Desde Venezuela
¿QUÉ HACER CON LOS CONSEJOS LRGISLATIVOS REGIONALES?
Parte II
ELIGIO DAMAS
Uno que es idealista y no va dejar de serlo, cree que la representación popular debe ser un honor. No una “chamba cualquiera”, como diría un mejicano, ni un “matar un tigre”, como en nuestro lenguaje coloquial decimos.
Y los honores hay que ganárselos, pero no en términos clientelares, repartiendo bolsas de comida, besando aquí y allá, sino por la calidad del ciudadano y lo útil de sus ejecutorias. Y para quien hable de clase social, le garantizamos que, en cada una de ellas, abundan individuos dignos de tales reconocimientos.
Una de las maneras de procurar que la representación parlamentaria sea eso, un honor, es restándole atractivo pecuniario y que deje de ser una forma de vida o una profesión. Que antes que diputado el individuo sea ciudadano, trabajador al servicio de la sociedad y digno de respeto.
Para eso, la representación parlamentaria regional, que la es por Municipio, no tiene porque exigir dedicación exclusiva por todo el tiempo que ella dure. Si nosotros elegimos, por el sistema actual, a un maestro como diputado, no sólo tendríamos que pagarle el sueldo y beneficios convenidos para tal función, sino que habría que colocar en la escuela alguien que, como interino, le sustituya mientras ejerce sus nuevas responsabilidades. Es decir, el gasto que eso ocasiona es ostensible e innecesariamente elevado.
¿Qué tal, si ese maestro, devengando sólo su salario y una dieta discreta adicional por los gastos que la representación le ocasiona, ejerce sus funciones legislativas, pero sólo cuando eso sea necesario?
Estamos hablando de un CLR o como se llame, que se reúne en plenaria por tiempo prudencial para sancionar leyes y cualquier otro instrumento, cuando la necesidad lo imponga y su directiva le convoque. Mientras esto no suceda, el maestro de que hablamos, retorna a su escuela, actividades habituales y no percibe la dieta arriba mencionada y menos acumula pasivos.
Hemos dicho que habrá una directiva o “Comisión de Mesa”, escogida mediante las normas establecidas, que funcione de manera permanente, prepare el trabajo parlamentario, coordine el proceso de elaboración de proyectos, que habiendo ingenio, derecho a la participación ciudadana a través de sus infinitos medios, poco gasto ocasionaría al Estado.
Los diputados mismos, que por la naturaleza de la escogencia y representación, saldrán de la mejor reserva de la sociedad, interactuando con sus representados y la comunidad, pueden y deben presentar las aspiraciones y deseos de ellos, plasmados en proyectos de leyes u otros instrumentos.
Pero aún quedan cosas que dilucidar, como las funciones contraloras y de vigilancia sobre el Estado. Funciones que por cierto, salvo las relativas a la ejecución presupuestaria, no se ejercen en términos que el ciudadano pueda sentirse satisfecho. Pero de eso hablaremos luego.
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