para volverle a interrogar:
“¿Y eso qué tiene que ver contigo? ¿Por qué te angustia?”
“Arthurt, hermano mío, en ese banco, aquí en Miami y en la agencia de las islas Caimán, tengo depositado todo los dólares que de allá traje para evitar que el comunismo nos los robase”.
Mientras William contaba su tragedia al hermano, se le quebró la voz varias veces y al final lloró con amargura.
“Espera, espera –dijo Arthurt al hermano de Miami y luego preguntó- ¿dijiste el Stanford Bank”?.
“Si, ese mismo – le respondió Arthurt, conteniendo con esfuerzo el llanto.
“¡Coño!”, esta vez quien usó la palabra fue Arthurt. Rápidamente agregó:
“Justamente en ese banco, en la sucursal de aquí, en Caracas, tengo todos mis reales y los que me dejaste para que te guardara por si acaso. Les deposité allí porque es gringo y por asegurarme que el zambo comunista no nos los fuese a quitar”.
Y dijo al hermano William :
“Voy a colgar y en un instante te volveré a llamar. Ni de vaina te muevas de allí”.
Quince minutos después, fue el teléfono de William, allá en Miami, el que sonó con estridencia, pero sin sofoco.
Cuando el hermano le dijo “aló”, William le respondió en tono reposado:
“Por ahora, tranquilo hermano”. Y luego agregó:
“Yo no entiendo esta vaina, el mundo pareciera estar volteado, pero lo que está pasando, pasando está”.
Arthurt, sorprendido ahora por el discurso hermético del hermano, le expresó:
“Cónfiro hermano, no te entiendo, ¿qué está sucediendo?
Arthurt volvió a hablar y lo hizo más pausadamente.
“William, acabo de hablar, con aquel amigo nuestro que es el gran gurú de las finanzas, el cabecilla de todos los banqueros de este país y me ha informado que el gobierno venezolano intervino ese banco”.
“¡Nos jodimos!”, exclamó con horror William, “al fin el comunismo nos hundió”.
“No, espera hermano. No te mortifiques más. Ese mismo amigo, me acaba de asegurar, que el gobierno lo intervino para garantizar nuestros depósitos. Nuestros reales de aquí no están perdidos”.
“Es más -continuó hablando Arthurt- banqueros amigos de nuestro amigo, ya están preparados para comprar el Stanford Bank de acá”.
Dijo lo anterior y luego continuó:
“Son los reales depositados en Miami y en Islas Caimán, los que están en pico de zamuro, si no es que ya los perdimos ”.
“¿Entonces hermano- preguntó William- cómo es la vaina? ¿En qué mundo estamos?
“En verdad, respondió Arthurt, también me estoy haciendo las mismas preguntas”.
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