jueves, agosto 14, 2008

CARNE DE CAÑON PARA EL MERCADO

ENVIADO Y PUBLICADO POR
ARAUCARIA CANADA
DIASPORA CHILENA

Carne de cañón para el mercado
Tal vez algunos gobiernos desconocen los datos concretos, por eso nos pareció muy oportuno el mensaje de Raúl fijando la posición de Cuba. Abundaré en aspectos que no pueden abordarse en una declaración oficial precisa y breve.

El gobierno de Georgia no habría lanzado jamás sus fuerzas armadas contra la capital de la República Autónoma de Osetia del Sur al amanecer del 8 de agosto, para lo que denominó el restablecimiento del orden constitucional, sin la concertación previa con Bush, quien el pasado mes de abril en Bucarest comprometió su apoyo al presidente Saakashvili para el ingreso de Georgia en la OTAN, lo que equivale a un puñal afilado que se intenta clavar en el corazón de Rusia. Muchos Estados europeos que pertenecen a esa organización militar se preocupan seriamente por la manipulación irresponsable del tema de las nacionalidades, preñado de conflictos potenciales, que en la propia Gran Bretaña puede dar lugar a la desintegración del Reino Unido. Yugoslavia fue disuelta por esa vía; los esfuerzos de Tito por evitarlo fueron inútiles después de su muerte.

¿Qué necesidad había de encender el polvorín del Cáucaso? ¿Cuántas veces irá el cántaro al agua antes de romperse?
Rusia sigue siendo una poderosa potencia nuclear. Posee miles de armas de ese tipo. Debo recordar que, por otro lado, la economía de Occidente extrajo ilegalmente de ese país más de 500 mil millones de dólares. Si Rusia no significa hoy el fantasma del comunismo; si ya no apuntan directamente hacia los objetivos militares y estratégicos de Europa más de 400 plataformas nucleares que fueron desmanteladas al desaparecer la URSS, ¿por qué el empeño en cercarla con un escudo nuclear? El viejo continente también necesita paz.
Las tropas rusas que se encontraban en Osetia del Sur estaban desplegadas en una misión de paz reconocida internacionalmente; no disparaban contra nadie.

¿Por qué Georgia escogió el 8 de agosto, cuando se inauguraban los Juegos Olímpicos de Beijing, para ocupar Tsjinvali, la capital de la república autónoma? Ese día cuatro mil millones de personas en todo el planeta presenciaron por televisión el maravilloso espectáculo con el que China inauguró esos juegos. Sólo el pueblo de Estados Unidos no pudo disfrutar ese día la transmisión directa y en vivo de la estimulante fiesta de amistad entre todos los pueblos del mundo que allí se escenificó. El monopolio sobre los derechos de transmisión había sido adquirido por un canal televisivo mediante el pago de 900 millones de dólares y deseaba obtener el máximo de beneficio comercial por minuto de transmisión. Las empresas competidoras tomaron desquite divulgando a esa hora las noticias de la guerra en el Cáucaso, que no eran exclusivas de nadie. Los riesgos de un conflicto serio amenazaban al mundo.

Bush sí pudo disfrutar el espectáculo como invitado oficial. Todavía el domingo 10, dos días y medio después, se le veía agitando banderas, fingiendo ser adalid de la paz y preparado para deleitarse con las victorias de los magníficos atletas norteamericanos, a los que sus ojos, acostumbrados a mancillarlo todo, veían como símbolo del poder y la superioridad de su imperio. En sus ratos de ocio, mantenía largas conversaciones con los funcionarios subordinados en Washington, amenazaba a Rusia y alentaba los discursos, humillantes para ese país, del representante de los Estados Unidos en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.

Algunos de los an tiguos países que integraban el campo socialista o parte de la propia URSS , hoy actúan como protectorados de Estados Unidos. Sus gobiernos, impulsados por un odio irresponsable contra Rusia, como Polonia y la República Checa , se alinean en posiciones de apoyo total a Bush y al ataque sorpresivo contra Osetia del Sur por Saakashvili, un aventurero de extraña historia que, habiendo nacido bajo el socialismo en Tbilisi, capital de su país, se hizo abogado en una universidad de Kiev, realizó cursos de postgrado en Estrasburgo, Nueva York y Washington. Ejercía esa profesión en Nueva York. Se configura como un georgiano occidentalizado, ambicioso y oportunista. Regresó a su país apoyado por los yanquis y pescó en el río revuelto de la desintegración de la Unión Soviética. Es elegido Presidente de Georgia en enero de 2004.

Ese país, después de Estados Unidos y Gran Bretaña, es el que más soldados tiene en la aventura bélica de Iraq, y no lo hace precisamente por espíritu internacionalista. Cuando Cuba, a lo largo de casi dos decenios, envió cientos de miles de combatientes a luchar por la independencia y contra el colonialismo y el apartheid en África, no buscó nunca combustible, materias primas ni plusvalía; eran voluntarios. Así se forjó el acero de nuestros principios. ¿Qué hacen en Iraq los soldados georgianos sino apoyar una guerra que ha costado a ese pueblo centenares de miles de vidas y millones de damnificados? ¿Qué ideales fueron a defender allí? Es muy lógico que ciudadanos de Osetia del Sur no deseen ser enviados como soldados a combatir en Iraq u otros puntos del planeta al servicio del imperialismo.

Saakashvili por su propia cuenta jamás se habría lanzado a la aventura de enviar el ejército georgiano a Osetia del Sur, donde chocaría con las tropas rusas emplazadas allí como fuerza de paz. No se puede jugar con la guerra nuclear ni premiar el suministro de carne de cañón para el mercado.
Esta reflexión estaba elaborada, cuando Bush habló a las 5 y 30 p.m., hora de Cuba. Nada desdice lo que aquí se analiza; sólo que la guerra mediática del gobierno de Estados Unidos es hoy más intensa todavía. Es la misma maniobra prediseñada que no engaña a nadie.

Los rusos han declarado con absoluta claridad que la retirada de los invasores al punto de partida es la única solución decorosa posible. Ojalá los Juegos Olímpicos puedan continuar sin ser interrumpidos por una gravísima crisis. El partido de voleibol femenino contra un buen equipo de Estados Unidos fue fenomenal, y la pelota no ha comenzado todavía.


Fidel Castro Ruz
11 de agosto de 2008
6 y 21 p.m.

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