lunes, marzo 29, 2010

A MULLER NO LE ESCUCHAN, NO ESCUCHO, NADIE ESCUCHA

Desde Venezuela


A MULLER NO LE ESCUCHAN, NO ESCUCHO, NADIE ESCUCHA



ELIGIO DAMAS


Alberto Muller Rojas, general del ejército y ex vicepresidente del Psuv, se lamenta que no le escuchan.
¿Y qué no le escuchan?
Al parecer por lo que le dijo al diario Panorama, que “está cansado de ver más de lo mismo”.
Si el general de eso se queja hay razón para preocuparse mucho.
La radical opinión, parecida aquella muy usual de “aquí en diez años no se ha hecho nada”, algo así como si la vida se hubiese detenido, pudiera servir de fundamento para pensar que el general “tampoco escucha”; y no es que uno piense que deba oír el crecer de la hierba, pero tampoco volverse como quienes en la oposición dicen que Chávez ha estado en Miraflores durante diez u once años, sólo viendo el pasar de los días.
Pero en verdad, para ser justo con uno mismo y coherente con lo que aquí sucede, nosotros no escuchamos, no nos escuchan. Todos hablamos y hasta hacemos señas y ese vocerío, mensajes multitudinarios, caen al vacío.
Llegamos a un punto donde se nos agotó la coincidencia obvia y debemos buscar nuevos caminos; no habiendo llegado aquí, nos acostumbramos a dar todo por entendido. Ya no debe ser así. Por eso, debemos escucharnos. Es hora de hablar, oír y concluir.
A la oposición se le dice que ahorre energía y agua por todos los medios posibles. ¿Cómo responde? Pues como sabemos, gastando más, derrochando hasta el ridículo. Están convencidos que si el Gurí se seca y entramos en una crisis, Chávez caerá y al día siguiente el embalse se desbordará y, hágase la boda, “encenderé la luz y seré el padrino”.
Entre ellos no se escuchan. Eso si, hablan más que borrachos – no estamos hablando de Alvarez Paz -, y de sus reuniones salen sin saber que “es lo que quiere el negro”.
Borges no escucha para nada lo que dice Mendoza, que no es mucho lo que tenga que decir, pero algo balbucea. Aquel no se da por enterado que éste intenta expresarse aunque sea para proponerle, en su ilustrado lenguaje, que “salga para afuera” o en caso contrario se verá obligado a “sacarlo fuera del aire”.
Cuando en el Psuv escogimos los delegados al Congreso, los ungidos no escucharon para nada lo que sus electores les dijimos. Al contrario, se fueron con los oídos tapados a presenciar que les hablasen, sin dejarles hablar.
Desde el congreso uno no sabe si han hablado, de lo que seguro estamos es que no les hemos escuchado. Uno no sabe a ciencia cierta si ellos están afónicos o tenemos los oídos tapujados de cera.
En las patrullas, por lo menos a las que uno no escucha porque nada dicen, y son así ya que nadie les habla, ni siquiera les reviran los ojos, poco significativo se hace. Las orejas, de quienes allí vamos esperando escuchar, nos han crecido desmesuradamente como las ramas de los árboles buscando un rayo de sol. Eso sí, hablamos por los codos, aunque ni siquiera nosotros nos escuchamos.
No hemos escuchado a Samán decir nada que convenza acerca de la conveniencia de su salida, cuando todo el mundo esperaba que allí siguiese. Y quienes hablan y gritan hasta la afonía por una explicación acerca de la salida del exitoso funcionario, no son escuchados. Ni Samán mismo oye a quienes por él claman.
En el reciente debate en la Asamblea Nacional con respecto a Wilmer Azuaje, diputado que por lo menos hasta ayer, no había leído y menos escuchado sobre el artículo 200 constitucional relativo a la inmunidad parlamentaria, los integrantes del cuerpo se dijeron de todo pero nadie escuchó. Los opositores se fueron del hemiciclo sin saber por qué a aquel sancionaron y menos del fundamento de la decisión.
En ese debate, dónde uno no escuchó mucho que de interés fuese, pudo percatarse habíamos llevado al cuerpo legislativo a un muy numeroso grupo de individuos ahora opuestos, quienes no deberían estar allí sino en la escuela. Porque, aparte de no estar en disposición de oír, tampoco tienen aptitud para sacarle provecho a lo que escuchen.
Por eso, ahora que vamos a escoger nuevos legisladores, en lugar de ocuparnos de sentir la solidaridad, aquello de “tu y yo para los que salgan”, “panas burdas en la mala y en la buena”, sería saludable escuchar a cada uno y percatarnos de lo que tienen “en la bola”. Si les dejamos refugiarse en sus mudeces y manifestarse por señas, con abrazos y diligentes en menudas gestiones, podrían volverse aptos para saltar talanqueras.

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