PUBLICADO POR Hector García Soto
Violencia en zona fronteriza desata nuevas tensiones entre México y Estados Unidos
Guillermo Alvarado
Las relaciones entre México y Estados Unidos sufrieron nuevas tensiones tras el asesinato en Ciudad Juárez de dos funcionarios consulares estadounidenses y del esposo mexicano de una empleada de esa oficina, un hecho atribuido a las mafias del narcotráfico que operan en la región.
Durante el fin de semana reciente la violencia asociada al crimen organizado fue intensa en el país latinoamericano, donde se registraron más de cien homicidios, de acuerdo con la policía.
Los estados de Guerrero, en el centro, y Chihuahua, fronterizo con Estados Unidos, fueron los más afectados. En el primero de ellos hubo 45 asesinatos y en el segundo se contabilizaron 36, de los cuales 20 ocurrieron en Ciudad Juárez, hoy considerada la más peligrosa del país.
La muerte de los tres trabajadores del consulado, sin embargo, da una nueva dimensión a los acontecimientos debido a las consecuencias que pudieran derivarse.
Recordemos que en 1985, tras el asesinato de Enrique Camarena, un agente encubierto de la oficina antinarcóticos norteamericana, DEA, ocurrieron en territorio mexicano varios secuestros y traslados ilegales hacia el otro lado de la línea de demarcación, atribuidos a fuerzas especiales del vecino del norte.
Con tales antecedentes, se teme que ahora ocurran actos similares y se señala como una muestra el anuncio de que el buró federal de investigaciones enviará especialistas para indagar por su cuenta y dar con los responsables del crimen.
Los temores se acrecientan debido al fracaso de las políticas oficiales para contener a las bandas del narcotráfico, cuyo poder económico, de fuego y de operatividad aumenta, junto con la inseguridad derivada de su violento accionar que ya provocó unas 17 mil muertes durante el actual gobierno.
México es escenario de un combate entre las autoridades y los grupos ilegales que trasiegan estupefacientes hacia el jugoso mercado norteamericano, donde, sin embargo, se hace poco para frenar el consumo de drogas y los demás actos delictivos que le están asociados.
Para señalar un ejemplo, recientes informaciones revelan que la ciudad de Washington, capital federal de Estados Unidos, tiene el más alto consumo de cocaína y el tercero de marihuana de todo el país.
La urbe, sin embargo, está situada a más de tres mil kilómetros de Ciudad Juárez, uno de los puntos por donde entra la droga, lo cual significa que para llegar hasta allí debe atravesar todo ese territorio, lo que resultaría muy difícil sin la existencia de una red de traficantes y de funcionarios, civiles y policiales, corruptos.
Los carteles que operan en México, América Central o Colombia están bien identificados. Poco, o nada, se sabe de los que funcionan dentro de Estados Unidos, ni se conoce de un combate armado entre ellos y las autoridades locales.
Por otra parte, se informó que entre 2002 y 2006 se redujo de 61 a 46 el número de centros de tratamiento para adictos en la nación donde más se utilizan los narcóticos. De los que quedan, el 40 por ciento son privados y tienen como objetivo fundamental el lucro, en lugar de brindar un servicio público.
La Casa Blanca espera que la guerra contra el tráfico ilegal de estupefacientes se libre fuera de su territorio, para que las víctimas sean ajenas. Pero cuando la violencia toca a alguno de los suyos promete todo tipo de sanciones e injerencias. Más racional sería que en lugar de enviar miles de millones de dólares en armas, equipos terrestres, navales y aéreos hacia otros países, destinase ese dinero en curar a su sociedad, que busca en las drogas la cura a sus angustias y frustraciones cotidianas.
SMT
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Marzo 16, 2,010
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