Desde Venezuela
MARÌA RODRÍGUEZ, PREMIO NACIONAL DE CULTURA POPULAR
ELIGIO DAMAS
Lyl Rodríguez Serrano, directora de TVES y por encima de todo periodista comprometida y de exquisita sensibilidad, escribió para “Últimas Noticias”, el día jueves catorce, o mejor ayer, a propósito del reconocimiento, como ella misma dijese, de lo que el pueblo ya ha reconocido, de la labor de María Rodríguez, a quien han llamado “La Sirena de Cumanà”:
“Quien esto escribe- dijo la periodista mencionada- recuerda a María desde los tiempos de las tabaqueras cumanesas donde laboraba y desde los tiempos de su canto confundido con el murmullo del Manzanares, que son los tiempos en que Benito Irady, en la Dirección de Cultura de la UDO, ratificó la búsqueda de lo que en verdad nos representa para preservarlo así fuera en un afiche, un poema, una canción, un video o una fotografía”.
Y es que el Ministerio del Poder Popular de la Cultura, por intermedio de un jurado designado al efecto, escogió a la cumanesa María Rodríguez para otorgarle el Premio Nacional de Cultura Popular.
En verdad, no sé con certeza si el reconocimiento inicial de lo que María Rodríguez representaba y representa por parte de la UDO, se le debe a Benito Iradi o Alfredo Armas Alfonzo, el exitoso escritor nativo de Clarines y autor entre otras obras significativas del “Osario de Dios”, en la que las ánimas en pena van de aquí para allá como en “Pedro Páramo” de Juan Rulfo.
Pero lo que si recuerdo con certeza es que, antes que los dos nombrados apareciesen por Cumanà - no navegaos pero si viajados, para rememorar a los margariteños- y que la UDO naciese, ya María había fundado su cátedra ambulante de folclore (¿o folclor?), canto, comparsas y teatro popular.
Los cines cumaneses La Glaciere y Paramount, con sus series de episodios y sus películas de vaqueros, como las estelarizadas por Bob Jones y Tim Mccoy, contaban con una suerte de competencia en el teatro popular y verbenas de María Rodríguez. Sólo que ella entregaba su arte por placer, a cambio del aplauso y reconocimiento de la sensibilidad cumanesa. Lo de la UDO llegó cuando la incansable y tenaz artista popular llevaba unos cuantos años deleitando a sus paisanos y haciendo arte. La televisión aún no había aparecido y encargado, en gran medida, de poner a la gente a ver en la pantalla totalizadora y enlatadora en lugar de seguir miràndose a sí misma. En Cumanà, Radio Sucre apenas comenzaba a oírse; “La publicidad Sol”, una emisora de circuito cerrado y el periódico “El Renacimiento”, del editor Juan José Acuña, eran los medios encargados de difundir las acontecimientos locales, nacionales y hasta internacionales. “El Crimen Más grande del Mundo”- título de una novela inédita de quien esto escribe- que se refiere al ecocidio que significó la destrucción del manglar y la laguna en la parte norte costera de la ciudad, para construir la llamada Avenida Perimetral, todavía no se había cometido.
Imagínense ustedes que cuando Luis del Valle Hurtado, se cansó de recorrer las calles de la “Sultana del Manzanares”, desde Caigüire hasta el Salao, en los días de fiesta, fingiendo ser Tarzán de los Monos” y optase por convertirse en el célebre “Diablo de Cumanà”, ya María Rodríguez tenía un largo historial de actividad creativa, de cantante, bailadora, teatrera, maestra de folclor y diría que, por encima de todo, comparsera.
La más significativa comparsa cumanesa, que es una mezcla de baile, música, canto, poesía y teatro, para escenificarlo en la calle, “La culebra”, llegué a verla por primera vez, creo que en la calle Rendón, en mis años de niño, bajo la dirección y figura principal de esa exquisita, sensible e incansable artista de mi pueblo.
Hoy día de Santa Inés,
patrona de Cumanà,
hemos venido la culebra a celebrar.
Esta comparsa fue tan celebrada y escenificada como aquella otra, que ganase un premio nacional de la especialidad, llamada “El Zamuro”. Uno de cuyos versos cantaba:
Este zamurito que viene de Roma
A comer podrìo aquí en Las Palomas….
Y mientras el coro cantaba los versos, el bailarín que hacia de zamuro, interpretaba con gracia lo que he llamado “la danza fúnebre del zamuro”; los pasos que el ave de rapiña desconfiada da, antes de decidirse a picotear la carroña. “No vaya a ser que este hijo de puta esté vivo”, como se expresa en la novela antes mencionada.
Porque los cumaneses de siempre, sobre todo las generaciones del siglo veinte avanzado, fueron grandes comparseros Y entre ellos María fue “La Reina”.
El pañuelo era lanzado al final de la actuación, con discreción y humildad, para que en él el público premiase, además del aplauso, a los artistas, colocando monedas. Era la manera de contribuir un poco con aquellos espectáculos populares, pues sólo podía servir para cubrir algunos gastos hechos por los abnegados promotores y participantes. Muchas veces, sólo para hidratar a los comparseros que bailaban, cantaban, tocaban, actuaban todo el día y caminaban unos cuantos kilómetros bajo un sol sofocante.
. En las fiestas de carnaval y semana santa y decembrinas, María recorría la ciudad de “cabo a rabo” con sus comparsas, usualmente seguida por una multitud. Luego se unió a un insigne bandolinista sucrense llamado Daniel Maíz y entre ambos enriquecieron la música y el canto popular de su tierra.
Cuando la Dirección de Cultura de la UDO, institución nacida comenzando la década del sesenta del siglo veinte, ya María Rodríguez era una institución sembrada en el pueblo cumanés.
De modo que esta dama, que ahora ha recibido el premio nacional de Cultura Popular bien lo merece. El haber pasado toda su vida, mucho más de cincuenta años, con tenacidad, sin decaer, a promover y exaltar la música, la cultura popular de su terruño, que forma parte del patrimonio venezolano, sin hacer concesiones, con la convicción y firmeza que la caracteriza es más que suficiente. No obstante, a ello habría que agregarle su amor por los valores que ha promovido.
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