Un golpe del Sur y otro del Norte
Por Dimas Castellanos
El debate –elemento básico de la libertad de expresión– desaparecido del escenario cubano hizo su reaparición, primero de forma espontánea entre intelectuales, y después convocado por el Partido Comunista para debatir el discurso del General Raúl Castro del pasado 26 de julio. Dos hechos que han puesto a la orden del día la necesidad de su reivindicación como mecanismo para el intercambio de ideas y el desarrollo social.
Con independencia de las limitaciones a que el debate está sometido y del silencio de la prensa oficial, su regreso no deja de ser una noticia alentadora. Sin embargo, un agente tan importante para los cambios que demanda la sociedad cubana está expuesto a grandes obstáculos. Cuando la polémica entre los intelectuales marcó su renacimiento; cuando el descontento ciudadano aprovechó la convocatoria del Partido Comunista para conformar un abultado pliego de quejas y demandas insatisfechas; cuando se manifestaba un lento despertar cívico; dos golpes, uno proveniente del Sur y el otro del Norte, han intentado, consciente o inconscientemente, silenciar el debate e impedir con ello el resurgimiento del protagonismo ciudadano.
El golpe del Sur
El presidente de Venezuela, en su visita a Cuba el pasado mes de octubre, expresó entre otras cosas que: 1- Cuba tiene dos presidentes: él es uno de ellos; 2- La unión entre Cuba y Venezuela, pues según él, Bolívar, Martí, Miranda o Sucre nunca hablaron de integración sino de unión; 3- Que están comenzando a hacerlo con la fuerza de los pueblos de Cuba y Venezuela en “masa”; 4- Si Cuba no consiguiera grandes reservas de petróleo y de gas “para los cubanos y las cubanas de este siglo y el próximo”, está allí cruzando el gran lago; 5- Cuba y Venezuela tienen un alto grado de dependencia alimentaria, por eso deberíamos concentrar a los mejores investigadores, los mejores científicos, las mejores tierras, herramientas y maquinarias.
Primero. Los cubanos nos acabamos de enterar que basta que un mandatario extranjero lo decida para que automáticamente pase a ser presidente del país que visita, sin tener que preguntarle a ningún ciudadano del país visitado.
Segundo. Nadie duda, en la época de la globalización, que la integración sea una necesidad. La duda surge cuando se trata, de forma inconsulta, de conformar una gran nación, pues debido a las lógicas diferencias de épocas y de formación ciudadana, los conceptos definidos por nuestros próceres requieren de la correspondiente actualización.
La nación –fusión de todos los factores sociales que componen un país– emerge de largos y complejos procesos de acercamiento social, cultural y económico hasta desembocar en una comunidad única y estable. Ese proceso comenzó en Cuba desde el siglo XVI con la interrelación entre europeos y africanos, cuyos descendientes, devenidos criollos, definieron una nueva nacionalidad: la cubana. Los originarios de África –sometidos a trabajos forzados, carentes de derechos, de cultura occidental y de propiedades– antes del inicio de las guerras de independencia habían derramado ríos de sangre luchando contra sus amos procedentes de Europa. Luego, durante las luchas por la independencia, combatieron y ocuparon los más altos cargos militares. Una vez concluidas las guerras, a pesar de la igualdad social recogida en la Constitución de 1901, los negros continuaron siendo lo que eran antes, sencillamente negros, lo que imposibilitó la identidad que requiere una nación. La mejor prueba de ello, es que en 1912 se produjo la más horrible matanza de negros registrada en nuestra historia.
Posteriormente, gracias a las luchas sociales, a los derechos institucionalizados y al debate público, se lograron algunos avances. En ese proceso irrumpió la revolución de 1959, la cual eliminó todas las trabas legales que fundamentaban las diferencias raciales. Sin embargo, la ausencia de aspectos tan cruciales como son el derecho ciudadano a la tenencia de propiedad, la instrumentación de un proyecto preferencial para elevar las condiciones de los negros y la institucionalización de los derechos humanos, parafraseando a Jorge Mañach, impidió compartir definitivamente un propósito común por encima de los elementos diferenciadores. Por ello los prejuicios raciales, que no desaparecieron con los decretos legales, afloraron nuevamente durante la crisis producida con la desaparición del campo socialista. Cuando los que se fueron del país, casi todos blancos, comenzaron a enviar remesas a sus familiares, los negros quedaron nuevamente en desventaja. En fin, que el proceso de acercamiento social, cultural y económico no ha permitido hasta hoy, la cristalización de una verdadera identidad de destino y pertenencia.
Entonces, si por Cuba entendemos a esa nación en formación, que incluye a su pueblo y al gobierno, es inaceptable que un proceso tan decisivo como la imposición de una mega-nación, se intente realizar desconociendo la voluntad popular. Además de ello, ante disposiciones que afectan a millones de seres humanos, la improvisación no es aconsejable. La experiencia de Europa así lo demuestra. El proceso de integración de aquella región comenzó en 1958 con el Tratado de Roma, de donde emergió el Mercado Común Europeo convertido hoy en Comunidad Económica Europea; y es sólo ahora, medio siglo después, que están discutiendo un proyecto de Constitución que incorpora la Carta de los Derechos fundamentales con carácter vinculante.
Tercero. Es necesario desterrar el concepto de masa del discurso político. Este concepto, que desconoce al ciudadano como persona, se basa en la hegemonía del líder, pero como los pueblos están compuestos por ciudadanos, con dignidad, criterios y derechos, el concepto de masa es inadmisible. La masa, como expresara Dagoberto Valdés, espera ser “amasada” y los soberanos prefieren contar con esas masas manipuladas, sin conciencia cívica ni responsabilidad pública para hacer valer su voluntad.
Cuarto. Como cubano agradezco la donación de un recurso tan importante como es el petróleo, pero el problema de Cuba no es sólo de recursos. Durante años recibimos una gigantesca ayuda de la Unión Soviética, que fue mal utilizada por el ineficiente modelo económico. Además, sería bueno saber si el pueblo venezolano, supuesto dueño del petróleo, ha sido consultado para dar a Cuba este recurso para este y el próximo siglo; una decisión que incumbe incluso a generaciones de venezolanos que están por nacer.
Quinto. En el caso de Cuba, para lograr autonomía alimentaria, además de investigadores, científicos, tierras, herramientas y maquinarias –que hemos tenido suficientes– es necesario convertir al cubano en sujeto, para lo cual se impone emprender las transformaciones estructurales que sean necesarias.
El golpe del Norte
Apenas recuperados del primer golpe, del otro lado, del Norte, recibimos el segundo. El presidente norteamericano, fiel a su ineficaz política hacia Cuba, anunció en un discurso, más como aliado que como enemigo, que: 1- Los disidentes de hoy serán los líderes del mañana; 2- El Congreso de los Estados Unidos ha votado fondos adicionales dirigidos a apoyar los esfuerzos por el establecimiento de una democracia en Cuba; 3- Estados Unidos está dispuesto a adoptar nuevas medidas para ayudar directamente al pueblo, si la clase gobernante se quita del medio.
Primero. Esa es una decisión del pueblo cubano que se realizará mediante elecciones libres. Y sólo ese pueblo podrá decidir libremente en las urnas quiénes serán sus líderes.
Segundo. Los fondos de un Estado, puestos en función del derrocamiento de un gobierno extranjero, con independencia de las características del mismo, es injerencia en los asuntos internos de otro Estado y por tanto, condenado por el derecho internacional.
Tercero. Es una ilusión pensar que un gobierno totalitario, con el control absoluto de la economía, de los medios de comunicación, de las fuerzas militares y con un pueblo desarmado de los más elementales derechos, vaya a “quitarse del medio” por el simple hecho que se le solicite.
Conclusión
Del Sur, si “Cubazuela” será una potencia y de entrada contamos con la seguridad del combustible para dos siglos, ¿qué sentido pueden tener las demandas y quejas expresadas por el pueblo mediante el debate del discurso de Raúl Castro? Es decir, se acabó el debate y el intento de protagonismo cívico. Somos masa, la decisión corresponde a “nuestros líderes”. Gracias señor Chávez
Del Norte, tres elementos suficientes para dar un nuevo respiro a los enemigos del cambio. La “amenaza exterior” asoma nuevamente su fea nariz y vuelve a solapar, aunque sea temporalmente, la contradicción entre pueblo y gobierno al interior del país. De nuevo se ofrece, en un momento crítico, el más útil argumento con que ha contado el gobierno cubano para suspender el debate público y el protagonismo ciudadano. Si el país está amenazado por una potencia extranjera, ¿qué sentido tiene discutir sobre cambios al interior? Primero está la patria amenazada. Gracias señor Bush.
Del interior, seguiremos insistiendo y estimulando el debate como antesala del diálogo, de la negociación y de la reconciliación. El efecto de los dos golpes reseñados será sólo temporal. El debate, manifestación de la libertad de expresión, se impondrá tarde o temprano y los cubanos hoy o mañana serán protagonistas de los cambios que la nación demanda, cambios que se producirán a pesar de las “agresiones externas” y del “combustible” de Caracas.
martes, noviembre 13, 2007
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