miércoles, abril 08, 2009

GENERAL JOSE ANTONIO ANZOATEGUI

GENERAL JOSÉ ANTONIO ANZOÁTEGUI

CURIOSIDADES EN SU VIDA


Eligio Damas

Apicalternativa.com: 30-03-09

En procura de despertar la curiosidad y el deseo de profundizar los hechos, veamos al inicio, algunas curiosidades en la vida del general, héroe epónimo de Barcelona y de toda esta región, José Antonio Anzoàtegui. El mes de noviembre fue clave en su vida y en su aún no bien explicada muerte. En ese mes 11 del año, nació placenteramente en la cálida Barcelona, cuando Venezuela estaba bajo el dominio colonial español. En la montañosa ciudad de Pamplona, en Colombia, que los vientos fríos laceran inclementes, murió o fue asesinado por misteriosa mano, también en noviembre. Aquí, al evocar la muerte lejana del mártir y héroe de la patria, cabe recordar al poeta cumanès Andrés Eloy Blanco, quien una vez dijo, un poco más un poco menos, que la tragedia nacional envolvía “que el hijo bueno se le muere fuera y el hijo malo se le eterniza adentro”. Y hay mucho de verdad en eso. Bolívar, Sucre, Anzoàtegui y hasta el propio bardo del Manzanares, se murieron afuera. Y esto, no deja de envolver también un misterio y un motivo de reflexión.
Y nació el general Anzoàtegui un día 14, como este de hoy que aquí nos tiene congregados y falleció, misteriosamente, por que así fue su muerte, misteriosa, un día 15, como respetando escrupulosamente el orden cronológico. El mismo mes y un día tras de otro. Como decir, un poco en la fantasía y sin tratar de comprender lo inexplicable, murió o le mató ya de por sí una misteriosa mano, veinticuatro horas después de haber nacido, descontando los intensos treinta años de su vida transcurrida y sobre todo, los últimos diez metido en el vendaval de la guerra, conviviendo con la muerte.
Y hay algo más, nació de parto natural que, aunque alguien ha dicho que el nacimiento, el asomarse a la vida, no por hermoso, deja de ser un hecho violento, el año de 1789. Y murió no en la tranquilidad, en la resignación de la vejez, por una disposición divina o por lo menos, como hubiese sido natural en ellos, en medio del combate, sino por la intermediación de la traición, según la opinión más generalizada. Y cuando eso sucedió, allá en Pamplona, era el año de 1819.
Y no es descabellada la tesis del asesinato. Ya Bolívar anda disparado creando la Gran Colombia, construyendo su gran sueño americano. Y Anzoàtegui, desde los tempranos tiempos del retiro a Cartagena, forma parte del círculo íntimo del Libertador. No olvidemos que por esto mismo, once años más tarde, en la montaña de Berruecos, emboscarán al Gran Mariscal de Ayacucho.
Pero por ahora, quiero destacar que el número nueve aparece asociado en el nacer y morir del héroe barcelonés.
En 1810, cuando el 26 de abril Barcelona se proclama independiente y se suma al pronunciamiento de Caracas, Anzoàtegui apenas tiene 20 años de edad. Y siendo aún un muchacho la violencia de la guerra lo envuelve. Temprano, cuando cae la primera república y el general Miranda firma la capitulación, el brillante hijo de Barcelona es encerrado en las bóvedas del castillo de La Güaira. Pero lejos de amilanarse, de allí saldrá fortalecido.
Es de los primeros en alistarse en las fuerzas que comanda el joven caraqueño Simón Bolívar y a éste acompaña a Cartagena de Indias. Y está cerca de Bolívar y participa en la elaboración de los planes de guerra y el diseño político que aquel elabora para nuestros pueblos. Conoce prontamente el contenido del “Manifiesto de Cartagena” y del pensamiento americanista de Bolívar. Anzoátegui fortalece su espíritu guerrero y aclara sus ideas sobre el destino americano. Y entiende perfectamente que la Seguridad y destino de Nueva Granada están unidos a lo que suceda en Venezuela. Ha roto con el pensamiento provincial del muchacho que salió de Barcelona y ya mira lejos, hacia el mismo horizonte que Bolívar otea. Por eso, cuando el caraqueño propone la hazaña de atravesar los Andes, con un ejército granadino, para caer en Venezuela por sorpresa e iniciar eso que la historia llamó “La Campaña Admirable”, fue Anzoàtegui de los primeros y más entusiasmados. Y con aquel Quijote, en el significado real y grande del personaje cervantino, se vino hasta la toma de Caracas a crear la segunda república.
En el trayecto, aquí y allá, entre frailejones, riscos, montañas y sabanas, se dieron muchas batallas. No tendría sentido enumerarlas porque en fin de cuentas, no es este un parte de guerra y la memoria terminará haciendo lo mismo. Sólo basta decir que si tomamos el mapa y medimos la extensión del territorio que media entre Cartagena y Caracas; si ponderamos la ausencia de vías normalmente transitables, y hablamos de transitables para bestias; las irregularidades del terreno y las inclemencias del tiempo que incluye el intenso frío de las sierras en aquel tiempo y la bravura del sol llanero y las tórridas lluvias; la hazaña luce irrepetible y de una grandeza inconmensurable. Y más, si a cada paso, en los tiempos buenos para el descanso y la recuperación, había que enfrentar al enemigo.
Y mientras aquello sucedía, desde Trinidad, entrando por Chacachacare, en el extremo este de la Provincia de Cumanà, un grupo de patriotas comandados por Santiago Mariño y otros jefes orientales como aquella fuerza telúrica llamada José Francisco Bermúdez, emprenden la “Campaña de Oriente” que libera esta parte del país. Los antecedentes históricos, el carácter de las relaciones de las provincias entre si, poco intensas por disposición estratégica del dominio colonial y estos dos acontecimientos, no entrelazados y hasta ignorándose uno y otro, son elementos vitales para los acontecimientos que se van a desarrollar posteriormente y sobre todo para entender en parte las discrepancias entre los jefes patriotas.
Y con el Libertador estará Anzoàtegui en Jamaica, le acompaña en su peregrinar, que el peregrinar de los dos, es como decir de Venezuela. Y está cerca del nacimiento de la Carta de Jamaica. Se nutre en aquellas discusiones del pensamiento fresco de los americanos, de esos que Bolívar con insistencia y premeditación llamaba de “las antiguas colonias españolas”. La patria tiene otra dimensión para ellos. No hay dudas ni confusiones regionalistas ni grupales.
Para ellos, la independencia pasa por unir a ese vasto continente del sur del río Grande. Y en 1816, cuando ya ha prestado valiosos servicios a la patria americana y ha combatido intensamente, desde Haití se viene siempre con el Libertador hasta Barcelona. Traen un parque, muy cuantioso, que depositan en nuestra Casa fuerte. El Libertador quiere tomar camino hacia Caracas, para eso trae el parque. Pero antes tiene que resolver algunos asuntos de la guerra. Como lograr el reconocimiento de los jefes orientales, que por razones comprensibles para cualquier estudioso del asunto, no le aceptan. Una de las cosas que trata de resolver es lograr un entendimiento con el general Piar, que anda en campaña por Guayana. Antes, ha encomendado al General Freites que defienda con su vida aquella plaza. La casa Fuerte guarda un tesoro, preciado tesoro traído de Haití. ¡Y bien que le cumplió Freites al Libertador!
La entrevista entre ambos jefes no dio resultados inmediatos. Bolívar invitó a Piar a que le acompañase a Caracas y éste al Libertador que con él se fuesen a Guayana. Cada jefe tomó un camino diferente. Estaba en juego no sólo lo relativo a la definición del espacio dónde combatir, sino también la jefatura de la guerra y la definición estratégica de la misma. Quizás pensó, en aquel momento cada uno de ellos por su cuenta, que darle la razón al otro sobre el asunto tratado implicaba ponerse bajo su mandato.
Pero Anzoàtegui, un hombre muy vinculado al Libertador y poco a los guerreros orientales, aparece en 1817, como miembro del Estado Mayor del General Piar y Jefe de sus Carabineros. Una o dos semanas después que el general español Aldama toma la Casa Fuerte y casi extermina la población allí congregada, José Antonio Anzoàtegui, acompaña a Piar a la toma definitiva de Guayana. Fue como una venganza dulce y grande, porque le estaban abriendo espacio a la nueva república, al Congreso de Angostura y creando las bases para el hazañoso intento de unir a la América hispana. Y Anzoàtegui, más que nadie en Guayana, en aquel momento, supo de la grandeza de aquel acontecer.
Quizás en esto; en el compartir con Bolívar más allá de la simple guerra venezolana; en el estar con la idea bolivariana de América hispana, de la patria grande, está la base de comprensión de los acontecimientos inmediatos. No en balde hemos visto que la existencia y la muerte de nuestro héroe, estuvo envuelta en circunstancias extrañas y fortuitas.
En esta campaña de Guayana, sin haber cumplido aún los veintiocho años de edad, se hace acreedor al ascenso de General de Brigada de manos del jefe Piar.
Poco tiempo después, aparece formando parte del Consejo de Guerra creado para juzgar al General Piar. Con jefes de alto nivel como Carlos Soublette, su presidente y Briòn, se constituyó aquel tribunal que terminó por condenar al héroe de Guayana, General Francisco Piar Gómez, al fusilamiento. Anzoàtegui, ante aquel tribunal llegó a solicitar la degradación del condenado a muerte. Por fortuna, Bolívar no accedió a aquella petición, cuando como presidente de la república le tocó refrendar el asunto. Hubiese sido un exceso desconocer los méritos y aportes de aquel guerrero en beneficio de nuestra emancipación.
Y por los sueños grandes se va al sur con el Libertador y el ejército patriota a liberar al continente. Con su brillante actuación guerrera se cubrió de gloria. A los treinta años ostenta el rango de General de División y ha recibido la Orden de los Libertadores de Venezuela y la Cruz de Boyacá. Y fue Boyacá la cumbre de su carrera militar. En gesto heroico que conmovió al Libertador, comandando a sus hombres, cruza la línea de fuego para desalojar al enemigo y de paso decide la suerte de aquella empecinada batalla.
Sólo tenia treinta años, cuando allá lejos, la muerte le emboscó. No tuvo tiempo de volver a Barcelona y ver correr al Neverì hacia la mar, que como dijese el gran poeta español Jorge Manrique, “es el morir”. Porque Anzoàtegui, en todo sentido murió antes de tiempo. Por eso, es bueno recordar que al saber de su muerte, Bolívar, en su dolor exclamó : “Habría preferido la pérdida de dos batallones a la muerte de Anzoàtegui. ¡Qué soldado ha perdido el ejército y qué hombre ha perdido la república! “ .

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