EN MIS 70 CON LA DIÁSPORA DETRÁS.
Por Félix Sautié Mederos.
E-Mail: fsautie@yahoo.com
Queridos lectores, cuando se publique esta crónica habré cumplido 70 años, precisamente el 28 de julio 2008, ya va siendo una vida larga y pletórica en avatares, circunstancias y coyunturas disímiles, muchas veces encontradas y controvertidas, otras felices y esperanzadoras. Debo confesarles que cuando miro hacia el camino que he recorrido experimento una acumulación de alegrías y tristezas. Es una extraña mezcla que resulta natural y lógica porque la existencia humana no se desenvuelve casi nunca por senderos allanados. Se le interponen la adversidad, la envidia y muchas veces el oportunismo. He comprendido por experiencia propia que la contradicción entre el bien y el mal es una dinámica externa e interna, que se manifiesta de forma permanente con independencia de nuestra voluntad y cuyo reto no podemos eludir. Me he sentido inmerso en esta dinámica, he luchado mucho desde muy joven afrontando grandes conmociones y cambios. También puedo decir que he cometido errores y que he caído en negaciones como las de Pedro. He sido un hombre común que ha pecado en medio de una lucha pertinaz para levantarse por encima de sus faltas y de sus errores dentro de una alternancia que es frecuente en la vida humana. La época en que he vivido ha sido convulsa y cambiante, he visto guerras, derrumbes, traiciones, ejemplos de altruismos. He cultivado una espiritualidad y una mística muy personal, unas veces aceptadas socialmente y, otras no como consecuencia de prohibiciones extemporáneas que han marcado en mí ser interior huellas indelebles que arrastro desde hace mucho tiempo. Aún hoy en los momentos en que escribo desde La Habana, percibo señales de controles que se ciernen sobre mi persona tratando de limitar mi pensamiento y mis formas de expresarlo, así como mi labor docente. Hay fuerzas ancladas en el pasado y en los esquemas que aún pujan por detenerme y si les fuera posible, si compasión alguna me destruirían. Yo comprendo que eso también es parte de la vida, porque cuando uno actúa, se define, piensa con cabeza propia, procura hacer el bien, respeta el pensamiento de los demás y no se deja llevar por los esquemas dogmáticos que tratan de imponernos los poderosos de este mundo, entonces se busca gratuitamente a muchos enemigos, cosecha envidias e incluso odios, se convierte en un “conflictivo” para los que quieren controlarlo todo porque no soportan que otros sean independientes. Estas improntas propias de los poderes temporales se transforman en una Espada de Damocles que pende sobre nuestras cabezas con la amenaza de abatirnos en cualquier momento. He arribado a esta etapa de la vejez con la sensación de estar acechado por amenazas sutiles y casi virtuales. Es muy difícil poder descansar tranquilo cuando se escribe, se opina, se realizan análisis y se publican crónicas sobre la realidad que vivimos en la Cuba de hoy. Además me encuentro embargado por la angustia de la diáspora que cuelga de mis espaldas, tengo en la diáspora 5 de mis 7 hijos vivos. Pasaré mi cumpleaños sin ellos, tampoco estarán conmigo 5 de mis 8 nietos, incluso hay una nieta (Carlota) nacida en Sevilla recientemente que todavía no conozco. Es mucha diáspora la mía. ¿Quién entonces tendría autoridad para convencerme del insulto y el rechazo a los que se marcharon? En resumen, puedo decir que cuando cumplo los 70 años, tengo fe en Dios, continúo luchando por un mundo mejor, creo en el futuro y me acompaña mi Elena querida.
El Puerto Información, Cádiz, lunes 28 de julio del 2008
viernes, agosto 01, 2008
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