Desde Venezuela
¿QUIÉN MÁS PODRÁ DEFENDERNOS?
Funcionarios “revolucionarios” que razonan en contrario.
ELIGIO DAMAS
Chávez, no puede solo. Pese todo el empeño que pone, su dedicación más que exclusiva al proceso revolucionario; su intromisión en cosas que al parecer están en el ámbito de la responsabilidad específica de otros, no parecen ser suficientes para que el proceso avance como debe.
Inicialmente, pensamos titular ¿Para qué sirve un concejal?, pero meditándolo bien, concluimos que sería una injusticia; pues las omisiones, gestos de indiferencia, el pensar “ese no es asunto mío”, o “no voy a meterme en camisa de once varas”, que parecen subsistir en ámbitos del poder constituido, hace de concejales sólo una parte del problema.
Y es justo preguntarnos como el título, cuando hemos oído al presidente, expresarse con furia e indudablemente con dolor, al enterarse que más 456 millones de dólares, erogados para la adjudicación de proyectos que debieron materializarse a finales del 2006, parecieran haberse evaporado. Menos mal que Luis Reyes, secretario de la presidencia, como dicen los venezolanos, a aquel le ha estado haciendo la segunda.
Y en lo que sin duda es un lamento, el máximo líder de la revolución, sugiere responsabilidad por omisión, por lo menos, de funcionarios del Estado a diferentes niveles. Estos, como estaban obligados, no hicieron las supervisiones correspondientes. Eso es lo que se desprende de las manifestaciones dadas por el presidente en el “Aló” del 12 de julio, próximo pasado.
Pareciera que, nos quisieran acostumbrar a que la revolución camine sólo en aquellos espacios donde transita el presidente y vemos los problemas y las sendas a seguir, sólo cuándo y dónde éste los señale. Es para parodiar aquello que, se limpia por donde habrá de pasar la novia; la revolución se iniciará, únicamente cuándo y dónde Chávez, de manera concreta, incluyendo regaño, así lo determine. Inventamos o erramos, lo dicho por nuestro Robinson, es una frase para las academias.
Es como aquella historia venezolana oficialista y burocrática, que nos hizo creer que ella sólo transcurría por donde pasase Bolívar. Entonces así, donde él no estuvo o no se registró su presencia, no hubo historia. Fueron entonces pueblos que existieron, pero nada meritorio hicieron como para reseñarlo, aunque en ellos se hubiese reinventado la rueda o mantenido por años, como en algunos pueblos llaneros, la resistencia permanente al dominio español.
Es decir, si Chávez no pasa o se detiene, como no le es posible hacerlo, por todos los sitios, calles, rincones, en ellos no habrá ni intento de revolución. Y, en casos, si pasa y algo se intenta, una vez ido, todo se detiene o se rebobina la película.
Así, espacios ejidales adecuados para construir parques, se venderán para construir hipermercados o centros comerciales; el latifundista puede descansar tranquilo, con su conciencia y todo, pues nadie le detectará y menos habrá quien le moleste. Tierras con vocación para el cultivo de legumbres se pueden dedicar a lo que sea, nadie se percatará de ello. ¡Dios les salve de la importuna aparición de Chávez!
¿Qué determina ese proceder? ¿Temor, compromisos, inseguridad, incomprensión del rol que se juega, falta de voluntad política o ausencia de política por in funcionalidad del colectivo?
Alguna de estas hipótesis podría resultar buena. Pero, pareciera más justo y equilibrado optar por la última. Esta implica preguntarse, ¿en las regiones, en las entidades federales, en las ciudades, pueblos, etc., hay diagnósticos y estos insertados están en un plan coherente con la táctica y estrategia popular, gubernamental, partidista, en definitiva en el proceso revolucionario?
Por lo que uno ve, pareciera que hay menos de eso de lo que se desea. Muchos funcionarios, independientemente del organismo y el ámbito que se trate, pareciera que hacen, si no lo que les venga en gana, por lo menos lo que le dicte su sentido común. Y este suele estar interferido por los valores de las clases dominantes o por lo menos del proceder tradicional y anquilosado. Esto hace que funcionarios del ambiente o del ente relativo a las tierras o urbanismo, por citar algún caso, no enfrentan violaciones flagrantes y hasta obscenas, porque otros organismos dieron permisos o “eso se hizo antes de nosotros llegar aquí”.
De acuerdo a este proceder, conforme al sentido común, Chávez debe dejar todo como está porque así era cuando él llegó. Lo triste es que esos funcionarios lo son de la revolución, pero razonan como si estuviesen contra ella.
Es pertinente que hablemos del camino que debe construir el caminante, para volver a Antonio Machado, y que los revolucionarios, funcionarios de gobierno, representantes, se tomen el trabajo de detectar los problemas y consultar el rumbo específico, concreto, que marcan las rosas de los vientos. De proceder así, siempre coincidirán con Chávez.
Por estas cosas, por aliviar las angustias y frustraciones que acogotan al pueblo y agobian al presidente, que quisiera estar en todas partes, más no puede, cabe decir con certeza que al partido, de simple máquina o apéndice electoral, le debemos rescatar, desatar y convertir con premura en un cuerpo revolucionario. Que se inserte en el pueblo, ayude a multiplicar los concejos comunales y haga sentir el poder del colectivo. Podría ser buena la idea de las patrullas, pero no desperdigadas, como simples palomas mensajeras, sin control, coherencia, ni política.
viernes, julio 17, 2009
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