Desde Venezuela
LA CAMPAÑA ELECTORAL VENEZOLANA
En Venezuela, el arma del voto,
en manos de un pueblo que sabe como usarla,
se ha vuelto subversiva.
Especial para Apicalternativa.Com. Barcelona, Venezuela, 11-09-10
Eligio Damas
La contienda electoral venezolana en verdad es atípica. Cada sector que en ella participa, quienes fungen de observadores dentro o fuera del país, no sólo esperan ansiosos los resultados, sino que de ellos se deriven grandes cambios, en un sentido u otro.
Lo habitual, para la mayoría de la gente, en diferentes oportunidades es mostrar poco interés por las campañas electorales. Se piensa y dice que, sea cual sea el resultado, las cosas seguirán siendo iguales. ¿Qué trascendente hay, para el pensamiento colectivo, que en una elección de un país cualquiera ganen los demócratas o los republicanos, liberales o conservadores, socialdemócratas o socialcristianos? Generalmente ninguna. Habrá nuevos gobernantes, otras figuras, pero las cosas esenciales se mantendrán iguales. Por eso la campaña y el votar se vuelven hechos tan irrelevantes, que poca gente se centra significativamente en ellos.
La última elección de los Estados Unidos atrajo un inusitado interés por Obama. Pese su favoritismo, muchos se negaban a creer que un negro pudiese llegar al salón oval de la Casa Blanca. Tenía algo del infantil encanto de la Cenicienta, aunque esa misma mayoría bien sabía que nada habría de cambiar, salvo el color de la piel. Pero por aquello, en el mundo entero, mucha gente estuvo pendiente de la campaña y los resultados. Hasta a la toma de posesión misma llegamos bajo aquella mágica atracción. En este caso, el conocido racismo de la clase blanca gobernante y su capacidad para tolerar y manejar los nuevos tiempos, se convirtieron en desafíos y atractivo por el hecho electoral. Lo que revela de paso, una vez más, que la diferencia en el color de la piel no es rasgo sustantivo en la lucha de clases.
De la contienda electoral venezolana, de un bando u otro, dentro y fuera del país, se esperan muchas cosas. Y conste que no vamos a elegir presidente, pues para eso falta algo de tiempo, sino a renovar la representación en la Asamblea Nacional, el órgano legislativo por excelencia.
Este sólo interés, que pasa por una intensa injerencia y cuantiosa inversión extranjera en campaña a favor de los contrarios a Chávez, habla de los asuntos que están en juego. No es el simple cambio de unos parlamentarios por otros, de la supremacía de una bancada por otra lo que se va a decidir en Venezuela, sino entre el profundizar una política que continúe abatiendo la inescrupulosa y obscena desigualdad social que incubó el capitalismo, mantenga la defensa de los intereses nacionales, haga de nuestra sociedad rentista una productiva, se avance en abrir a todos los venezolanos verdadera igualdad de oportunidades y donde el pueblo asuma control de su destino haciéndose participativo y protagónico o el volver al pasado de las políticas impuestas por el Fondo Monetario Internacional, sojuzgamiento a capataces de las trasnacionales, políticas neoliberales, vender a bajo precio todo lo nuestro al capital usurario nacional e internacional y a las políticas neoliberales que imponen recortar al máximo o la totalidad de la inversión social, lo que implicaría eliminar todo beneficio que en estos últimos diez años se han otorgado a los venezolanos más humildes. En resumidas cuentas, se decidirá entre hacer avanzar el proyecto socialista del Siglo XXI y la unidad latinoamericana o el tirar el ancla en el capitalismo, favorecer el retorno de los politiqueros del pasado y repotenciar a explotadores, capital financiera delincuente, casta dirigente improductiva y comerciantes inescrupulosos. Entre la posibilidad que un pueblo sea libre, ejerza sus derechos, controle su gobierno y sus riquezas o que una casta de políticos de vieja estirpe le someta.
No se trata del simple asunto de unos demócratas del pasado que no se avienen con Chávez; hay mucho más, un pueblo que quiere asumir a plenitud su rol.
Por eso, justamente por eso, es inusual el interés puesto por la comunidad nacional e internacional en unas elecciones legislativas de un país tercermundista, que en otras circunstancias y países, no llamarían la atención.
La trascendencia del acto comicial es tal, que no se conoce un sistema, pese su carácter altamente automatizado, más auditado, probado y vigilado hasta hacerle invulnerable. El número de observadores de origen venezolano y de procedencia extranjera no tiene precedentes. Se trata en definitiva de asegurar la legalidad del proceso para darle sustento, más que a los resultados inmediatos mismos, a la acción política que de ellos habrá de derivarse.
El debate es intenso y alcanza un número inimaginable de personas. La aplastante mayoría de los medios de comunicación privados participan en la campaña en contra del gobierno. Es raro el programa de estos medios en el ámbito radial o televisivo, aun siendo del área deportiva, que no halle la forma de insertarse en aquella para favorecer al bando opositor. Desde el exterior, todas las formas posibles de comunicación, bombardean intensamente a los venezolanos a favor del pasado.
Por su parte, el gobierno hace uso hasta donde se lo permite la legalidad, de los medios públicos y alternativos para hacer que su mensaje llegue a las comunidades. Pero más que eso, el PSUV, partido que lidera Chávez, una organización de masas gigantesca, se ha desplegado por el país todo, pueblo por pueblo, comunidad por comunidad y calle por calle, para recordar a la gente la obligación de votar y cómo hacerlo para que el proyecto de cambio continúe.
Esto último vale la pena resaltarlo. La oposición hace su campaña acusando al gobierno de coartar libertades y pretender conducir a Venezuela a una situación donde aquéllas no existan. El gobierno llama a los venezolanos a votar para intensificar la democracia e impedir que el mamotreto viejo, aquella democracia participativa, con un pueblo sin derechos, escamoteados por los viejos partidos ahora agrupados en un frente opositor llamado MUD, retorne o impida que las cosas sigan como van.
En estas elecciones venezolanas se juega incluso el futuro de la energía que poseemos, codiciada por los grandes capitales para apuntalar su sistema a costa de la miseria nuestra y de nuestros pueblos hermanos. Porque el proyecto nacional venezolano, inspirado en Simón Bolívar, tiene como norte la unidad con nuestros pueblos hermanos, que incluye la ayuda mutua con los recursos que poseamos. Esta confrontación, de una manera u otra, afecta a toda nuestra América.
Hay un hecho irrefutable, la democracia venezolana, su gobierno, sin duda alguna, coloca su destino en las manos del pueblo. Le reconoce el derecho a pronunciarse sobre su destino; es más le insta a que lo haga. Que vote para que avance hacia los estadios que el progreso y la justicia reclaman o volver al pasado. Todo ello en un espíritu de paz.
Los opositores van a la contienda porque por ahora no les queda otro camino, pero en el sombrero de copa o en la manga de la camisa, esconden una carta. Mientras tanto su campaña se empeña en convencer a su gente que está montado un fraude, premisa que utilizarían para desconocer los resultados y provocar un enfrentamiento que favorezcan los planes de quienes no cuentan con aval popular.
Hoy en Venezuela, el arma del voto, en manos de un pueblo que sabe como usarla, se ha vuelto subversiva pero pacífica. La derecha, que se llamó demócrata, se inclina por los senderos del golpismo y la violencia.
viernes, septiembre 17, 2010
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