Desde Venezuela
DESPOJO, ARROGANCIA Y OBAMANÍA
¡Cuidado con generar simpatías infundadas!
ELIGIO DAMAS
Los encuentros y saludos muy diplomáticos, convenientes de parte y parte, entre el presidente Chávez y el señor Obama, que incluyó el regalo del libro de Galeano, parecieran haber generado entre mucha gente, de lado y lado, infundadas esperanzas. En Venezuela hemos visto como medios afectos al gobierno se regodean reportando esos acontecimientos y corriendo el riesgo de contribuir a crear la idea que, más de doscientos años de historia, sobre todo los últimos, los hemos enterrado en la cumbre de Puerto España. Pareciera que aquella expresión de Obama, “no nos dejemos atrapar por la historia”, la estuviesen asumiendo al pie de la letra. Y los gestos gentiles y hasta cordiales de éste, respondidos como se debe por el presidente Chávez, fuesen suficiente señales para concluir que el capitalismo y la conducta de la diplomacia gringa entran en una etapa de cambio medular.
Pero como dijo Evo Morales, tampoco podemos enterrar el pasado, dejarlo pasar por alto. Por eso es bueno hacer lo que hizo Daniel Ortega, rememorar aquellos hechos, muchos de ellos hasta crueles, que han caracterizado nuestras relaciones con el país del norte.
Y no podemos caer en trampas caza bobos, porque la conducta del sistema es rapaz y más del capitalismo del norte, nacido bajo la influencia de la naturaleza y cultura del inglés.
Cuando el señor Reagan, al borde del histerismo, gritó desaforado, "embarguemos a Nicaragua", y para justificar la medida alegó que "el gobierno de ese país atenta contra la libertad y es una amenaza para los Estados Unidos", no convenció pero tampoco produjo extrañeza a nadie. Como tampoco, con el mismo énfasis y prepotencia, exclamó “pondremos a la OPEP de rodillas”.
Gestos como ese se han correspondido perfectamente, como bien sabemos y recordamos todos, con la política tradicional del Departamento de Estado, desde el nacimiento mismo de los Estados Unidos como nación independiente.
La conducta norteamericana frente a la misma Nicaragua en vida de Sandino, el intento de apoderarse del terri¬torio cubano mientras en ese país se luchaban por la independencia, el posterior bloqueo en el inicio del gobierno de Fidel Castro, las invasiones de Guatemala, Santo Domingo, etc., por recientes, son lecciones de historia que, a las nuevas generaciones de latinoamericanos nos han enseñado el carácter agresivo de la política del tío Sam.
Es una conducta vieja y cebada que se explica en los orígenes mismos de la independencia y de la clase social que siempre ha controlado la Casa Blanca.
La independencia de los Estados Unidos, la industria británica y la revolución industrial, en general, son hijas del algodón, por la rapidez con que la industria textil y las actividades relacionadas con ella acumulaban capitales. Esto explica por qué en las colonias del norte se dedicaban grandes extensiones de tierra al cultivo de ese producto que se exportaba a Inglaterra y también el rápido crecimiento económico de las propias colonias. Con gula, el mercado imperial consumía la materia prima cosechada en Norteamérica y aquí la producción manufacturera británica.
Por esa fluidez comercial e intensa acumulación de capital, la independencia de los Estados Unidos fue promovida por una burguesía nacional de claros perfiles, formada en la escuela inglesa, experimentada en la lucha contra las clases dominantes de aquella nación y con un sentido exacto de las ventajas y desventajas de la política de libre cambio. Ella pudo constatar que comerciar sin restricciones con un país más desarrollado significa otorgarle ventajas a éste.
Desde un principio, la burguesía de los Estados Unidos mostró una actitud agresiva - también aprendida de los ingleses - en tal magnitud que las relaciones de ese país con el resto de América se han caracterizado por la violencia y el despojo. De esa manera la burguesía norteamericana le abrió cauces al crecimiento de su economía y se ha activado en los momentos de crisis. La agresividad inglesa de los siglos XVII y XVIII se convirtió en el estandarte de la política del Departamento de Estado
Desde muy temprano, ante el crecimiento rápido de su economía y población, el poder norteamericano se lanzó a una política de anexiones rapaces. Estados Unidos invadió la isla Amelia en la costa de la Florida y colonia española, para desalojar a patriotas venezolanos que la habían ocupado por órdenes del Libertador, con el fin de hostilizar la armada española y entorpecer su desplazamiento hacia esta parte del continente.
La siguiente víctima y en grado superlativo fue México. En 1845 se produjo un alzamiento en Texas, entonces territorio mexicano; lo promovieron los grandes propietarios y caudillos locales de origen norteamericano llegados allí en la época colonial. El gobierno del tío Sam decretó la anexión de Texas y, argumentando daños causados a la propiedad de sus nacionales, pidió a México reconocer la frontera a partir del río Grande y amenazó con apoderarse a la fuerza de Nuevo México y California.
Estalló la guerra entre ambos países. El Departamento de Estado la provocó y México se vio obligado a defender su dignidad e integridad territorial. Vencido el país de los azte¬cas, regiones de Nuevo México y California, desde las Rocosas hasta el Pacífico, pasaron a formar parte de la Unión del Norte.
El tigre continuó pintándose de rayas, cincelando estrellas, asegurando su patio trasero y mirando con arrogancia al infinito.
Y en esa misma actitud arrogante, prepotente y agresiva, llegamos a los tiempos de la “Cumbre de las Américas”, porque como dijese Daniel Ortega, es una cultura que emana del modelo. Y conste que apenas acaba de terminar la era Bush y, en la Casa Blanca y el Pentágono, no solo quedan los fantasmas y las almas errantes, sino piratas, corsarios vivitos y coleando.
Por todas estas cosas, la actitud de Obama de eludir el problema del bloqueo a Cuba, decisión que estuvo afincada justamente en las bases materiales que modelaron la historia ya contada, uno llama a los entusiasmados con el ahora presidente norteamericano, a mantener la prudencia y no crear falsas expectativas.
Es como muy preocupante, que desde algunos medios de comunicación del Estado venezolano, se publiciten los encuentros entre nuestro presidente y el norteamericano, dando una imagen que no se corresponde con las esencias.
miércoles, abril 22, 2009
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