LOS COBEROS DEL SOCIALISMO
Eligio Damas
Antes quiero decir a
todos, nuestros amigos, como Antonio Machado, que
“se hace camino al andar” o a lo Simón
Rodríguez, nuestro Robinson, “inventamos o erramos”.
Con las bocas hechas agua, se acercaron al sitio de votar y le enterraron sus dedos índices derechos, porque le tomaron el gusto a la derecha, a los dos NO de la pantalla; se lamieron los labios, recogieron todo el líquido y lo tragaron con placer.
Por tiempo dijeron que socialista eran y uno en la edad juvenil y hasta inocente les creyó; pero desde que Chávez irrumpió al frente de sus tropas, para sacar al pueblo del letargo en que se sumergió después del levantamiento contra Carlos Andrés Pérez, a aquel no han soportado. No le perdonan que hubiese estado pendiente del día y hora, sin descansar ni bajar la guardia, cuando los astros se cruzarían y el momento llegaría para “tomar el cielo por asalto”. Y que mientras esperaba, abría el corazón y la mente para que sentimientos, ideas novedosas y la vida entrasen a raudales, tales como son y se hiciesen instrumentos y armas para el combate.
El barinès rompió con el dogma según el cual todo intento de alzarse con las armas desde dentro de los cuarteles es “putchismo”; y de por sí, una expresión de derecha. Pues todo golpe militar, según la receta que guardaron entre pecho y espalda, venía acompañado de prácticas antipopulares y necesidad tiene de sostenerse con el visto bueno del bando de quienes esto les gusta y ofrecen como fórmulas mágicas para manejar la sociedad. Por eso, desde el principio, pensaron que Chávez era un gorila y como tal, debían combatirlo. Asimilaron la idea democrática y representativa, que vendieron como baratija, los civiles inciviles que empequeñecieron al país los últimos cuarenta años. Sin percatarse, ya empezaban a parecerse a quienes creían combatir.
Sería bueno revisar, piensa uno acá, envuelto en la “bullaranga” navideña, como dicen en mi amado pueblo cumanés, para percatarse quiénes y cuántos, por apegarse a las recetas o al librito, como se expresa en la jerga peloteril, condenaron presurosos el alzamiento del 4 de febrero; aquel marcado por la expresión “por ahora”. Unos cuantos resultarán sorprendidos y comprobarán que en este mundo nadie es infalible. No hago mención alguna para no causar escozor. Por esto, no es extraño que aquellos socialistas coberos, también incurriesen en el mismo error.
Pero pese a que los hechos posteriores, antes y después que el comandante arribase a Miraflores, demostraron con terquedad que el “putchista” no era tal, no cambiaron de posición frente a él y se conformaron con la creencia que la realidad no era esa. Sus modelos no entraban en ella ni a martillazos y siendo así, los acontecimientos no eran más que reflejos borrosos, desdibujados. De revolucionarios que dijeron ser toda la vida, comportàronse como idealistamente, sólo que en este filosofar, por lo menos la realidad, es un fiel reflejo de lo ideado. Pero viendo al barinès asido con firmeza al timón, llevando tras su discurso progresista y de cambio una multitud abigarrada y entusiasta, pensaron como Calderón que “La vida es sueños” y que ese transcurrir verdadero, sólo sueño era. Y aún lo que creyeron soñar lo percibieron deforme.
Y se quedaron estancados en el conformismo que aquí nada debía ni podía hacerse a menos que los gringos aplaudiesen y aprobasen sus socios interiores. Por esto, también Chávez se les volvió un peligro, una amenaza, además de un adversario.
Pero también se percataron que mientras esperaban, quién sabe hasta cuando, se diesen las condiciones para lanzarse a la gran aventura, el antiguo adversario se mostró, según una derrotista percepción, comprensivo y les brindó pequeños rincones en el área estatal. Y el putchista vino a poner estas conquistas en peligro. Quien además, una vez instalado en Miraflores, de ellos olvidó sus méritos, servicios prestados a la patria y la revolución y les dejó esperando invitaciones al reconocimiento, honores y la discutidera.
Para completar el cuadro, perdieron por anotarse mal, “las comodidades” de sus pequeños rincones oficiales. Menos mal, se dicen ahora, que les quedó el reconocimiento de los viejos partidos y las águilas vivas. A ellas pudieron acercarse aún más, tanto que sin dificultad se mezclaron en sus bandadas.
Por esto siguen pensando en el socialismo como una promesa futura; no les parece procedente aquí ni en territorio cercano. Piensan ahora que se puede ser socialista, como creen serlo, pero que el gobierno deje al Estado como siempre ha sido. Aunque están convencidos que la palabra es buena para los discursos de ferias y campañas.
Porque el socialismo de Chávez, aunque sea novedoso y rompa con los viejos moldes, siempre incomoda a sus nuevos amigos; esos que de pronto reconocieron sus talentos y madurez. Y también, porque la geopolítica, aquella sobre la cual disertaba Gonzalo Barrios y a ellos le producía nauseas, se les volvió muy racional y lo más natural del mundo. Para el bien vivir, no hay nada mejor que hacerlo asociado a los gringos; no es suficiente la paz y la concordia, sino acordar con ellos un TLC, sacar el petróleo con ansia de sediento y, sin límites, colocarlo en el mercado.
Y, en esas condiciones, sigamos hablando de socialismo, haciéndonos los locos y todo el mundo feliz y reconciliado.
Como sin darse cuenta, de tanto mimetizarse, convivir en las madrigueras con los enemigos de otros tiempos, volar entre aquellas aves de rapiña, terminaron por parecerse a éstos. Asumieron sus poses, pases y acomodaron sus huesos acorde con los colchones que les tendieron. Sus ideas de antes, tomadas de un breviario, tan rígidas que nunca se avenían con los hechos y con lo que creían defender, de golpe se fueron impregnando del sabor y olor del antiguo adversario. Pese a que uno de ellos, el de Bobures, con frecuencia para llamar la atención e impresionar al público, predicaba “lo fundamental no es interpretar la sociedad sino cambiarla”.
Ahora no es que están contra Chávez, quien les sacó del medio y aventó al rincón de cachivaches; también ellos deploran sus conductas juveniles. Pues, no hay duda que le tomaron el gusto a la derecha, sus santos, señas y costumbres exquisitas.
Eso les produce comodidad, reconocimiento y hasta bien vivir. Eso sí, con fe y el entusiasmo juvenil de unos reumáticos, esperarán que un nuevo tren pase para abordarlo primero que Chávez. Esto último dicen a un público escurridizo, que les escucha con una burlona sonrisa mal disimulada.
Porque según la curiosa manera como en esta etapa ven las cosas, lo inteligente es que llegado al poder los socialistas, sin majaderías dejen todo como está. Y como en Cumanà dicen, “al carajo los enfermos que el hospital se cayó”.
Por todo eso nada quieren con Chávez. Y ya toman las primeras posiciones para reanudar las luchas por la “democracia y el bienestar común”. Como transeúntes que se quedaron varados en la estación.
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Publicado por Eligio Damas para blog de Eligio Damas el 4/12/2009 04:52:00 PM
domingo, abril 12, 2009
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