SERGIO MARTINEZ
DIASPORA CHILENA
Aquí adjunto mi columna periodística Temas Intocables de El Popular (www.diarioelpopular.com)
Temas Intocables
El retorno de una especie que se creía extinguida
Al momento en que me siento frente a la computadora para escribir esta nota, aun se ve un panorama confuso en la situación hondureña. Desde que el presidente Manuel Zelaya fuera violentamente desalojado del gobierno este pasado domingo, por obra de un golpe de estado, el pequeño país centroamericano se ha sumido en un estado caótico con un presidente de facto instalado en la casa de gobierno, pero en una precaria situación, donde ni siquiera el gobierno de Estados Unidos le ha dado reconocimiento y por el contrario – por primera vez en casos como estos – le ha dado un formal repudio.
Por supuesto puede ocurrir que en los días que transcurran hasta el momento de la aparición de esta columna, se produzcan nuevos sucesos que reviertan la actual situación o que lleven el presente conflicto a un nivel de confrontación aun más alto. Lo que en todo caso parece improbable es que quien usurpó la presidencia vaya a tener un momento tranquilo en ese sitio. Peor aun, el estado de general aislamiento internacional a que los golpistas han llevado a Honduras, pueden agravar las ya magras condiciones económicas de ése, uno de los países más pobres del continente.
De Honduras, la verdad de las cosas, no es un país del cual se oyera hablar mucho, no sólo aquí en los medios canadienses, sino incluso en la mayor parte de América Latina. Esto ha contribuido a que respecto de las circunstancias que llevaron a la presente situación hayan circulado toda suerte de versiones que pareciera que más bien buscaban desinformar que dar luz sobre los hechos.
Por de pronto, contrariamente a lo que algunos parecen creer, Zelaya no es un marxista ni un revolucionario de ningún particular color, por más que algunos, tanto en Honduras como fuera de allí, quieren pintarlo. Zelaya es en verdad un miembro del Partido Liberal, un partido de corte centrista, como son los partidos liberales en la mayor parte del mundo, pero que como tal tiende a desarrollar un ala progresista y una conservadora. Honduras por otra parte se ha beneficiado en los últimos años de un importante trabajo de apoyo médico, proveniente de Cuba (un trabajo de cooperación internacional que incluso Barack Obama elogió en la última Cumbre de las Américas) así como dentro de la iniciativa de Petro Caribe se ha beneficiado de los aprovisionamientos de petróleo venezolano. Lo cual obviamente ha llevado a un acercamiento entre el gobierno hondureño y esos gobiernos. En la última reunión de la OEA, precisamente en la localidad hondureña de San Pedro Sula, el país anfitrión desempeñó un rol muy activo en alcanzar un acuerdo de consenso que anulara las sanciones que pesaban sobre Cuba, lo que permitiría el regreso de ésta al organismo internacional, si es que ella se interesara naturalmente.
Es difícil pensar qué pasa por la mente de gobernantes al frente de pueblos que enfrentan graves problemas de pobreza como es el caso de Honduras, pero es altamente posible que un hombre de ideas liberales (que en sus orígenes fueron ideas revolucionarias, recuérdese que el liberalismo político fue la ideología inspiradora de la Revolución de Independencia de Estados Unidos y de la propia Revolución Francesa) haya sintonizado bien con los aires de cambio que en estos instantes provienen desde muchos lugares en América Latina: Venezuela es un caso emblemático, pero también Nicaragua y más recientemente El Salvador, para mencionar sólo a aquellos países situados en el vecindario de Honduras. Lo que parece suceder es que los sectores privilegiados en Honduras son tan reacios al cambio (pero no reacios a los gobiernos militares, bajo los cuales prosperaron por décadas en el pasado) que incluso la idea de un proceso de participación democrática para redactar una nueva constitución les produce pánico. La idea que una asamblea constituyente, esto es un cuerpo elegido democráticamente, seguramente con una amplia representación de todas las clases sociales incluyendo a los empobrecidos campesinos, participando de igual a igual con miembros de las elites en la creación de una nueva constitución, fue simplemente considerada inaceptable.
Incluso el tan repetido argumento de que Zelaya intentaba cambiar la constitución para ser reelegido, ha sido manejado mañosamente. En los hechos, introducir una tal disposición en la nueva constitución que se planeaba hubiera estado siempre sujeto a la aprobación de la constituyente y luego de la ciudadanía misma, ya que igualmente se pensaba que toda nueva constitución fuera sometida a un referendo para su aprobación final. ¿Qué más democrático puede ser un procedimiento? La insistencia sin embargo en la reelección ha servido para crear la impresión que ese era el tema central de la disputa que se había venido desencadenando en los días previos al golpe. Por cierto una maniobra de desinformación. Lo mismo respecto de la presencia venezolana, incluso el obispo auxiliar de Tegucigalpa, Darwin Andino, atacó lo que llamó “entregar el país al chavismo”; algo ciertamente desproporcionado dado que de muy lejos el mayor inversionista en la pequeña república no es otro que Estados Unidos, que por cierto ejerce la mayor influencia en ella.
Pero incluso si la reelección hubiera sido el tema central, otros gobernantes – ciertamente no afines a Zelaya – como Carlos Menem en Argentina y Álvaro Uribe en Colombia, modificaron las constituciones de sus países para hacerse reelegir, y la verdad es que ellos no lo hicieron siguiendo el método de consulta popular que intentó Zelaya.
Al final por cierto lo que más produce inquietud y que incluso la secretaria de estado norteamericana Hillary Clinton ha hecho notar, es que el golpe de estado hondureño es una seria regresión a un modo de conducta que se creía desterrado de las prácticas políticas del continente: el golpe militar. El acto por el cual un jefe militar actuando por su cuenta, por encargo de otros o en connivencia con sus camaradas de armas, se abrogaba la facultad de asaltar las instituciones del país y encaramarse en el mando de la nación. Los “gorilas”, un apelativo originado en la Argentina de los años 50 en referencia a los militares que entonces derrocaron a Perón, parecían cosas del pasado, sepultados sus brutales métodos represivos y sus abusos de poder bajo los aires de la modernidad que habría sobrevenido a fines del siglo 20 y reafirmados por los gestos de buena voluntad expresados por el nuevo presidente norteamericano Barack Obama. Pero al parecer no es así. La vieja especie de gorilas cargados de medallas que se otorgan a si mismos – ellos casi nunca han estado en batallas de verdad – resurge desde los pantanos de la historia y ayudan a colocar a un monigote como Roberto Micheletti, para luego intentar convertirse en los que realmente muevan los hilos de un tan débil gobierno de facto. Los “gorilas” como fuerza de reserva de los sectores opuestos a los cambios.
Los “gorilas” no se han extinguido pues, y Honduras es el primer lugar del continente donde han hecho su reaparición. Habrá que ver si esa triste época de la historia del continente con gobernantes militares por doquier volverá a reeditarse. O quizás si la historia se repite, como alguien lo escribiera, es porque en su versión primera es tragedia, y en su segunda una farsa. Y eso es lo que a mí me parece que los milicos sediciosos de Honduras y el tal Micheletti están protagonizando en este mismo instante, y como farsantes, es muy probable que terminarán en el ridículo.
Comentarios: smartinez175@hotmail.com
sábado, julio 04, 2009
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