lunes, febrero 25, 2008

DENUNCIA, ESPÌRITU CRÌTICO Y EL DIPUTADO TASCÒN

Desde Venezuela


DENUNCIA, ESPÌRITU CRÌTICO Y TASCÒN


Eligio Damas



El “gocho” Walter Márquez se hizo respetar y hasta temer en el congreso de la IV República. Pese a sus dificultades motoras y enjuto cuerpo, dio demostraciones de entereza y valor.
El ex parlamentario, formado profesionalmente en la escuela de historia de la Universidad de los Andes (ULA), inauguró el estilo de la denuncia parlamentaria con pruebas en la mano, como arma de combate en vez de usarla, sólo por hacer bulla, para la promoción personal o como intento de brillar robándose luz ajena.
Los policías que en “El Amparo”, cerca de la frontera con Colombia, masacraron a más de una docena de inocentes campesinos venezolanos y les presentaron como guerrilleros de la FARC, en actitud combatiente, “no contaron con la astucia”, el profesionalismo y la valentía de aquel nuevo Quijote. Pues Walter Márquez, después de hacer la denuncia en el congreso, pudo demostrar ante los tribunales venezolanos, pese al férreo dominio que sobre muchos de éstos ejercía la “tribu de David”, como llamaron al grupo de abogados y dirigentes de Acción Democrática, encabezados por David Morales Bello, el crimen cometido por la policía política del gobierno adeco. Y fue más lejos, llevò el asunto a instancias internacionales y allá también probó la veracidad de su denuncia.
Márquez no habló, siendo parlamentario, por hablar ni ganar espacio en los medios. Menos para disimular sus deficiencias o indisposición para aportar en la construcción del paìs. Tampoco para darle rienda suelta a bajos instintos y menos para ganar espacio a costa de la dignidad ajena, por actuar como simple recadero o “mascaròn de proa”.
Su formación universitaria le adiestró en la investigación documental y de ello se valió para demostrar en tribunales caraqueños y de su natal Táchira, la validez de sus denuncias y del despojo que fueron víctimas muchos campesinos por parte de algunos terratenientes, o “tierra cogientes” como se les llamó una vez con sorna e ironía. Documentos en mano, obtenidos mediante arduos y meticulosos trabajos de investigación, sin temor a las amenazas, consiguió que la justicia devolviese las tierras a sus legítimos dueños.
Y así, tremolando la verdad y con el respeto por la gente por delante, el “gocho” Walter Márquez, construyó su limpio y noble liderazgo. La denuncia en él, montada sobre la verdad, la justicia, el decoro y el respeto a los derechos de la gente, fue un arma contundente, hasta letal pero limpia. Y siempre puso el norte de sus investigaciones y empeño en llegar a la denuncia, hacia donde estaban los enemigos del pueblo.
Pero surgieron imitadores, sin oficio ni recato, dentro de su propio bando, como aquel que llegó a ser gobernador de Aragua, para quienes la gente poco vale y la dignidad es una palabra que por allí fumea. Sólo útil para los discursos que denuncian cosas al voleo por impresionar y vender una imagen que no se aviene con la realidad y menos con las expectativas de la madurez de este pueblo.
Mucho ruido y pocas nueces encuentra uno en esos denunciantes sin denuncia que, después de despotricar, vuelven a jorungar para ver que encuentran para subsistir.
Esta última conducta es reprochable. Quizás algo de ello haya en la actitud del diputado también tachirense Luis Tascòn, aunque uno desde lejos y tiempo atrás, le percibe como ingenuo y muy dado a refugiarse en su soledad. Pero pese a esto no podemos dejar de censurar su proceder, como destinado a llamar la atención, sin importar la gravedad de la majadería. Olvida una máxima fundamental en el mundo del derecho, según la cual una cosa es la “verdad” que se construye intelectualmente y otra la verdad procesal. Y todavía así, no tiene ningún derecho a enlodar a nadie por una sospecha infundada o un “me informó una fuente confidencial y sólida”. Tampoco a construir los puentes por donde piensa transitar hacia sus ansiadas metas con las espaldas de los demás y menos si éstos son inocentes.
Pero también es cierto y justo que nadie, por retruque, puede a priori, descalificar a otros y dar por falsas las afirmaciones que se hacen sin averiguación alguna. Por eso el PSUV y las autoridades competentes, deben permitirle a Tascòn presentar “sus pruebas” y hasta exigírselas, por el bien suyo y hasta de sus acusados, por los mecanismos y puertas que se avienen con el cuido de la imagen del proceso, antes de armar tanta bulla y acudir a aquellos medios que andan como zamuros buscando la carroña. Y después de establecida la verdad proceder a aplicar todas las sanciones que sean procedentes.
Descalifica la denuncia aquel que no procede de buena fe, con la verdad y pruebas en la mano. Pero descalificar toda denuncia, no sólo contradice el espíritu de las tres R, sino que conduce a la inhibición a todo aquel que está obligado a hacer contraloría social. Y hasta la crítica queda moribunda. Y ésta, la crítica, es medio apropiado para abrirle cauce a la lucha de contrarios y buscar la forma de nivelar las diferencias en los procesos sociales, sobre todo cuando se aborda contradicciones reductibles. No hay revolución sin espíritu crítico.
Pero no hay espíritu crítico en la difamación y en el deseo de destruir lo sano por alcanzar metas personales.

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