Desde Venezuela
MÌSERO BALANCE DE FEDECÀMARAS (GRUPO EMPRESARIAL) DE
CRÌSIS CON COLOMBIA
Eligio Damas
“Pobrecito mi patrón,
piensa que el pobre soy yo”.
Facundo Cabral
“Este dolor que siento por la pérdida de mi único hijo lo voy a convertir en una esperanza de justicia” (1), de esa manera habló la señora Ritha del Castillo, madre de uno de los cinco jóvenes mejicanos, estudiantes tesistas, que fueron asesinados por las bombas que las fuerzas de Uribe, dejaron caer sobre un campamento dormido.
Y como para que no quede dudas de su dolor y del ansia de justicia que le embarga, agregó al periodista de AFP, “Que no piensen los gobiernos, tanto de Colombia, como el mío propio (el de Méjico), que me voy a quedar callada o que ahí va a terminar”.
Según los familiares de estos cinco estudiantes nacidos en el paìs azteca y otras fuentes, formaban parte de un grupo de pre y postgrado, que hacían trabajos de investigación con respecto a las FARC y otras fuerzas alzadas en armas en territorio colombiano.
Esta circunstancia y aquel intenso dolor que punza a los familiares dan un carácter nuevo a lo sucedido en territorio ecuatoriano, que ademàs de la violación del territorio de un paìs soberano, significó colocar al área al borde de un conflicto armado de mayores proporciones del que ya se desarrolla en Colombia y fue, sin ningún atenuante, una masacre. Esto significa que el asunto puede que no termine con lo sucedido en la XX Cumbre de Río y las payasadas de Uribe o lo que habrá de hacer la Conferencia de Cancilleres.
Algunos analistas que han censurado al presidente Chàvez, por haberse pronunciado antes que Rafael Correa, siendo este el jefe de Estado del paìs agredido, han ignorado que la acción ejecutada por el ejército colombiano y ante la cual Uribe asumió toda la responsabilidad, no fue solamente un acto contra la soberanía ecuatoriana, sino una salvaje respuesta a las gestiones humanitarias que el presidente venezolano y Piedad Córdoba, han liderado para rescatar a los retenidos por las FARC. Sobre todo, una respuesta llena de soberbia y crueldad por el rumbo que tomaban los acontecimientos, expresado últimamente en la liberación de cuatro rehenes. El hecho mismo que produjo 25 muertes, en un campamento dormido, estando de por medio los gestos pacíficos, humanitarios y pro paz que la guerrilla colombiana ha venido haciendo, por la intermediación de los antes mencionados, merecía por decencia una respuesta contundente no sólo de Chàvez, sino de todos los seres humanos directa e indirectamente afectados por este asunto. El dónde se produjeron los acontecimientos, es otro asunto no menos importante.
Era lógico que Correa esperase hasta estar plenamente informado que los criminales hechos se dieron en su territorio, lo que le convertía en protagonista, afectado de primera línea y con derecho pleno a plantear sus reclamos.
En medio de esta disputa continental, mientras el presidente Chàvez manifiesta con energía su protesta por el entorpecimiento del gobierno colombiano, azuzado por los halcones del Departamento de Estado, de las gestiones de paz, lo que es un anhelo y necesidad para la unidad del continente y una muy cara aspiración en la vida de nuestros pueblos; contra la amenaza que encierra para nosotros la tesis de la unilateralidad que manejan los altos mandos colombianos; y Rafael Correa, ademàs de lo anterior, por la violación de la sagrada soberanía de su paìs y el dolor de los familiares de los fallecidos, Fedecàmaras, organización empresarial venezolana, obvia todo lo que envuelve el conflicto y sólo se lamenta porque “hubo pérdidas de al menos 30 millones de dólares, unos 6 millones por día”(3), como asegurase José Roso, presidente del organismo del Estado Táchira, quien en su burda y mercantil manera de pensar, lo perdido es “una suma tímida de ese trancòn”.
Para Fedecàmaras aquí lo hubo fue un simple “trancòn” que impidió, por unos dìas, que el comercio fluyese y ellos ganasen unos reales o una buena plata, como dicen los colombianos. No obstante, la Cámara de Integración Económica Venezolana Colombiana (Cavecol) afirmó a “El Tiempo” que “los dìas de paralización no generaron ninguna pérdida” (4). Por su parte los comerciantes colombianos, por medio de sus directivos aseguraron, “que no se puede hablar de pérdidas, sino de estancamiento en lo concerniente a las importaciones”. (5) Estos dos últimos aseguraron que quienes pudieron haber sido afectados seriamente fueron los transportistas quienes “tuvieron un lucro cesante” (6). Y es curioso que este gremio no haya puesto el grito en el cielo como si lo hicieron los comerciantes importadores y exportadores del lado venezolano.
En este punto uno no puede pensar que los comerciantes de Colombia, por lo que han dicho o por no quejarse, sean mejor gente o más patriotas que los venezolanos, quienes llamaron aquella seria crisis, cuyas causas aún estàn intactas, de manera despectiva e insensible, “un simple trancòn”. De lo que se trata es que, aparte de sus muy naturales y comprensibles apetencias de lucro, los de este lado se mueven por un interés político en el que prevalece el rechazo al presidente.
Pero estos mismos señores participaron, promovieron, alegre e irresponsablemente la huelga patronal de abril del 2008, paralización de la industria petrolera por un objetivo subalterno e ilegal y produjeron pérdidas de diferente naturaleza, no solamente económicas, porque hasta muertes hubo, que aún resulta difícil determinar.
Terminemos este historial, con un fragmento de una canción de Facundo Cabral, el juglar argentino, que palabras más, palabras menos, dice “pobrecito mi patrón, piensa que el pobre soy yo”.
(1-2) “Últimas Noticias”, Caracas. 11-03-08. Pág. 56
(3-4-5-6) “El tiempo”. Puerto La Cruz, 11-03-08.Pág. 12
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