LA EXHORTACION PASTORAL O
POR ESAS CALLES CALIENTES
Eligio Damas
Es muy complicado abordar ese documento en un solo artículo. Es muy largo y sus contenidos ideológicos obligan a un manejo muy detenido y extenso. Pero no vamos a tratarlo globalmente, lo que es poco recomendable para poner las cosas en su sitio y para no caer en el facilismo de adjetivar o simplemente descalificar, justamente uno de los defectos del documento de los Obispos. Hemos optado por tomar solamente algunos aspectos, eso si muy resaltantes. Pero pido excusa a mis lectores por extenderme un poco; lo creo necesario.
Los Obispos aspiran “construir un continente de la vida, del amor y de la paz”. Pero no sólo eso, también quieren “la transformación de nuestro pueblo con el brillo del esplendor de la verdad, la justicia y se experimente la fuerza del amor fraterno”.
Uno podría decir en este instante, ante esa declaración, que tal parece que leyó a alguien que quiso dejar todo y a todos en el limbo, pese a que hace poco a éste lo borraron del mapa. ¿A qué otra cosa sino a eso, deben entregarse las iglesias cristianas, la católica y las otras, que tienen además los mismos derechos constitucionales y no obstante hacen menos bulla? Y lo que es más, también quienes declaramos sin ambages ni subterfugios por un cambio de la sociedad venezolana, aspiramos lo que los Obispos vagamente definen y tambièn por cristianos y catòlicos. Todos los generosos del mundo quieren eso.
Pero debieron comenzar por reconocer que esta sociedad, caracterizada por los defectos que reseñan, es una decadente formación capitalista, es la vieja que no quiere morir. Es decir, la aspiración que éstos expresan vagamente y que nosotros así compartimos, se logra dentro de un orden social distinto al que padecemos. O lo que es lo mismo, para transformar a nuestro pueblo, tenemos que cambiar las relaciones de distinta naturaleza que en última instancia lo conforman como es. Y esto es lo que intenta el gobierno y el “Socialismo del Siglo XXI”. Las bonitas y hábiles declaraciones no son suficientes; son los hechos los que cuentan. ¿Con quién estoy? ¿Con quiénes quieren cambiar la vida, las bases que hacen la sociedad de una manera u otra o con quiénes quieren todo siga como era para seguir disfrutando egoístamente?
Como dijo alguien, no basta diagnosticar la sociedad, es necesario transformarla. Los lamentos y gestos piadosos no son los medios adecuados para curar los males generados en una sociedad podrida.
Y a propósito cabe preguntarse, ¿esas otras iglesias tienen pocos, muy pocos feligreses, en Venezuela? ¿Acaso no son importantes? ¿O por el contrario, cuantitativamente significan mucho? ¿Y los indígenas con sus propias creencias, reconocidas en la Constitución no tienen nada que decir? ¿O es, como uno espera, que no se sienten amenazados, porque nada tienen que perder? ¿Será por esto último que se empeñan en vivir discretamente? ¿No será que su fe y esperanza no se espantan por los cambios que Venezuela reclama y el gobierno propugna? ¿No es hora que hagan oír su voz y dejar sentado sus derechos en un país de libre culto?
¿Y la opinión de la CEV es la de la mayoría de los católicos venezolanos, sacerdotes o no? ¿No será el criterio de un cenáculo sin asidero ni relación fluida e interactiva con el pueblo católico y cristiano?
¿No es acaso la mayoría del pueblo venezolano católico por tradición e historia? ¿Se le consulta al pueblo catòlico al momento de emitir esas opiniones en nombre de la iglesia?
¿Ese 70 % de venezolanos que respalda al presidente, según Seijas y Asociados, una encuesta asertiva, no tiene un alto porcentaje de católicos?
¿O es que los católicos pobres no son del interés de la alta jerarquía? ¿O ésta está empatada en tesis reaccionarias que valoran al pobre, necesariamente inculto, incompetente y sin opinión valedera?
¿No suena esto a las viejas teorías de Sepúlveda, según las cuales los pueblos indígenas no tenían alma y por tal razón no debían tratarse como humanos? ¿En este caso los pobres, los excluidos, no merecen la atención de la alta jerarquía?
Según el documento de la CEV, lo más preocupante es que el gobierno piensa instaurar un “modelo social bajo el signo ideológico del Socialismo del siglo XXI”. La palabra ideológico es clave, está puesta allí con muy calculada intención. Acusan siempre al gobierno de ideologizar y dicen y sugieren que eso es un pecado o un delito; es decir, algo indebido. Satanizan la palabra ideología y al Socialismo del Siglo XXI, con fines inconfesables
¿Y qué es el modo de vida capitalista, rentista, especulador, mercantil, mercachifle, contrario a la vida, el amor y la paz, valores éstos tres últimos que los Obispos dicen defender; no es acaso un modelo material, estructural, cultural e ideológico? ¿Acaso vamos a mentirle a la gente diciéndole que la vida en este sistema capitalista es inodora, incolora e insípida?
¿Solamente los capitalistas, que por definición son minoría, tienen derechos a hacer que prevalezcan sus valores, creencias y hábitos?
Y además, es obvio, que el capitalismo, sobre todo en el caso de las sociedades latinoamericanas, demostró su incompetencia para resolver esas carencias, que existen porque están en la naturaleza del sistema que aún permanece vivo e intacto y no por el intento de cambiarle. Esos problemas, que los Obispos enumeran, son el resultado de más de cuarenta años de malas políticas, de asalto al erario público, del control del país por mafias y el capital internacional, que como en el área petrolera, nos estafaron pagando lo indebido y maniobrando, con la complicidad de funcionarios venales, para colocar el precio del petróleo en niveles miserables y sumado a ello el empeño de mantener vivo un sistema que se agotó. ¿Qué, aparte de saludar tibiamente a la bandera, hizo la jerarquía eclesiástica ante esas situaciones? Que uno sepa, si es cierto, en algunas pastorales se quejaron en abstracto, pero se cuidaron de mantener las relaciones en el mejor nivel con los responsables de dentro y fuera de la acumulación de los problemas que ahora tenemos y de los asaltos a mano armada a la riqueza nacional. Nunca propusieron trascender los límites de las relaciones que nos han asfixiado.
Justamente, en esa expresión peyorativa, contra el proyecto conocido nacional e internacionalmente como “Socialismo del Siglo XXI”, pues no es sólo cosa de los venezolanos, está el primer intento del documento de la CEV de descalificar, considerando a quienes les pueden atender de buena fe, de ingenuos, para no decir otra cosa y con ellos usar el terror en vez de la razón para ganárselos.
Y llegan al extremo, impropio del rol que le corresponde, de especular e inventar, sobre la base de rumores, chismes diría uno, puestos a correr por enemigos del gobierno, para llegar a conclusiones absurdas como que se pretende crear un sistema fundamentado en el marxismo-leninismo, con lo que quieren recrearnos en lo que fue la Unión Soviética. Los Obispos saben bien, hay prueba de ello, que el proyecto del “Socialismo del Siglo XXI”, nada tiene que ver con ese fantasma que están agitando, haciendo coro con la oposición para desacreditar al gobierno. No aportan ni una prueba para sustentar lo que dicen, pero sin recato lo afirman. Y lo que es peor, de una consigna, que ellos mencionan en su documento, derivan la conclusión mencionada, lo que revela una sorprendente simpleza y un asombroso deseo de meterles miedo a los venezolanos. Aquí si es verdad, que uno podría aún con pena y pudor, usar la procacidad del Obispo Luckert, quieren meterles un chuzo a los venezolanos.
¿Cómo un cristiano, una autoridad eclesiástica, una persona honesta y que se respete, puede hacer afirmaciones o sacar conclusiones de algo que confiesa sólo conocer por rumores?
Y hablan con alarma del problema del narcotráfico. Pero no son capaces y lo suficientemente equilibrados, para reconocer y denunciar, que ese flagelo que atosiga no solamente a Venezuela, tiene dos polos que lo soportan y lo difunden. ¿Por qué no denunciar a Estados Unidos, primer consumidor de la droga y, en consecuencia, destino final de lo que en abundancia se produce especialmente en Colombia? ¿Por qué no admitir el esfuerzo del gobierno nacional para combatir una situación de la cual somos víctimas, como puente usado ilegalmente por productores y distribuidores? ¿Por qué no denunciar al gobierno del país del norte que nada efectivo hace para disminuir ostensiblemente el consumo entre sus nacionales?
¿No es este comportamiento también suficiente para reconocer que la alta jerarquía eclesiástica sólo está interesada en agredir al gobierno nacional? ¿Es injusto pensar que actúan más como operadores políticos que como mediadores interesados en la reconciliación nacional?
¿Cuántas pastorales o documentos existen con denuncias de los excesos contra las buenas costumbres, los principios cristianos y la salud mental de los venezolanos, que se cometían en RCTV? En verdad varias. Y ante ellas, los gobiernos casi siempre eludieron el asunto y el canal de marras se rió a mandíbula batiente. Pero ahora, los Obispos protestan que no se le haya renovado la concesión al canal, procedimiento ajustado a derecho, porque eso “es un atentado a la libertad de expresión” y “reduce los espacios comunicacionales”.
¿Qué defienden? ¿La libertad de expresión o el indebido derecho de un grupo de empresarios a usufructuar un espacio de los venezolanos hasta la eternidad?
¿Renovar la concesión a RCTV, es decir garantizarle a una familia el uso del espacio radioeléctrico por siempre, es una garantía de la libertad de expresión? ¿Esa libertad incluye los desafueros tantas veces cuestionados por anteriores jerarcas de la iglesia?
¿Se reduce la libertad comunicacional si se le permite a cientos de nuevos venezolanos, comunidades independientes, productores, etc. hacer uso de un espacio radioeléctrico, donde solamente se transmitían los mensajes, hasta cuestionados por la iglesia, elaborados, diseñados por un pequeño grupo de la èlite? ¡Cuánto duelen los negocios! Uno, cristiano, que se conforma con poco, toma conciencia de ello, cuando escucha los lamentos de los dolientes, de primera o segunda línea.
Justamente en este punto, es bueno hacer referencia a lo que ha señalado el señor Gustavo Cisneros, dueño de Venevisiòn, a quien no puede señalársele como “chavista” o amigo del gobierno. Dice el personaje mencionado: “los acontecimientos políticos del país dejaron como lección que la posición de un canal de televisión parcializado no ayuda a resolver el conflicto sino, más bien a extenderlo” y, agregó que cuando un canal de televisión pretende sustituir a los partidos políticos, “abona el terreno para empeorar la situación”.
¿Este razonamiento de Cisneros no es aplicable a la alta jerarquía católica? ¿No ha entendido ésta que su conducta, pese a ser los jefes de la iglesia de millones de venezolanos chavistas y no, pero donde los primeros mayoría son, no “ayuda a resolver el conflicto sino, más bien a extenderlo?
Y por último, no porque el documento termine aquí, sino que no queremos alargar más esto, los Obispos se congratulan por la aparición de un movimiento estudiantil que sale a protestar y denunciar el ejercicio “poco democrático del poder y reclaman una Venezuela para todos, pregonando la reconciliación”. Pero uno se asombra como a los Obispos, presuntamente interesados en la reconciliación, para nada les llama la atención los miles y miles de estudiantes que manifiestan su solidaridad con el gobierno nacional y el proyecto de “Socialismo del Siglo XXI. ¿Será que esos jóvenes son invisibles, no católicos o de éstos que no merecen ser tomados en cuenta?
Los Obispos dan por sentado que en Venezuela “se ejerce poco democráticamente el poder”. Es la consigna no de quienes buscan la reconciliación y tratan de buena fe de acercar a los opuestos, sino la de quienes ya han tomado partido. Y esto no es nuevo. Basta recordar los sucesos de Abril y el rol desempeñado por altos personajes de la iglesia.
¿Cómo se entiende la reconciliación?
¿Será devolver las tierras a los latifundistas, mantener la indigna situación que las escuelas universitarias sean coto cerrado de èlites, adonde los hijos del pueblo no tengan acceso? ¿Reconciliación es que el espacio radioeléctrico se mantenga bajo el control de un pequeño grupo de privilegiados? ¿Qué las empresas petroleras vuelvan por sus fueros a pagarnos con monedas lucias? ¿Reconciliación es permitir a especuladores actuar sin coto ni medida? ¿Será permitir a productores y comerciantes matar de hambre a los venezolanos?
¿En fin, reconciliación es poner las cosas tal como estaban antes, cuando los Obispos no tenían razón alguna de quejarse? ¿Cuándo el gobierno americano nos veía como una democracia “ejemplar”, dadivosa y entregada, mientras el pueblo desde las gradas más lejanas, presenciaba el festín, donde sólo unos pocos, de esos inconformes de ahora, se daban la gran vida?
Hablemos de reconciliación, pero admitiendo todo lo bueno que este gobierno hace por el pueblo y la dignidad nacional.
NO SE HABLA DE RECONCILIACIÓN SÓLO DESTACANDO LO QUE SE CREE MALO Y HASTA LO QUE INVENTAMOS PARA JUSTIFICAR EL DISCURSO OPOSITOR. ESTE PROCEDER PARECE DESTINADO, AUNQUE ESA NO SEA LA IDEA Y UNO QUIERE PENSARLO ASÍ, A QUE SALGAMOS POR ESAS CALLES CALIENTES.
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