Desde Venezuela
PAPÁ NOEL, CAPERUCITA ROJA Y MCCAIN, PODRÍAN SALTAR LA TALANQUERA
ELIGIO DAMAS
Mi amiga pasó dos días, entre Lecherías, Barcelona y Puerto La Cruz, yendo de un sitio a otro; ya de eso, cansada estaba, justamente la tarde que la encontré; ella habitualmente fresca e impecable, daba muestras de agotamiento y exhibía su frente sudorosa.
Como la percibí en problemas, después de saludarle le interrogué por la causa de sus incomodidades.
Me contó que había recorrido casi todas las tiendas de los lugares antes señalados, sobre todo las de los grandes centros comerciales, buscando ropa y alguna que otra prenda de color rojo para vestir a sus hijas en las venideras fiestas navideñas. Hasta ese momento, en ninguna de las tiendas visitadas ofrecían lo que ella afanosamente solicitaba. Todo lo que tuviese color rojo, por lo menos en lo que a prendas de vestir se refiere, no apareció en ninguna de aquellas tiendas de clase media para arriba que ella había visitado.
Al parecer, los comerciantes, pensé al principio de su narración, habían optado por poner en lista negra a Caperucita Roja, Papá Noel y hasta el mismísimo Mccain (el Lobo Feroz), quien como pudimos ver, usó el color rojo en su campaña. Esto último no me extrañó por aquello que del “árbol caído todos hacen leña”.
Papá Noel y Caperucita Roja, son dos valores de la cultura occidental y particularmente de sus clases media y alta, por lo que no veía razones para aquella retaliación.
La Caperucita Roja o “Le Petit Chaperon Rouge”, cuento que el escritor francés Charles Perrault, recopiló de la tradición oral y publicó en un volumen de cuentos en 1697, bajo el título “Los cuentos de Mamá Gansa”; también apareció en 1812, bajo la versión de los hermanos alemanes Grimm; siendo ésta la que hoy se conoce.
Papá Noel, al parecer tuvo su origen en Turquía. Personaje inspirado en un tal Nicolás de Bari; luego pasó a Finlandia donde tomó aquel nombre. Y llegó, con la cultura de los holandeses, a lo que hoy se conoce como Nueva York con el nombre de Santa Claus. El prestigioso escritor Washington Irving, autor entre otras cosas de la exquisita obra “Cuentos de la Alhambra”, donde desde el majestuoso escenario del palacio árabe, que incluye al Generalife y sus jardines, de la ciudad de Granada, la que fuese parte del Califato de Córdoba, cuenta historias de moros, cristianos, soldados extraviados e indigentes- entre estos últimos vivió - , popularizó al personaje navideño.
Más tarde el dibujante sueco Thomast Nest, le dio la figura y los colores, tal como se le conoce en todo el mundo. Por cierto, el rojo de la vestimenta del personaje prodigado en regalar a la infancia, promotor de ventas de la mercadería capitalista, pero también de sueños, fue tomado del traje de obispos y cardenales. Santa Claus está pues asociado a éstos, al invierno del norte y se desplaza en un trineo tirado por renos, animales también septentrionales.
¿Qué tienen en común Caperucita Roja y Papá Noel, San Nicolás o Santa Claus?
En primer lugar, ambos personajes están relacionados con los niños y los dos visten de rojo. Además de ser valores simbólicos de la cultura occidental y altamente apreciados por las clases medias y altas, donde se le narra a la infancia el cuento de la niña y el lobo feroz y se les compra por millones la historia escrita y los videos de los cuales Walt Disney hizo una fortuna. En tanto que el enérgico viejo navideño, que se cuela en las casas por las chimeneas, es un icono del capitalismo y la economía de consumo que en navidad se desborda. Las clases medias y altas, incitadas por Papá Noel, gastan más allá de lo indecible.
Lo de Mccain era imaginable y fácilmente deducible; hasta Globovisiòn comienza a ver a Bush y su delfín con malos ojos. ¿Pero por qué esa discriminación o conspiración contra el generoso anciano y la niña del cuento infantil, dos valores ancestrales de la cultura capitalista y occidental norteña? ¿Por qué sus colores han sido como execrados por quienes siempre los han amado y comercializado por demás?
Motivado por mi extrañeza, pregunté a mi amiga la razón por la cuál ese color estaba siendo discriminado o excluido. El rojo está asociado, segùn los chinos a la abundancia; inocencia, amor de Caperucita, alegría, generosidad y cariño por los niños de Papá Noel. Para muchos, sencillamente sugiere la navidad, una fiesta muy propia de nuestro mundo, llena de alegría, amor y generalmente nos provoca bellas evocaciones.
“En dos tiendas- comenzó a explicarme la amiga- donde pregunté, entre las muchas visitadas, las empleadas me respondieron que los dueños no han traído ropa de ese color y por ahora, no piensan hacerlo”.
“Pero, no es cosa de ellos o ellas, dijeron las muchachas – continuó hablando mi amiga- es que desde hace un tiempo para acá, los o las habituales “clientes y clientas” – ojo lo dije como ahora se acostumbra- de estos negocios no quieren saber de rojo, por no recordar al “zambo loco”, su partido y sus candidatos.
Es más, ahora entiendo, medité después de escucharla, por qué en estos días, en muchos negocios cuya clientela incluye en gran medida a gentes de clase media y alta, los Santa o Papá Noel, aparecen vestidos de verde como si el septentrional anciano fuese copeyano. Y conste que éste, la niña que visitando a la abuela se topó con el lobo, nada tienen que ver con Sabaneta.
Por esa discriminación pueril, muestra de poca inteligencia, sectarismo y por demás odiosa, a uno no extrañaría que Caperucita Roja, Papá Noel, Mccain (el Lobo Feroz) y hasta los Cardenales de San Luis, se calienten y la talanquera salten.
Los obispos y hasta cardenales, es decir altos prelados de la iglesia, deberían hacer lo mismo, pero ellos los pies tienen hundidos en el pasado y, por eso, ese salto les resulta imposible.
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