martes, diciembre 01, 2009

OSAR ARIAS Y LACAYOS CON O SIN CARETAS

OSCAR ARIAS Y LACAYOS CON O SIN CARETAS


ELIGIO DAMAS


Poco nos gustó usar esta palabra. Es demasiado peyorativa. Tampoco pareciera servir para expresar muchas de las circunstancias o conductas de personajes a quienes se les solía aplicar.
En el liceo, cuando algún compañero blandía argumentos a favor de la política de los gringos, era frecuente que alguno de los nuestros le apostrofase diciendo: “eres un lacayo del imperialismo”. Bastaba que alguien hablase de ventaja gringa en la carrera exploratoria del espacio para que se le endilgase la consabida frase.
Palabra y frase toda se desacreditaron, devaluaron tanto, por ese usarlas indiscriminadamente, que terminé por guardarla en una poco accesible gaveta del archivo de mi vocabulario.
El Drae, además de las connotaciones de servil y rastrero, habla de “criado de librea cuya principal ocupación era acompañar a su amo a pie, a caballo o en coche”.
Sabiendo eso, aquellos usos nos parecieron demasiados ofensivos, tratándose de compañeros de estudio o amigos que muy lejos estaban de merecerlos. Más tarde supimos también lo desacertado de esa forma de calificar cuando Luis Beltrán Prieto Figueroa, el insigne maestro, por sutilezas, muchas veces víctima de ella, emerge como un adalid, dentro de AD, contra Rómulo Betancourt y sus políticas pro imperialistas.
Incluso, a quienes en la juventud éramos adecos, aún siendo de la “luminosa izquierda”, de vez en cuando, sólo por aquello, algún camarada, de sopetón, por un desacuerdo, nos descalificaba con el bendito mote.
Estos ejemplos y muchos más nos hicieron comedido en ese sentido y hasta llevaron a que abriésemos la olvidada gaveta y de allí sacásemos palabra y frase y las lanzásemos a la basura.
Creímos no volver a usarla por respeto a la dignidad de la gente. Menos que alguien en nuestro continente, que no sea funcionario del estado imperialista, agente de las trasnacionales, Pentágono y Departamento de Estado, quienes son lacayos de carrera y función pública o Uribe y compañía, agarrados por amígdalas y testículos, se hiciese merecedor de calificativo tan infame.
Hay muchos personajes a quienes se le podría aplicar el término por sus actuaciones como agentes a sueldo de las trasnacionales, como aquel Luis Giusti, quien prioriza los intereses de las empresas a quien sirve, en relación a los de Venezuela. Pero el tipo no es nada regalado. Ha alcanzado formar parte importante de las empresas a las cuales sirve y cobra en demasía sus servicios. Eso de estar de asesor en Colombia, haciendo uso de las informaciones que maneja sobre la industria petrolera venezolana, lo cobra en plata contante y sonante. Es ni más ni menos un mercenario. Una cosa es ser lacayo y otra mercenario. Este sirve al mejor postor y puede resultar respondón.
Pero pareciera haber quienes por su conducta, diligencia enfermiza, se apropiasen del calificativo y no requieren que alguien se los aplique. Lo llevan como marca indeleble.
Cuando Dios, durante la creación, como solía decir una de mis tías, dijo salgan adulantes, obsequiosos, taimados, serviles, etc., Oscar Arias se posesionó de la bandera.
¿A cuenta de qué, los golpistas escogieron a Costa Rica para depositar allí a Zelaya, entrando al territorio de ese país mientras cometían delito? ¿Por qué el gobierno de Costa Rica, permitió que los golpistas entrasen y saliesen impunemente? ¿Es difícil pensar que estaba al tanto de todo y dispuesto celestinear como en efecto lo hizo?
Si revisamos el mapa centroamericano, veremos que llevar a Zelaya a Costa Rica, no fue nada azaroso. No se atrevieron a hacerlo en El Salvador, país fronterizo porque la dignidad de Mauricio Funes y Fmnl, no lo permitirían, como tampoco Alvaro Colón de Guatemala y mucho menos Daniel Ortega en Nicaragua.
Arias, abrió su espacio y dejó que los delincuentes entrasen y saliesen de manera impune. Inició el vergonzoso sainetee que culmina con las elecciones espúreas, habiendo quedado en ridículo con su llamado “Pacto de San José” y termina ahora, anunciando sin vergüenza alguna, que reconocerá al nuevo gobierno. ¿Su excusa? Un simplismo, una bajeza, que para los de su catadura es suficiente.

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