domingo, marzo 01, 2009

EL TIGRE QUE HAY QUE DOMAR

PUBLICADO POR YNDAMIRO RESTANO
El tigre que hay que domar


Por Luis Sexto Leer Versión en Inglés


En Cuba, dice la voz del pueblo, las actitudes burocráticas responden con un problema a cada solución; con un "no" a un "sí". Diluyen cada iniciativa en papeles y reuniones. Y ven la realidad a través de los colores de sus cristales, o desde el mirador de sus balcones, habitualmente altos y alejados de la calle o los talleres. O a través de informes que suelen estar adulterados por quienes no desean que sus errores se conozcan.


Por tanto, cualquier proyecto de renovación y perfeccionamiento del socialismo en Cuba, además de enfrentar la oposición que se gesta en Miami, Washington y Madrid, y de los que dentro del país pugnan de una u otra forma por empujar a Cuba hacia el capitalismo, tendrá por principio que anular la resistencia burocrática. Porque todo cuanto le parezca limitación de sus intereses, sus privilegios, su capacidad para deslegitimar toda decisión constructiva, toda libertad contará con la hostilidad de la burocracia, traducida en indiferencia, extremismo, distorsión. Hechos que lo confirmen sobran. ¿Por qué, por ejemplo, el campo se colmó de oficinas, como una vez denunció Fidel Castro o ha reiterado, aludiendo al marabú, el actual Presidente Raúl Castro? Hace poco, un periódico de La Habana publicó esta denuncia de un lector: En cierto crucero del ferrocarril central ocurrió un choque entre un tren y un camión. Y para que no volviera a suceder, los funcionarios correspondientes cerraron el paso con dos vigas de hormigón. Ahora, si los enfermos necesitan ir en automóvil al consultorio médico, sito a 30 metros, tendrán que recorrer ocho kilómetros. Parece una broma. Resulta, sin embargo, una decisión administrativa.


Lo vamos viendo claramente: el mayor peligro de la mentalidad y las normativas burocráticas puede estar en que impidan la autorregulación del socialismo. Habitualmente, no hablamos de ese mecanismo, que sí le atribuimos al capitalismo. ¿Por qué cuesta y demora tanto cualquier rectificación? Los organismos vivos tienden a persistir en su existencia y, por tanto, negarse a la readecuación y la corrección implica la probabilidad de ese fin que la historia más reciente confirma.


El llamado socialismo real surgió también, en efecto, con las bacterias de la autodestrucción enquistadas en sus estructuras. Y esos gérmenes corrosivos se relacionan en sus esencias con la organización verticalmente rígida que lo distinguió y facilitó el nacimiento y jerarquización de una burocracia que, de acuerdo con estudiosos marxistas como el mexicano Adolfo Sánchez Vázquez, derivó en clase --si no en sí al menos para sí, aclara el autor de este artículo-- y que se nutrió políticamente de la plusvalía producida por los trabajadores, aun paradójicamente asalariados en la organización socialista que siguió al Octubre Rojo.

El socialismo soviético y europeo se disolvió, pues, gracias a las distorsiones burocráticas que obligaron al discurso político a andar por los aires, deslumbrado por la visión de sí mismo, mientras desconocía la realidad a ras del suelo. No será necesario seguir inventando enemigos, a más de los ya reconocidos. En resumen, las causas principales de la extinción del socialismo del siglo XX, el que fracasó, están dentro de sí mismo: incubó la mentalidad, por no decir la clase, que echó al desaguadero el uso del poder verdaderamente ejercido por los trabajadores en el socialismo mediante una dicotomía insalvable: verticalismo frente a horizontalidad democrática. Y aceptémoslo: donde falta la democracia, y el centralismo se excede a costa de los lados, prospera la burocracia. Y con esta, el dogma y la corrupción.


El término burocracia ha merecido libracos enormes para su esclarecimiento. No habremos de recordarlo. Ciñámonos a lo más elemental en estos párrafos. Según el diccionario de la Academia de la lengua (DRAE), burocracia significa, además de otros pormenores, el conjunto de servidores públicos; también la influencia excesiva de los funcionarios en los asuntos públicos, y por último la administración ineficiente a causa del papeleo, la rigidez y las formalidades superfluas.


José Martí previó los peligros de una burocracia incontrolada, adueñada de los resortes del Poder. Tildó "la vida burocrática" de "peligro y azote" y quiso a la república cubana libre de la "peste de los burócratas". Evidentemente, el Apóstol de la independencia y unificador de la nación intuía que la burocracia como representante de los intereses del pueblo, podría soslayar en algún momento de su ejercicio esos intereses para tener solo en cuenta los suyos como grupo o casta, con cuyo hallazgo Martí se anticipa a los juicios de Sánchez Vázquez y otros teóricos.


Hoy por hoy, en Cuba, la rigidez, el papeleo, la ineficiente administración, que le atribuye el DRAE a la burocracia, ha sido una especie de Hada madrina al revés: todo cuanto su varita mágica toca se ha convertido en una caricatura de las aspiraciones socialistas. Maltrata, encona todo cuanto de creativo trajo la Revolución de Fidel Castro a Cuba. Acudiendo a una imagen del ácido escritor italiano Giovanni Papini, la burocracia, transformada en mentalidad, en ideología, posee el secreto de una alquimia que suele convertir el oro en excremento. En eso ha sido un auxiliar inconsciente o involuntario del bloqueo norteamericano. Quizás, también inconscientemente, le convenga que el bloque perdure como garantía de su existencia mediatizadora y anárquica.

En Cuba, pues, el enfrentamiento ideológico y político también parece inexcusable adentro.

Sobre la mesa, dos cartas: la supervivencia de la Revolución con su cola de metas y aspiraciones aún no cumplidas o deterioradas por casi 20 años de limitaciones, o su desvío por rutas que la desnaturalicen. La indiferencia e ineficiencia burocráticas, por improvisadoras, engorrosas, limitadoras, enajenantes, tienden a liquidar la causa del socialismo en el corazón del pueblo. Y el antídoto sería el mismo pueblo en uso de espacios y controles más democráticos, incluso en la economía. Las fórmulas, por supuesto, no existen, salvo las ya inservibles. Las soluciones socialistas en Cuba han de "hacer camino al andar". Y ello resulta, en estas circunstancias, casi paradójico: ¿Podrá la burocracia, con sus artificios seudos revolucionarios, sus melindres ante cualquier idea nueva, ejecutar, apoyar un proceso de readecuación cuidadoso pero osado y a tiempo?


Primeramente, parece, habrá que reducirla a eso que dice el diccionario: conjunto de servidores públicos. Ese es su estado ideal. Pero ¿tendremos valor para obligarla, como el domador al tigre, a marchar cabizbaja hacia el rincón subalterno que le corresponde?


Luis Sexto, periodista y profesor de la Facultad de Comunicaciones de la Universidad de La Habana. La semana pasada Sexto fue nombrado Premio Nacional de Periodismo José Martí 2009. El escribe para diferentes medios nacionales y ha colaborado con publicaciones extranjeras. Ahora también colabora con Progreso Semanal.

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