jueves, diciembre 31, 2009

EVOLUCION DE LA EMIGRACION CUBANA

Saludos para todos. Lorenzo Gonzalo

Evolución de la emigración cubana

Por Lorenzo Gonzalo, 29 de Diciembre del 2009

Los cubanos que han emigrado, visitan su tierra cada día más en la actualidad y cuando el retiro o las características de su trabajo se lo permiten, permanecen por más tiempo en ella. Pero en ese ir y venir, al sentirse más parte de esa entelequia y esos recuerdos que se renuevan en una continua realidad, aspiran a ser reconocidos en la ley y las regulaciones a la par del mundo cultural al que pertenecen.

Entre otras cosas, aún cuando no deseen regresar para mudarse permanentemente, aspiran a ese derecho y al más elemental de adquirir residencias temporales cuando poseen la ciudadanía de otro país. Sólo por su condición de personas nacionales y el autoreconocimiento de simples emigrados, entre sus muchas expectativas, aspiran al derecho de tener acceso a una tramitación elemental y simple. Hay una contradicción entre el sentimiento nacional de la mayoría de los emigrados cubanos de hoy y la ausencia de derechos que los reconozcan como tales, en la práctica de poseer lo que les pertenece por nacionalidad.

De las disposiciones migratorias vigentes en Cuba, ninguna responde hoy a las exigencias de una emigración que dejó hace tiempo de ser hostil al país.

En términos generales ningún emigrado comulga en estos tiempos con aquellas conspiraciones de antaño que con el tiempo convirtieron a Miami en una patología citadina llamada eufemísticamente “capital del exilio”.


El paso de los tiempos ha producido cambios de mentalidad. Tanto de las personas del gobierno, como de la población, como de los emigrados. Actualmente la opinión generalizada considera la emigración como una opción válida y no como rechazo patológico, desafiante o un reto de violencia contra el gobierno. Como mencionábamos en uno de nuestros artículos: “los encuentros del gobierno cubano con distintos sectores de los emigrados en los años noventa y luego las dos grades reuniones (con varios cientos de ellos en el Palacio de las Convenciones de La Habana) celebradas en 1994 y 1995, fueron decisivos para inclinar dicha balanza”.


Podríamos agregar, que más que esos dos eventos, los Seminarios Sobre Democracia Participativa, las reuniones con hombres de negocios, profesionales, intercambios académicos, los eventos con hombres que pertenecieron a la Brigada 2506 y que habían desembarcado en Playa Girón en 1961 y otros que habían conspirado u optado por la insurrección e incluso cometido actos terroristas en los años sesenta, con periodistas y políticos dirigentes de las luchas cívicas anteriores a la revolución, mostró una nueva cara y demostró que las cosas no eran en blanco y negro. La validez de que sólo existían revolucionarios y contrarrevolucionarios, revolucionarios y desertores, los de “aquí” y los de “allá”, fue puesta a prueba por aquellos encuentros preliminares. La Nación y la Emigración, esos dos encuentros que fueron bautizados con ese nombre y que ocurrieron en 1994 y 1995, fueron sólo la celebración de esa nueva concepción que tenuemente comenzaba a aparecer en el horizonte.

Cuando la Administración Clinton interrumpe el proceso de celebrar con periodicidad reuniones masivas con emigrados, como consecuencia de la provocación de las avionetas de Hermanos al Rescate, que culminó con el derribamiento de dos de ellas en territorio cubano, ya la semilla había fructificado y era imparable la pavimentación de ese camino.

Por supuesto, las nuevas limitaciones impuestas por la Administración Clinton, para complacer a la derecha que imponía y aún impone reglas de política exterior en Washington, no permitían un avance tan substancial como el ocurrido entre los años 1992 y 1995. Sin embargo, los contactos se continuaron. Incluso en ese nuevo estadio, los prejuicios entre emigrados que reconocen la legitimidad del gobierno cubano, pero no lo apoyan plenamente en sus quehaceres o principios, dejaron de ser hostiles contra aquellos que sí lo apoyan incondicionalmente. Con el tiempo unos y otros cedieron a la tolerancia y buscaron trabajar de común acuerdo, sobre la base de los puntos coincidentes.

Debemos señalar, para aquellas mayorías que nos leen pero desconocen las interioridades del proceso cubano, que aunque muy minoritarios, existe un sector de origen cubano en Estados Unidos, que se identifica con el gobierno cubano y algunos aún se autoproclaman comunistas.

Hacemos la salvedad, porque aunque el comunismo sigue siendo objeto de la academia, las luchas actuales en pos de un cambio radical de estado, se debaten dentro de una concepción socialista y los países que emprenden el camino de los cambios, lo hacen dentro de estos criterios. Casi resulta curioso que personas progresistas, en medio de las realidades de hoy, aún se autodefinan como tales. Los países provenientes de la época de la influencia soviética, mantienen la palabra comunismo como emblema. Las razones que los mueven a definirse como tales son múltiples y ni añaden ni quitan a los tiempos actuales de cambio. Desde el punto de vista político podemos decir que tienen razón para sostener un término, con el cual realmente ya no lidian en la práctica. Actualmente todos los países que buscan una nueva concepción de estado, están enfrascados en la implementación de un sistema que defina en la práctica un modelo socialista. Ceder en palabras puede conducir muchas veces a ceder en principios.

Traemos a colación el polémico tema del comunismo, para destacar una complejidad de la emigración cubana que, en ese sentido, nada se diferencia de las otras existentes en Estados Unidos, donde comulgan unidos todas las tendencias. Pero sobre todo, para destacar cómo en la dinámica del proceso de reencontrarse con su tierra, luego de años de estarles prácticamente prohibido, los intereses comunes y la identidad nacional, han ido creando también, en este orden de cosas, un clima de tolerancia.

Salvo la diferencia de varios miles que posiblemente no lleguen a la cifra de los cincuenta, el resto, aproximadamente un millón cuatrocientos mil emigrados cubanos, se consideran a sí mismos, como personas que optaron por mudarse a vivir a otro sitio, pero nunca renunciaron al lugar en que nacieron.



Este sentimiento legítimo y franco, les impide también renunciar a un regreso, que a lo mejor y casi seguro, jamás podrá ser definitivo por los múltiples compromisos materiales y sentimentales, adquiridos durante decenas de años de asentamiento. Pero definitivamente es un sentimiento al que no pueden renunciar y cuya posibilidad quieren ver plasmada por reglamentaciones concretas, afines al mundo cultural de este Hemisferio, aun cuando la mayoría, quizás jamás haga uso de ellas.

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