miércoles, septiembre 29, 2010

ENTENDER NOS AYUDA A NO TEMER

Saludos para todos. Lorenzo Gonzalo



Entender nos ayuda a no temer

Por Lorenzo Gonzalo 27 de Setiembre del 2010



Todos los días recibimos en el correo electrónico la frase de una persona famosa. En verdad no sé quién lo hace, pero generalmente es refrescante leer citas, frases sueltas e ideas que nos ayudan a la reflexión.

De Marie Curie leí lo siguiente hace unos días: “dejamos de temer aquello que se ha aprendido a entender”.

Aplicada esta frase a los procesos políticos y sociales, en su contenido más estricto, contribuiría a salvar muchos escollos que se interponen a la búsqueda de nuevas avenidas o dificultan reparar las existentes para hacer la vida de todos un poco mejor cada día.

Hablamos mucho de las ideologías que a diario nos blanden en el rostro para defender, bien sea la empresa privada, la propiedad estatal, los medios sociales o las iniciativas colectivas contrapuestas a las individuales.

La idea de Marie Curie nos invita a pensar la realidad a la luz del conocimiento científico y hacer uso de los instrumentos teóricos que permiten, adentrarse en los vericuetos de la cultura y entender las interrelaciones humanas.

David Ricardo, Adam Smith y los otros que desentrañaron ciertos fenómenos concomitantes a la economía de su tiempo, no pretendieron seguramente conformar un pensamiento ideológico. No obstante, los beneficiarios del desarrollo económico tomaron sus aportes y de alguna manera, siempre desde diferentes ángulos, levantaron paradigmas que los beneficiaban y que, lamentablemente significaron una esperanza, para grandes mayorías. La aparente simpleza de que cada cual puede ser un empresario, un dueño de negocio, comprar por menos y vender por más, hasta llegar a tener el poder que ningún rey alcanzó en su tiempo, conformó esperanzas. Los esfuerzos desencadenados en esas personas, al influjo de esas ilusiones, contribuyeron a aumentar aún más, las acumulaciones de los más afortunados, a quienes la suerte, sus habilidades, sus iniciativas o sus inclinaciones a la trampa y el crimen, les permitieron esas grandes riquezas. Lamentablemente para esas mayorías, los esfuerzos propios, alentados por dichos paradigmas, no se revirtieron en iguales resultados de éxito. De ese proceso surgió el capital. Marx lo vislumbró y con ese nombre bautizó el sistema.

Sin embargo, el objetivo de los primeros teóricos de la economía capitalista, seguramente no fue dirigido a fundar una ideología, sino una escuela de investigación y análisis. Tampoco debió serlo para Marx, cuya interpretación del rumbo del desarrollo, fue extrapolado, llevado a la política, convertido en mensaje mesiánico y trastocado en un instrumento, dirigido primordialmente a la toma del poder por fuerzas determinadas, y no tanto a la valoración conciente de los vacíos humanos que estaban ocasionando aquella nueva etapa económica de la humanidad.

El tiempo, los atisbos, aciertos y errores del camino recorrido, han cambiado las perspectivas y también los procedimientos.

Aun cuando la ideología se impone y peor aún, se manipula con procedimientos tecnológicos, al calor de los logros científicos, la masiva incorporación a la academia, el creciente número de universitarios, los procedimientos cibernéticos que permiten encontrar informaciones sin mucho esfuerzo a las personas comunes que se afanan en el diario bregar, van borrando en muchos los prejuicios respecto a las realidades sociales, ya sean la relacionadas con el mundo llamado capitalista o con ese otro animado por propósitos socialistas.

Ese proceso va borrando temores y haciendo prevalecer la ecuanimidad a la hora de meditar los problemas macro económicos y las regulaciones sociales que se ponen en entredicho o que se proponen como soluciones.

Innegablemente, como decía Marie Curie, en la medida que entendemos los problemas, vamos perdiendo los temores a las etiquetas, obviamos nombres, antiguas herejías se nos hacen inciertas y las contradicciones creadas por las formas económicas donde nacimos se diluyen lentamente en las nuevas generaciones.

El error de contemplar lo dicho como un proceso lineal, automático e inevitable de las circunstancias, sería desconocer las costumbres, los lastres y las herencias culturales. Estos aspectos obligan a asumir acciones, porque la evolución en sí depende de las condiciones del entorno y en las relaciones sociales la presencia humana tiene un gran peso en ese entorno. No hay dudas que existen tendencias. La acción humana, de forma masiva, tiene que lidiar con ellas para volcarlas hacia el beneficio colectivo, porque de lo contrario, una minoría beneficiada impondrá la suya.

Los sutiles resultados que pueden derivarse por abandonar las tendencias evolutivas a la acción de ciertos grandes beneficiarios, pueden culminar ocasionando abismales diferencias a la estabilidad y al disfrute social de los grupos humanos. Pero estas incidentales no pueden convertirse en argumentaciones para desconocer la existencia de un proceso evolutivo muy dialéctico, al cual es imprescindible prestar atención, respetando sus aspectos esenciales.

Las revoluciones son necesarias y exitosas en el instante que comprendemos la dinámica del proceso productivo en que vivimos. No se trata tanto de cambiar lo existente, como de adecuar las normas de administración y convivencia, en función de la perpetuación y crecimiento de la especie. Esto sólo es posible si las acciones encaminadas a tales objetivos, no se contradicen con el rumbo de las realidades que nos tocan vivir.

Acción y evolución se complementan. Desconocer esta correlación puede resultar fatal, perpetuando males y conduciendo al desaprovechamiento de grandiosas oportunidades.

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