Desde Venezuela
AD, APRA, ALAN GARCÍA, ROSALES, LOS BURROS SE JUNTAN……
ELIGIO DAMAS
El APRA o Alianza Popular Revolucionaria Americana, es el partido de Alan García.
Así como Rómulo Betancourt fue lo que los venezolanos llamaron el “gurú” de AD o Acción Democrática, Raúl Haya de la Torre lo fue del partido peruano.
Betancourt fue mentor y protector por largo tiempo, de Carlos Andrés Pérez; Raúl Haya de la Torre, de Alan García.
Betancourt y Haya de La Torre, en sus inicios, militantes de la izquierda, posteriormente se volvieron dirigentes de la derecha y agentes del capital internacional. Fueron grandes amigos o cómplices; compartieron ideas y proyectos sobre una democracia decadente donde los partidos populares que contribuyen a crear los hicieron subalternos y celestinas de las clases dominantes.
En AD y el APRA, germinó la idea que eran el mismo partido o por lo menos como dos siameses. “Hermanos siameses”, les llamaba Betancourt. Se mostraban solidarios, se intercambiaban experiencias y hasta recursos materiales. Andrés Townsend, quien fuese uno de los más importantes dirigentes de la organización sureña, de la cual llegó a ser candidato a la vicepresidencia de la república y varias veces senador, venía con frecuencia a Venezuela y participaba en las reuniones de los más altos organismos del partido adeco.
Todo lo anterior sirve para ilustrar a quien fuese necesario, acerca de la empatía histórica entre ambas organizaciones.
Manuel Rosales formó parte de la militancia y dirigencia media adeca que sirvió a Carlos Andrés Pérez. De modo que entre Rosales, salvando las distancias que a cada quien pueda ocurrírsele, como que el peruano tiene títulos universitarios, un hablar coherente y poco disparatero, hay afinidades.
La AD de la generación de Rosales, se distinguió por lo ignorante, donde el máximo nivel cultural lo alcanzó gente como Ledezma y, ya eso, es mucho decir.
AD, APRA y Carlos Andrés Pérez vinculan al huido con Alan García.
Ya por eso solamente era previsible, que el gobierno peruano, le daría el asilo político al ex alcalde de Maracaibo. Rosales, no tuvo que jugar al Tin Marín, para decidir hacia dónde huir. Afortunadamente tampoco tuvo mucho que pensarlo, le hubiese dado una embolia.
Fue hacia Lima, no por “el puente y la alameda”, ni por conocer el Machu Picchu, sino por las mismas razones que movieron hacia allá a sus compañeros Eduardo Lappi y Carlos Ortega. Como éstos cree que, los apristas gobernantes piensan, que “quien le pega a su familia se arruina”.
Además, el APRA y AD, partidos en sus inicios de la izquierda e instrumentos de lucha contra la corrupción, casi al mismo tiempo, se convirtieron no solamente en organizaciones de la derecha, sino en guaridas de unos cuantos corruptos y traficantes.
Para esos partidos, un acto de corrupción, lejos de ser una mancha o un causal para alejar o alejarse de alguien, es todo lo contrario, una razón para la admiración y protección. Motiva el orgullo partidista.
Alan García fue suspendido a comienzos de la década del noventa, en su condición de Senador, a causa de las graves acusaciones en su contra por corrupto mientras estuvo al frente del gobierno peruano, entre 1985 y 1990. La alcahuetería natural de sus copartidarios, compañeros del APRA, enquistados en el Congreso de la República y los órganos del Poder judicial, hicieron que la investigación iniciada contra él se entrabase.
El saqueo contra las finanzas públicas peruanas, en que el coparticipó con dirigentes de su partido, llegó a tanto que al entregar el gobierno, solo habían ocho millones de dólares en las reservas internacionales y una deuda externa tan cuantiosa e inexplicable como la que dejaron sus copartidarios adecos de Venezuela.
Contra su gobierno fueron públicas las acusaciones de lavado de dinero, narcotráfico, robos a mansalva y sin escrúpulos. Y García, no sólo hizo, sino dejó que sus compañeros hiciesen lo mismo, como en la lógica de la democracia representativa. Todo esto revela que Betancourt razón tuvo cuando dijo que eran “hermanos siameses”.
Por eso, una vez que Alan García quedó fuera del Poder Ejecutivo, pero con el control en gran medida de otros órganos del Estado, sus compañeros del aprismo, hicieron todo tipo de maniobras y trampas para permitirle al expresidente que escapase a la justicia.
La dirigencia del APRA, sin respeto por sí misma, elige posteriormente, a quien arruinó al Perú, mediante su ineficiente gobierno y toda clase de dolo, en secretario general del partido.
Y lo que es peor, a quien regresa a su país, tras haberse prescrito los delitos de enriquecimiento ilícito de que le acusaban, después de vivir exiliado en Colombia y Francia, sin que medien principios de ética y moral, lo hacen candidato presidencial de nuevo del partido y finalmente presidente por segunda vez del Perú.
Esa es la gente que gobierna hoy en Lima y son las razones que llevaron los pasos de Lappi, Ortega y Manuel Rosales hacia allá.
Porque durante la campaña electoral en el país de los Incas, las relaciones entre Alan García y el presidente Chávez, se agravaron y se produjeron intercambios de declaraciones en tono alto y más tarde, Perú dio asilo a ortega y Lappi, algunos llegaron a pensar que en el caso de Rosales, Alan García adoptaría una posición más diplomática y menos obscena.
¿Cómo pensar que un aprista rechace a un adeco por corrupto, si son la misma cosa? ¿Cómo se justificaría Alan García ante la dirigencia aprista, que es como la “Cueva de Alí Babá”, que dijese “ciérrate sésamo”, estando Rosales en la entrada? ¿Qué moral avalaría a Alan García para negar asilo a alguien acusado de peculado?
Lo peor del caso es que la diplomacia aprista, para justificar su proceder, apela a un recurso nada respetable. El gobierno del país a quien se solicita asilo, el cual según las normas del derecho internacional, debe calificar la solicitud y pronunciarse, renunció a ese derecho y se lo concedió a Rosales. Fue éste, dato curioso, mediante sus opiniones quien orientó la decisión del gobierno. El presidente y su canciller, dijeron que dieron el asilo - esto es una perogrullada- por razones humanitarias, en virtud que el solicitante “manifestó ser perseguido político y sentirse amenazado”.
Eso basto no sólo para darle el asilo, sino por mampuesto, emitir un juicio contra el gobierno venezolano. Pues ese proceder transmite la idea que ente país se persigue a la gente por razones políticas y Rosales es un ejemplo vivo.
La oposición ahora mismo dice que la decisión de Alan García, es una confirmación que en el exterior se sabe que aquí hay una dictadura.
El gobierno peruano ignoró por completo los alegatos y pruebas contundentes del venezolano.
Y todavía así, la diplomacia aprista, del discurso hipócrita, tirando la piedra y escondiendo la mano, dice que no hay razones para que las relaciones entre los gobiernos de Venezuela y Perú se deterioren.
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