miércoles, septiembre 17, 2008

GUIDO ANTONINI WILSON O LOS VENADOS TRAS LOS PERROS

Desde Venezuela


GUIDO ANTONINI WILSON O LOS VENADOS TRAS LOS PERROS



ELIGIO DAMAS


Una tediosa tarde del año cuarenta y seis aproximadamente, en la Asamblea Nacional Constituyente, si mal no recuerdo, cuando intervenía en uno de tantos debates que allí se dieron, un constituyentista afro descendiente, como se dice ahora, creo que José Camacho se llamaba, oriundo de Barlovento, dirigente sindical de COPEI, conocido como el partido de los godos, el poeta y humorista cumanés Andrès Eloy Blanco, como era habitual en él, hizo correr por el hemiciclo, una nota en la cual decía entre otras cosas:
“Hay cosas que no son de ley,
una vieja meando en frasco
y un negro inscrito en COPEI”.
Aquella referencia del autor de “Giraluna”, se explicaba porque el partido recién fundado por Rafael Caldera y sus acólitos, tuvo como inspiración la falange española y el nazi fascismo ítalo-alemán y era insólito que en sus filas se encontrase un hombre como aquel joven dirigente sindical.
Así pues, es de ley aplicando el razonar del poeta que los bueyes vayan delante del arado, las carretas detrás de los caballos y los perros de los venados. Pero cuando se trata de engañar a la gente, los tramposos suelen valerse de algún medio para dispersar espejismos en el desierto, que los duendes hagan travesuras y las cosas vayan al revés. Fingen ser una cosa y otra son.
Eso hicieron en el caso de la maleta que Guido Antonini Wilson, de nacionalidades venezolana y norteamericana, quien intentó meter de contrabando por el aeropuerto Pistarini o Ezeiza de la Gran Buenos Aires, una maleta con OCHOCIENTOS MIL DÒLARES que ahora se han reproducido a CUATRO MILLONES DOSCIENTOS MIL, por obra y gracia de la policía gringa; se viola no sólo aquel orden que el en verso del poeta cumanés de “Canto a España”, son “cosas de ley”, sino hasta la ley de gravedad y la libre caída de los cuerpos.
El voluminoso Wilson, tanto como la maleta que portaba, pues grande debió ser para cargar tanto billete, en cuanto pudo salir de Buenos Aires, lo que revela que allá quienes deben cuidar a la sociedad del delincuente, son tan poco diligentes como los de acá, salió en volandas para su ¿primera o segunda patria?, a esconderse mientras terminaba de llover o escampaba.
Pero, se pregunta uno en procura de ayudarse y ayudar a otros a entender el asunto, ¿si esos reales o esa plata, la mandó Chávez a Cristina para que ésta financiase su campaña electoral, por qué Antonini Wilson, fue a refugiarse en la casa donde manda el enemigo de aquellos? ¿Por qué no vino a Caracas para que el dictador, déspota y autoritario Chávez le protegiese contra viento y marea? ¿Por qué no se quedó en Argentina, donde gobernaba Ernesto Kirchner y las encuestas anunciaban el triunfo holgado de la esposa de éste? ¿No es esto, más o menos lo que ahora dice, lo que le ofreció Durán, el acusado como agente del gobierno venezolano?
Pero no. No sucedió de esa manera. Fue al contrario. Guido Antonini Wilson, fue a refugiarse en ¿su primera o segunda? patria. Se sintió como “El gran dictador”, aquel personaje de Chaplin que, expulsado por una poblada, cansada de sus abusos y latrocinios, de él y sus subalternos, al llegar a Nueva York declara a la prensa, sentirse muy bien por el entusiasta y efusivo recibimiento que se le ha dado en aquella ciudad a un demócrata como él.
Porque Charlie Chaplin, denunció en ese filme lo que siempre acontecía, pero que ahora luce más que evidente. Estados Unidos dice una cosa y hace otra. Lo que cuenta son sus intereses mercantiles generalmente ocultos. Y ese proceder en veces a unos cuantos les parece que son cosas como fuera de ley. Pero no, no hay nada para extrañarse. Todo en ese país sucede con lógica y perfecta armonía.
Su gobierno se declara adalid contra el terrorismo pero da refugio a terroristas como Posada Carriles, porque lo practica en países como Irak, Afganistán, Colombia, etc. y porque el cubano cumplía funciones denigrantes para el Departamento de Estado y la policía gringa. Hace declaraciones contra la tortura y las violaciones de los derechos humanos, pero queda en evidencia como incurso en esos delitos en Asia, en la base de Guantánamo y se le denuncia por tener prisiones secretas, donde los derechos humanos nada valen, dispersas por el mundo.
Ahora, en el caso específico que manejamos, el gobierno norteamericano pareciera actuar conforme a la letra del poeta, pero con el mismo fin, el de engañar incautos. A Antonini Wilson, sorprendido en flagrancia en la Argentina al intentar meter allí un contrabando, cometer un delito cambiario, en lugar de devolverle o extraditarle al país del tango, de donde salió con la cabuya en la pata., la administración de Bush le da protección para usarle como testigo- léase bien, testigo- para enjuiciar a otro en un delito inventado, relacionado con la famosa maleta, por dañar al gobierno de Venezuela y a la nueva presidenta Cristina de Kirchner. Es decir, forjar allá en Estados Unidos, la “verdad” que lanzaron al mundo. De esa manera, Antonini Wilson deja de ser un delincuente y se convierte en un héroe del “mundo libre”. Su proeza, según la policía y el aparato judicial americano, es no dejarse presionar en Estados Unidos por un presunto agente venezolano, para que no cantase que la maleta la envió el gobierno de Venezuela a la entonces candidata argentina. Tal patraña es propia de los cuerpos policiales gringos en su habitual manía, obsesión de orates, de ver enemigos hasta en la sopa y dañar a quien no se muestre genuflexo.
En este caso, el delincuente se vuelve parte de la acusación o cómplice del “acusador”. Su delito de gran envergadura, queda perdonado o impune. Más cinismo y falsedad no es concebible.
Antonini Wilson, cometió un delito en la Argentina, lo que es un hecho evidente y por demás conocido, pero Estados Unidos, no lo extradita, sino que le convierte en “honorable ciudadano” para montar un espectáculo bufo y dañar a quien a sus gobernantes convenga.
Estas cosas, como dijese Andrès Eloy, no son de ley.

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