SE ES O NO SE ES; CON LA REVOLUCIÓN O CONTRA ELLA
En Barcelona, votaremos por Tarek y las llaves de Chávez
ELIGIO DAMAS
Estamos acercándonos, como muy velozmente, al momento en que habremos de votar. El 23 de noviembre ya está allí mismo. Iremos a unas elecciones de significativa trascendencia. Pese al carácter regional de las mismas, pues sólo vamos a escoger gobernadores, alcaldes y diputados a los Consejos Legislativos, el resultado que de ellas emane, marcará el destino de Venezuela.
De unos años para acá, con posterioridad a la primera elección del presidente Chávez, los venezolanos debatimos entre regresar al pasado, sostener una anquilosada estructura que se fractura, intentar hacer flotar una nave que venía haciendo aguas por todos lados, una formación capitalista ineficiente e inhumana, volver con los programas neoliberales que han terminado por arruinar a medio mundo y convalidar una dirección que solo piensa en el ¿cuánto hay pa´ eso?;: o con grandeza, audacia, generosidad y creatividad, transformar todo hasta construir una sociedad, en gran medida de iguales y donde la distribución de la riqueza, que en esta país pertenece a las mayorías, permita acabar con la pobreza y exclusión. Lo que implica, por encima de todo, darle poder a los ciudadanos para que, mediante su activa participación, aseguren la cabal conducción de los destinos del país.
Durante la etapa del puntofijismo, el péndulo electoral iba y venía de AD a COPEI y viceversa. Eran tiempos de fingida tranquilidad. Las clases dominantes dormían a placer, como repantigadas, porque quienes cada cinco años se turnaban en Miraflores, les garantizaban sus intereses, desmesuradas ganancias, créditos blandos otorgados por el gobierno – más bien eran regalos- que pocas veces se cobraban y la renta petrolera era una torta que se repartían los afortunados invitados a la fiesta. Y ésta, en gran medida, se invertía más allá de nuestras fronteras, en beneficio de esas élites.
La intranquilidad agitaba a los de abajo. A quienes estaban condenados al desempleo eterno o la explotación desmesurada, obscena y permitida especulación, ausencia de servicios básicos, como educación y salud, al hambre y la exclusión. Para contener aquella rabia sorda, estaban los medios, cuyos dueños hacían rueda en el festín, con sus novelas cursis y sus héroes y heroínas de pacotilla, informativos sesgados, los cuerpos policiales y hasta el ejército nacional.
Las clases altas tenían un país de Jauja. Todo le era permitido y a todo tenían acceso. Y cuando este idílico país no les satisfacía totalmente, podían sin dificultad, pues disponían de dólares baratos y un Estado que le era dispendioso, salir de paseo exterior. Así Miami, se les convirtió como en una colonia, donde cada fin de semana iban al descanso y por la diversión que aquí no hallaban; pues se volvieron insaciables y por demás faranduleros y ridículos. Muchos hasta se mudaron para allá a vivir a costa del trabajo de los venezolanos y la renta petrolera.
Pero los de abajo reventaron un día. Es una falacia, para decirlo como el individuo aquel, que Chávez introdujo la división y enfrentamiento entre venezolanos. El capitalismo nuestro y el de más allá, es de por sí excluyente y marginante – si no que lo diga Bush, ahora cuando anda con la soga al cuello- y, siendo así, lleva inexorablemente en su seno división, separación y enfrentamiento. Por eso y los excesos y abusos de los pícaros que en el mundo abundan, se produjo el caracazo. Cuando eso sucedió el comandante presidente era sólo un inédito oficial de rango inferior.
Los de abajo, cansados de los excesos, abusos, tracalerías y festines de los de arriba, que les condenaban a infinitas carencias, dieron muestras no sólo de descontento y rabia sino también de cuánto divididos y separados estábamos los venezolanos. Pero enfáticamente dijeron algo más: ¡Queremos cambiar a este país, esta sociedad! ¡Tenemos que salir de esta cuerda de malhechores, alcahuetes y celestinas! ¡Estamos dispuestos a rescatar lo que nos pertenece!
Por estas cosas tan sencillas uno entiende que hay que impedir que las viejas mañas, la carga malévola del pasado retornen, en algunos casos en cuerpos que parecen nuevos. Por supuesto, hay algunos personajes de carne y hueso que son la misma cosa en la forma y en el fondo; responsables de la tragedia venezolana, del saqueo, las desapariciones, tortura, el robo a manos llenas y el endeudamiento sin freno...
Votar por los candidatos o candidatas de Chávez, más que por ellos o ellas, es hacerlo por el deseo y el deber que tenemos de continuar cambiando a este país. Significa ratificar que los venezolanos somos propietarios en común de una riqueza que nos donó la naturaleza y por ello, estamos obligados a usarla en beneficio de todos. También que los productos del trabajo no deben ser objeto de apropiación indebida e indecorosa. Lo otro, es volver a la práctica anterior que no permitía que los recursos al pueblo llegasen porque una clase política-económica se la repartía.
No votar o negarse a hacerlo por algún aspirante sin poner por encima los intereses populares y la continuidad del proceso, es un procedimiento subalterno. Uno entiende que algún camarada o compañero no le satisfaga algún candidato – pueden haber muchas razones- pero eso no justifica que le demos tregua y hasta ventajas al adversario o, lo que es peor, a quienes quieren torcerle el rumbo al proceso histórico venezolano. Cada voto hace falta para apuntalar una fuerza, contribuir a fortalecer la voluntad transformadora y decirle a los adoradores y sacerdotes del pasado, ¡aquí no habrá vuelta atrás!
Pensemos que la oposición, por ahora, lo que busca es ganar espacio y posiciones, desde las cuales pueda entorpecer al gobierno y minar sus bases para facilitar acciones posteriores que estarán orientadas a volver al pasado; a la época de la ruindad, la rapacidad, el reparto del botín entre pillos y la venta al baratillo de los recursos de los venezolanos.
No entenderlo así, pese a la mejor buena fe que prevalezca, es servir de muro de contención del progreso y anotarse en las filas enemigas.
Acá en Barcelona, fundados en el anterior razonamiento, votaremos por Tarek a la gobernación, Inés Sifontes a la alcaldía y los candidatos uninominales a diputados Irán Aguilera, Ufracina Belmonte y Alis Carreño; y por supuesto por los de la lista.
Es oportuno aquel grito que habitualmente, Marcos Vargas, el personaje de “Canaima”, la muy buena novela de Rómulo Gallegos, lanzaba en la riberas del Orinoco, enfrente de Ciudad Bolívar o Angostura: “SE ES O NO SE ES”.
domingo, noviembre 16, 2008
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