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ALFREDO SANCHEZ
NICOLAS PEREZ DIEZ ARGÜELLES: Barack el Mago
BY NICOLAS PEREZ DIEZ ARGÜELLES
Los magos a través de los tiempos han captado la imaginación de las multitudes, porque un mago es alguien con poderes sobrenaturales que coloca al hombre cerca de su sueño más trascendental y anhelado: liberarse de su condición terrenal y ser un poco dios.
Los primeros magos conocidos universalmente fueron Melchor, Gaspar y Baltasar, que siguiendo una estrella llegaron hace años hasta un pesebre de Belén a adorar al Niño Jesús y a llevarle de regalo oro, incienso y mirra.
En los tiempos modernos la obsesión por la magia se ha acrecentado. No olvido en mi infancia el famoso Mandrake el Mago de los muñequitos, vestido con un esmoquin negro, capa y chistera.
Y en su época, hizo historia el ilusionista judío de origen húngaro Ehrich Weiss, más conocido como Houdini, que en una ocasión hizo desaparecer un elefante en el escenario. Imposible olvidar a David Copperfield, que le subió la parada y, en 1983, desapareció la Estatua de la Libertad de Nueva York. Lo cual no ha satisfecho para nada la obsesión del pueblo norteamericano por las desapariciones, sobre todo en el ala derecha del Partido Republicano, que ahora exigen a voz en cuello que el presidente Barack Obama desaparezca en un dos por tres el antiamericanismo de Latinoamérica y el déficit fiscal en un acto supremo de prestidigitación.
No va a ser fácil resolver el primero de los problemas. El antiamericanismo de América Latina comenzó en 1823 cuando, en una política elaborada por John Quincy Adams, el presidente James Monroe, en Washington, declaró que ''América Latina se consideraba esfera de influencia de los Estados Unidos'' e hizo la declaración en un acto de impecable vicio imperial. Lo cual trajo como consecuencia una orgía de intervenciones en México, Nicaragua, República Dominicana, Haití, Honduras y Guatemala. Fue la época del Big Stick, en que hablando de un dictador de Latinoamérica, un presidente yanqui dijo: ''He is a son of a bitch, but is our son of a bitch''. De hace muchos años a la fecha, los presidentes norteamericanos han cambiado la mentalidad de que el sur del río Bravo es su traspatio, y especialmente Obama ha hecho hincapié en la no injerencia. Pero eso no ha bastado para que mucha gente en los EEUU pretenda que 186 años de la lluvia que nos trajeron estos lodos desaparezcan, y escampe mediante un conjuro mágico.
La derecha republicana no aprende las lecciones de la historia y hoy critica la política de Barack y Hillary Clinton sobre Honduras, una política de extrema prudencia, porque con la filosofía de la fuerza en la cual viven ideológicamente inmersos opinan que los imperios pisotean, no negocian; ordenan, no discuten; vencen, no convencen. Y no entienden, porque las sutilezas para ellos son debilidades, que con unas posiciones tan extremas como las que existen en el problema de Honduras no se puede apoyar, como dije en esta misma columna la semana pasada, ni la legalidad de Manuel Celaya ni la gobernabilidad de Roberto Micheletti, porque ambas posiciones son anticonstitucionales y antidemocráticas, y sólo se puede apostar al milagro de un diálogo efectivo bajo la dirección de Oscar Arias, para que sea el pueblo hondureño quien resuelva sus propios problemas sin interferencias extranjeras.
Sobre el déficit fiscal es más fácil colocarlo en un contexto que no puede ser manipulado porque se explica por sí mismo, no con el camaleónico y variable lenguaje político, sino con la exactitud de los números. Cuando Bill Clinton abandonó el poder le dejó a George Bush un superávit fiscal de US$ 230,000 millones de dólares. Y en dos administraciones consecutivas, la primera con mayoría en el Congreso, ese superávit Bush lo había convertido en un déficit de US$ 450,000 millones, junto a una economía destruida, una bolsa de valores depreciada y un desempleo galopante. Hoy la administración de Obama proyecta en el año fiscal del 2009 que termina el 30 de Septiembre un déficit de 1.8 billones de dólares, o sea, 12.3% del Producto Interno Bruto. Y se calcula que 1.3 billones de ese déficit fueron heredados de la administración Bush.
Pero eso no ha sido óbice para que una mayoría abrumadora de republicanos critiquen a priori cualquier tipo de medida que proponga el actual gobierno. Una oposición es sana. Una oposición es necesaria. Pero ella no debe responder a intereses partidistas, sino al bienestar de la nación. Hay una mala intención manifiesta en criticar y esperar que Barack el Mago, de un modo milagroso, enmiende en 8 meses los errores económicos que George Bush y ellos mismos provocaron durante 8 años.
Yaunque diversos expertos advierten que con una oposición tan sistemática, ilógica y demencial, torpedeando cualquier tipo de propuesta económica, sociales como una reforma al sistema de salud o judiciales como nombrar jueza del Tribunal Supremo de Justicia a la hispana Sonia Sotomayor, gente como Dick Cheney, Rush Limbaugh y comparsa, unos por asuntos ideológicos, otros por asuntos raciales, prosiguen jugando con fuego, aun cuando están llevando al Partido Republicano a su propia destrucción y al país a una polarización que puede tener consecuencias nefastas para su unidad y cohesión.
martes, agosto 04, 2009
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