23 DE ENERO DE 1958
Eligio Damas
Despertó sobresaltado; estudió rápidamente las posibilidades de huida, mientras allá en la calle, en plena madrugada, su compadre Jesús Gómez golpeaba con fuerza la puerta de su casa y lanzaba grandes voces.
Este, el compadre, regresado pocos meses atrás de los horrores de Guasina, cayó, como tantos, en una de esas aventuras locas que, por orden de la dirección instalada en el exterior, el partido ejecutaba con obstinada frecuencia. Rómulo Betancourt y su círculo, instalados cómodamente en Puerto Rico, bajo la protección de las autoridades de la isla y del Tío Sam, quien ya se había cansado del dictador, le imponía a la organización una conducta niplera, aventurera, conspirativa con militares a quienes inútilmente sacrificaban y hasta terrorista, que se traducìa tambien en el sacrificio de los cuadros clandestinos de la organización. Contra ello reaccionó Leonardo Ruiz Pineda y cambiò por el encontrarse con las otras fuerzas, particularmente las del PCV, que había trazado la táctica de la unidad popular. Este dirigente progresista no pudo lograr su propósito, porque la policía represiva le asesinó en una lúgubre calle de Caracas Su muerte todavía está envuelta en un misterio.
El compadre vino amarillo y lleno de llagas que su mujer, toda paciencia, trataba con agua oxigenada y ungüento Sánalo; sin embargo pocos días después ya andaba en la misma vaina.
Nunca supo como su compadre se enteró que, durante su larga y forzada ausencia, que él aprovechó para crecer e invirtió para angustiarse con sus propias preocupaciones, ya había entrado en los grupos clandestinos y andaba de arriba abajo de la ciudad, por la orilla del río, en horas nostálgicas, de cuando las plazas están vacías, haciendo contactos y leyendo con avidez folletos de política que recomendaban como si fuesen la bola del mundo. Ya sabía de la arrogancia de la política norteamericana, de sus amapuches con el dictador, condecorado atrás por John Foster Dulles, jefe de la diplomacia de la Casa Blanca; y creía en las barbas, bigotes "infalibles” y las medidas inexorables de José Stalin.
Y por esa información que de él obtuvo, por la inexistencia del partido, destruido por ese accionar heroico, pero aventurero e inútil, se llegó hasta la plaza donde esperaba que viniese alguien; le acompañaba Juan de Mata, un viejo bravo que había sido su compañero de Guasina y veterano en eso de transportar armas, esconder explosivos y aguardar a la puerta de un cuartel que los soldados se alzasen, lo que se llamaba "un momento dado", en el pedestre lenguaje conspirativo del partido. Por esa fe increíble y disciplina partidista, varios años había vivido en la cárcel y más de una vez lo molieron a palos.
Ahora era distinto, en Caracas, desde que Leonardo Ruiz Pineda, se encargó de la dirección de la organización, se venía adoptando una conducta diferente. Así lo percibían y lo compartían los pocos militantes en aquel pueblo como desolado. La táctica era otra y los viejos, como el compadre y Juan de Mata, empezaban a entender la manera más humana de hacer de los muchachos, que no tenían reparos en unirse a los comunistas e ir tejiendo eso que sería la unidad y envolvería a todos. Fue esa táctica, la de los muchachos, salida de las filas del PCV, que Simón Sáez, muerto Leonardo, hizo del Partido, la que dio el impulso a la bola de nieve. Unir al pueblo, movilizarlo en protesta contra el orden, estremecer la sociedad toda; esa era la línea nueva.
Por esa manera diferente de combatir al dictador, se constituyó la Junta Patriótica, formada por partidos como el PCV, en gran medida el promotor de la idea y de la línea, la AD cambiada , tomada por sus jóvenes, mientras Betancourt y su séquito se quedaban a salvo y, en cierto manera, haciendo señas en el vacío, fuerzas sindicales, estudiantes, etc., la cual pudo movilizar a las masas y desembocar en las acciones del 21 y 22 de enero que estimularon a los militares a intervenir y pronunciarse contra la dictadura. Esta Junta estuvo presidida, para el momento de la fuga de Pérez Jiménez, pues la presidencia era rotativa, por el periodista Fabricio Ojeda, a quien pocos años después y bajo gobierno de la IV República, asesinaron en un calabozo policial
Es decir, el 23 de enero de 1.958, la unidad popular de civiles y militares; de adecos de la nueva estirpe, comunistas, urredistas, y la inmensa mayoría del pueblo, que nunca ha tenido partido, concebida por una dirección joven y abnegada, produjo la caída de Marcos Pérez Jiménez.
Esa madrugada, el programa de radio del Partido que se trasmitía desde Puerto Rico en enlace con la Cadena Caracol de Colombia que él y su compadre con verdadera obsesión oían todas las noches, anunció la huida del dictador en la "Vaca Sagrada".
Cuando ya se disponía a saltar la pared del patio, reconociò la voz del compadre cuando dijo: ¡párese carajo compadre que por fin cayó el hombre!
Todos quedamos en la calle celebrando; los de la línea de la unidad tomaron las calles. Todavía ese movimiento de masas, pudo evitar que militares que desempeñaron papeles importantes en el gobierno derrocado y, en gran medida, cómplices de todo lo acontecido, quedasen en la nueva Junta de Gobierno.
Pero poco después decían a la gente: "Tranquilícense que ya
triunfamos. Dispérsense, váyanse tranquilos", repetían sin cesar el compadre, Juan de Mata y él.
Pero allá arriba no hubo dispersión. Los otros tuvieron cuidado de irse en bloque y directamente a Miraflores, mientras todos los compadres, los Juan de Mata y tipos como é,l de Venezuela, se embriagaban de un triunfo como el agua que se recoge con las manos abiertas.
Y por esa inocencia nos impusieron el Pacto de Punto Fijo y la larga etapa de IV República.
martes, enero 22, 2008
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