jueves, octubre 23, 2008

QUIEN GANE PUDIERA SER EL PERDEDOR

QUIEN GANE PUDIERA SER EL PERDEDOR
Category: General
PUBLICADO POR : Pedro Rodriguez Medina

por Manuel E. Yepe

Hay mucha incredulidad respecto a la posibilidad de que la élite del poder estadounidense acepte tranquilamente que un afroamericano asuma la presidencia de los Estados Unidos.

Razones de sobra hay para esta duda, conociendo que incluso en las pocas oportunidades en que han aspirado a ese máximo cargo candidatos sin el requisito de ser WASP (por las siglas en inglés de blanco, anglosajón y protestante), la politología norteamericana ha sido por tal motivo reticente en el vaticinio de sus triunfos y solo se ha roto esa regla cuando llegó a la Casa Blanca el católico John Kennedy.

Un conjunto de excepcionales situaciones ha contribuido al insólito hecho de que EEUU esté abocado a la elección de un no-blanco, el candidato demócrata Barack Obama, para la primera magistratura de la superpotencia.

El desprestigio en que se ha sumido la extrema derecha neoconservadora estadounidense bajo la inepta presidencia de George W. Bush es identificado por muchos como principal culpable de la debacle económica nacional que ya ha llegado hasta el ciudadano común.

Las derrotas de las armas norteamericanas en las aventuras agresivas por la hegemonía y el dominio mundial en que se ha involucrado también ha aportado a la vergüenza nacional por la masividad de las bajas de guerra así como por la quiebra de la hegemonía global del país en todos los campos, no obstante las manipulaciones mediáticas.

La pérdida de la posición de primera potencia económica mundial y el desplazamiento del dólar como moneda mundial por otras monedas ha situado a Estados Unidos en una posición de país dependiente de la inversión y los préstamos de China, Japón y Europa entre otras fuentes inéditas.

Y, en el interior, según expertos entrevistados por la cadena televisiva CNN, la puesta en práctica del plan de salvamento de Wall Street de la actual administración endeudará en casi 40 mil dólares a cada estadounidense en el año 2010.

Si Obama triunfara y pudiera ocupar tranquilamente la silla presidencial, heredaría una situación económica y una pérdida tal de la autoridad internacional que ostentaba la nación que pudiera hacer aparecer al nuevo mandatario como responsable del derrumbe del imperio y del “American Way of Life” como modelo global.

Ha sido evidente que el sector de las grandes corporaciones que gobierna Estados Unidos no se ha enfrentado a la candidatura de Barack Obama con la furia con que combatió la “amenaza negra” en los años 50 y 60. Más bien parece haberlo tomado con la sangre fría de los 70 y 80, mediante una estrategia similarmente dirigida a salvar al sistema a base de concesiones mínimas.

Si entonces fue preciso “enterrar a Jim Crow” y promover el surgimiento de áreas de conformidad racial (jueces, policías, alcaldes, artistas, congresistas y millonarios negros) en aras de no poner en peligro al sistema capitalista amenazado, ahora bien pudiera haber considerado necesario el “establishment” llevar esa estrategia hasta la Casa Blanca, con el mismo objetivo.

Se advierte ello en hechos tan evidentes como el nivel de las contribuciones financieras a las campañas de uno y otro candidato.

A nadie debía caber duda de que el carisma de Barack Obama le ha servido para granjearse un amplio apoyo popular. También, a nivel mundial, la humanidad se regocija con que en Estados Unidos desaparezcan o se reduzcan, las repugnantes manifestaciones de opresión y discriminación racial contra una parte significativa de sus ciudadanos.

Pero alarma pensar que lo que está ocurriendo hoy en relación con la lucha por la Casa Blanca sea parte de una táctica para descargar en el presunto primer presidente negro en la historia de los Estados Unidos una situación que han provocado las grandes corporaciones y el complejo militar-industrial con su sórdida conducción del país.

Permitir que la voluntad de la misma opinión pública cuyas decisiones fueron violadas en las dos anteriores elecciones presidenciales se acepte solo por el hecho de ser factible ahora descargar las culpas de los grandes errores propios sobre el candidato favorito y sacar así las castañas del fuego a un sistema que es el verdadero culpable es, cuando menos, cínico.

Mas como los defensores del status quo parecen haber asumido el riesgo, toca a la opinión mayoritaria estadounidense aprovechar la oportunidad para imponer su voluntad y, después, defenderla. Para que quien gane en los comicios no sea perdedor.

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