Desde Venezuela
24 DE JULIO DE 1783-2008. BOLÌVAR LLEVA
225 AÑOS CAMINANDO
Y TODAVÌA LE FALTA.
Eligio Damas
Barcelona (Venezuela), 23.07-08
Caminó sobre el planeta, según el cubano Francisco Pividal, más de cinco veces que Aníbal, “El gran cartaginés”, Alejando Magno, “El grande” y Napoleón Bonaparte, “El gran corzo”, juntos. Sobre su montura le dio más de una vuelta al planeta tierra. Atravesó los Andes, desafiando las nevadas, riscos y vientos helados. Viajó incansablemente desde donde el gran Orinoco se angosta y acuna la ciudad de Angostura, hoy Ciudad Bolívar y se reunió, el 15 de febrero de 1819, el segundo congreso Constituyente de Venezuela, siguiendo la ruta difícil de los llanos, para llegar hasta el sur del planeta liberando pueblos, creando repúblicas y despertando conciencias; haciendo del conforme y oprimido un pájaro de raudo vuelo y del rebelde, un conciente del qué hacer. Así hizo que naciese la “Gran Colombia”, su gran proyecto unificador.
Y nunca se cansó porque, como dijese Tomás Ignacio Potentini, “cuando creyeron quizás
que se cansaba su brazo,
hizo en la América un trazo
y, volando casi loco, con aguas del Orinoco
fue a regar el Chimborazo”.
Porque El Libertador es como el gran Cóndor Andino.
Por esos caminos solitarios a veces secos, otras anegados y sorpresivamente atacadas sus fuerzas por los enemigos, dejó su figura pegada. Y está de recodo en recodo. Quizás esos espejismos, pero como reflejos de cosas que en algún sitio están, que viajan como aquel jinete incansable que nunca supo de fatiga hasta aquellos solitarios días de Santa Marta, hacen que el vocerío repita “Alerta que camina la espada de Bolívar por América Latina”.
Por esas ideas y esa fuerza que viajaban montadas a lomo de caballo, el poeta, ensayista, economista, crítico literario y unas cuantas cosas para las que le sobró talento, Orlando Araujo, el de Trujillo (Venezuela), dijo de manera hermosa:
“Bolívar jamás tuvo un caballo; tiene un pueblo.
Uno tenía y era color de trigo y se lo regaló a José Martì.
Cuando murió Martì se lo regaló a un argentino y el argentino a un
chileno
y el chileno a un jinete de Nicaragua
y el jinete de Nicaragua no lo desensilló.
Ese caballo recorre a América Latina, va desde donde combatió Doroteo Arango o Pancho Villa, hasta la helada Patagonia, en el Chile de Manuel Rodríguez, “El Chispas”. Pampas, llanos, montañas, las tierras cálidas o gélidas no le detienen. Y lo cabalga el pueblo. Porque este es Bolívar.
Pablo Neruda o Ricardo Neptalí Reyes Basoalto, le vio en el frente de Madrid, en las calles de Santiago, combatiendo por Allende y la democracia popular y revolucionaria. Sabe que está en todas partes y por eso le escribió el “Canto a Bolívar”, del cual citamos aquí unos fragmentos, como homenaje a este día glorioso y a estos momentos cuando el golpear de sus tacones, paso marcial y brillo de su espada, invitan a la unidad de esfuerzos y la continuación de su obra inconclusa. Para borrar aquella frase dolorosa suya, “he arado en el mar”. Porque en verdad como canta Pablo Neruda, hay hoy, en este ahora, una ronda de manos solidarias, agarradas fuertemente “hasta el fondo del continente oscuro”.
Un canto a Bolívar
Pablo Neruda
Padre nuestro que estás en la tierra, en el agua, en el aire
de toda nuestra extensa latitud silenciosa,
todo lleva tu nombre, padre, en nuestra morada:
tu apellido la caña levanta a la dulzura,
el estaño bolívar tiene un fulgor bolívar,
el pájaro bolívar sobre el volcán bolívar,
la patata, el salitre, las sombras especiales,
las corrientes, las vetas de fosfórica piedra,
todo lo nuestro viene de tu vida apagada,
tu herencia es el pan nuestro de cada día.
Tu pequeño cadáver de capitán valiente
ha extendido en lo inmenso su metálica forma,
de pronto salen dedos tuyos entre la nieve
y el austral pescador saca a la luz de pronto
tu sonrisa, tu voz palpitando en las redes.
Por eso es hoy la ronda de manos junto a ti.
junto a mi mano hay otra y hay otra junto a ella,
y otra más, hasta el fondo del continente oscuro.
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