Por: Bibe Vázquez Robles.
Félix Gazcón, el primer chofer:- (Aclarando: lo de Primer no quiere decir, ni por asomo, el mejor, sino eso: el primero…, pero en antigüedad).
El fue el maestro de la mayoría de los choferes de mi barrio, los cuales, sin excepción, fueron magníficos volantes. Decimos esto, porque Félix es considerado el “paragüero” (chofer errático) número uno, no sólo de Caunao, sino de toda la región. Parece que aquí se puede aplicar aquello que asevera: “de padres feos, hijos bonitos”.
Narremos algo sobre él:
Cuentan que durante la II Guerra Mundial las escaseces eran tantas, que los choferes de alquiler (y los particulares) tenían que ingeniárselas para buscar, de todas todas, gasolina, gomas, etc. Al fin inventaron el “mofuco”: un compuesto de gasolina con petróleo, alcohol y mil ingredientes más, que le permitía a sus “cacharros” -dando brinquitos por el cancaneo y con una asfixiante humareda detrás-, funcionar. Mas, si el combustible era deficitario ¿qué podemos decir de las gomas? No hay palabras. Muchas se veían completamente lisas, sin banda de rodamiento alguna que le permitiera al auto que las llevara agarrarse al pavimento cuando éste estaba mojado. Cauchos viejos, podridos. Una verdadera amenaza, por ello se les llamaba: “petardos”.
Gracias a Dios que esa etapa ya pasó.
El párrafo anterior es imprescindible para que el lector comprenda lo sucedido a nuestro querido Félix Gazcón (la gente pronunciaba: Cascón).
Viene Félix en su viejo Chevrolet procedente de Arimao, en una tarde tan aterrillante de agosto que el asfalto de la carretera parece hervir. Siete son los pasajeros y tantos o más los sacos de viandas y otras cargas que se apretujan dentro de este traste caminante. Ya está coronando Loma Abréus. Acelera a fondo y al rebasar el tope de la elevación vuelve a acelerar y con la misma “desengancha” (pone la palanca de cambios en punto neutro) y apaga el motor. (Todo esto era muy común en ese tiempo, pues, según ellos, ahorraba combustible). El “taxi” se desliza raudo loma abajo buscando el puente de Lagunillas. Pero ¡¡BANG!! el estrepitoso estallido de una goma que se acaba de reventar aterroriza a todos. Félix Cascón, que como siempre, viene manejando con una sola mano, pues la otra la mantiene afuera gesticulando constantemente, tranca con fuerza sus mandíbulas sobre el babeado cabo de tabaco, se engarfia con las dos manos sobre el timón y trata de mantener el carro sobre la carretera. Parece que éste se va a hundir en la cuneta de la derecha, pero un hábil y brusco timonazo enfila la defensa delantera hacia la otra cuneta; pero no, las trémulas “garras” de nuestro Fangio hacen girar velozmente en sentido inverso la rueda de mando; suelta ésta y trata de afincarse la gorra de chofer que se le cae. Son segundos angustiosos. La respiración de los pasajeros y la del driver no se siente, -pero si la peste a mierda-. Al fin, la pericia y la ecuanimidad logran su objetivo: ¡el carro se ha detenido en la entrada del callejón del barrio Soto! Félix Cascón se lanza fuera de la máquina, blanco como un papel y temblando más que una sábana puesta a secar al sol en una tarde de cuaresma; tras él se precipitan sus espantados compañeros de odisea. Respira profundo buscando el aire. Lo expele. Y es entonces que, pletórico de alegría, estralla su cabo de tabaco y enseguida su gorra de plato contra la carretera, al tiempo que, con los puños levantados, salta una y otra vez gritando:
- ¡¡Caraj…, yo soy el mejor chofer del mundo, del mundo: bajando una loma a 100 kilómetros por hora (no pasaba de 50) se me ha reventado una goma y no me salí de la carretera!! ¡¡Eso na’má lo puedo hacer yo, yo que soy el mejor de los mejores!! Ja, Ja, Ja-, ríe nerviosa y aparatosamente
Pasados unos instantes pasan a buscar el neumático explotado; mas… ¡NO HAY NINGUNO!
Todos se miran sorprendidos.
- ¿Qué pasó?
- Debe haber sido el motor.- aventura uno.
Pero, ¡nada!
- ¡El maletero esta echando humo!- grita otro, al tiempo que se aleja a grandes zancadas de la parte trasera del auto. El resto, al unísono, se lanza de cabeza en la cuneta.
Esperan, llenos de espanto por el estruendo. Transcurren varios minutos. Félix Cascón sale temblequeando de su refugio y se detiene frente al maletero.
- ¡ACABA DE ABRIRLO Y NO JOD… MAS!- Le grita uno, aterrorizado por los angustiosos momentos que está viviendo; pero, desde la segura hondonada al borde de la carretera.
Fèlix, con mano temblorosa, abre la tapa del baúl y una blanca polvareda lo ahoga. Retrocede más asustado aún. No obstante, este sobresalto no tiene razón de ser: el bombazo escuchado y el seudo humo han provenido de…¡¡la vieja y podrida goma de repuesto, que se guardaba en el maletero, que se ha reventado por el calor!!
miércoles, julio 04, 2007
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