sábado, marzo 01, 2008

ESCUCHEMOS LAS VOCES DEL VIENTO Y A LAS PIEDRAS TAMBIÈN

Desde Venezuela


ESCUCHEMOS LAS VOCES DEL VIENTO Y A LAS PIEDRAS TAMBIÈN

Y a las aves parlanchinas
del Popol Vuh. Ellas dicen verdades.

Eligio Damas

Al pueblo nunca, en la vieja democracia representativa, le consultaron cosa alguna. Le ponían a votar a favor de un programa engañoso y después, los gobernantes y hasta opositores hacían cuanto les venia en gana.
Una de las grandes estafas a los venezolanos, fue el programa que Caldera y sus hijos llamaron “la agenda Venezuela”. En la plaza pública, el viejo patriarca al chiripero reunido, le dijo con fe de cristiano fundador, “hijos míos, les juro por esta, que jamás me someteré a los dictados del Fondo Monetario Internacional (FMI)”. Y las chiripas creyentes, aplaudieron hasta sangrar las manos. Se llamó chiripero a los millones de votantes descontentos con lo que acontecía, procedentes de todos los rincones, de pequeños partidos, de los grandes que estaban en el gobierno y sobre todo del área independiente que creían perdidas sus esperanza, que dieron el triunfo electoral al Dr. Caldera, en contra de la voluntad de AD y COPEI, los del Pacto de Punto Fijo. Este fenómeno fue un resultado importante de los acontecimientos del 27 de febrero de 1989, conocidos como el “Sacudòn” o “Carachazo”, bajo el segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez, desatados contra éste y sus políticas neoliberales expresadas en medidas, recomendadas por el FMI, aplicadas de manera violenta y esencialmente dirigidas contra la economía popular.
Aquel programa de Caldera, bautizado por Teodoro Petkof y Raúl Matos Azocar, llevò al Dr. Caldera, por segunda vez a Miraflores. Pocos dìas después, una vez que tomó posesión, sin consultar al pueblo y al chiripero que le hizo presidente, lanzó al cesto de basura el programa de su electorado. Y él, los ministros Sosa y Matos Azocar y más tarde Teodoro, fueron atragantados de palabras, a suplicar perdón y una ayuda, bajo las condiciones que fuesen, al organismo financiero internacional.
Por supuesto, no hubo consulta al pueblo; se actuó en contra de su voluntad y todos aquellos que acceso tenían a los medios se quedaron callados. Los empresarios no se incomodaron por aquel abuso y absoluto desprecio por los derechos de la gente común. ¡Claro, a ellos si les consultaron! Es más, Caldera terminó haciendo, no lo que aquellos opinaban, sino lo que querían, aunque jamás formaron parte del odioso chiripero.
Chàvez, ha hecho algo inédito en estos tiempos de democracia. Formó un gobierno sin repartir la torta entre los partidos y la cúpula empresarial. Antes era habitual que ésta se apoderase de parte importante del parlamento y de los ministerios, sobre todo aquellos que tienen que ver con lo económico.
Esa manera de proceder ya hace a Chàvez un tipo indeseable y a quien hay que combatir. Pero, si para más señas, no gestiona para que las leyes salgan al justo gusto, conveniencia e interés de quienes siempre se han favorecido, aunque les consulte, hay que destruirlo.
Domingo Maza Zavala, quien fuese Director del Banco Central, un hombre juicioso, equilibrado y hasta conservador, a quien nadie puede calificar de chavista, dijo aquellos dìas, iniciándose el gobierno de Chàvez, que se discutía para elaborar la Ley de Hidrocarburos, que “se consultó hasta el gato”. Nunca antes, según el viejo profesor de economía, había visto que se diese un debate más amplio y tanto derecho a opinar. Pese a eso, empresarios y políticos enemigos del régimen, dijeron que no les consultaron. Cuando se puso al debate público la reforma de la constitución vigente, pese a la amplia y larga consulta que hizo la Asamblea Nacional y la discusión que se daba en los medios y en la calle, los opositores dijeron a coro, que a nadie se había consultado. Porque en verdad, no reclamaban se les consultase sino que se hiciese lo que ellos querían.
Hasta en el lado de la “izquierda”, hay quienes reclaman al gobierno que, en el manejo de la materia económica, deje todo a los vaivenes de la fantasía del “libre mercado”, donde lo menos que existe es tal cosa y, como Chàvez les escucha pero no muerde esos anzuelos, quizás desplegados con inocencia y buena fe, con rabieta toman sus corotos y se van a cobijar en otras tiendas.
Porque no admiten que los tiempos han cambiado, que todos tenemos el derecho a opinar, soñar y desear. Pero eso no implica que el consultante esté obligado a acoger mis deseos, porque aquellos son muchos y variados.
Pero hay que afinar el oído, pues de repente las opiniones valen y sirven como herramientas para abrir los surcos. Porque hasta en el bando del gobierno, en veces, hay dificultades para entender estas cosas; y es usual que un asunto opine y aspire quien el timón lleva y otras lo que reclaman los vientos y las agitadas olas. El movimiento popular demanda la unidad, esa es la gran experiencia a la que debemos apelar en las actuales circunstancias y ella, en gran medida, se construye y fortalece permitiendo que los aliados ocupen sus naturales espacios y escuchando sus voces, aunque en veces nos parezcan susurros y otras ruidos estruendosos. No siempre traerán falsas palabras o mensajes engañosos.
Al construir el PSUV se debe dejar abierta las compuertas, que todos lo ríos tributarios metan su carga, que el directivo resulte de la opinión rica de las bases. Eso garantiza la unidad y el entusiasmo.
Y ademàs, hay que escuchar, hurgar por verdades, pero entre y por todos. El presidente, como en el Popol Vuh, debe poner atención a las aves parlanchinas, eso no empalaga, que deben llevar mensajes asertivos, aunque también suelen equivocarse. El sabrá escoger.

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