viernes, mayo 29, 2009

¿CONCIENCIA O JODIENDA DE CLASE?

Desde Venezuela


¿CONCIENCIA O JODIENDA DE CLASE?

Vino “La Gaviota”, y en su pico, Chávez encontró un mensaje.




ELIGIO DAMAS



Mientras los inteligentes se enfrascan en discusiones acerca del ser social y la conciencia social; escriben réplicas y contrarréplicas. Se dividen en pequeños grupos de seis, como dijese Aquiles Nazoa o esperan llegar a ocho, para dividirse en dos de cuatro, como con sorna, solía decir un viejo compañero, para referirse a la gente del MIR, en la realidad, algunos explotados y como poco ilustrados, hacen cosas que a aquellos burlan y pudiésemos evitar, si los primeros le pusiesen atención a lo habitual o cotidiano, en lugar de divertirse buscando qué les separa o debe separarlos o gruesas palabras para, como peñascos, lanzárselos unos a otros. En esas circunstancias, cabría decir, como Jesús a quienes acosaban a María Magdalena, “quien se sienta libre de pecados que lance la primera piedra”.
Desde hace ya unos seis o siete años, después de la aprobación de la Ley de Pesca, cuando la habilitante que provocó el primer tsunami opositor contra Chávez, en un punto de Margarita que el presidente ha visitado varias veces, por intermediación del gobierno crearon una cooperativa de pescadores, un centro de acopio bien equipado y otorgaron a aquellos otra serie de beneficios.
Estando en la isla, muy poco tiempo después de aquellas ejecutorias, informado por intermedio de un amigo, acudí de compra y cuál no sería mi asombro y disgusto, al constatar que los productos que allí se vendían, tenían precios iguales o superiores a los del mercado de Porlamar. No hace mucho estuve por allí, sólo por curiosear, y la situación no había cambiado.
Aquí, en el ámbito de Puerto La Cruz, donde uno sabe, porque no es difícil percibirlo y nadie lo oculta, intermediarios que reciben productos del mar de beneficiados por los planes gubernamentales, lo que incluye peñeros, motores y hasta las nuevas disposiciones sobre la pesca marina, expenden los mismos a precios similares en lo que el presidente llama, como corresponde, mercado capitalista. Y hay también, entre esos intermediarios, muchos que visten con “orgullo y satisfacción”, franelas rojas.
Hoy, jueves 28 de mayo, en el marco de la celebración de los diez años de “Aló Presidente”, el primer mandatario nacional, denunció con energía y hasta con amargura, que pescadores de cooperativas, llamadas “socialistas”, estaban optando por vender el pescado, sobre todo la sardina a empresas privadas, mientras se lo negaban a la recién “socializada”, empresa “La Gaviota”, con la finalidad mercantil de obtener mejores beneficios.
Quienes, como el suscrito, consume pescado de manera preferencial, por salud y hábitos formados en la infancia, procura conseguirle lo más fresco posible, puede asegurar que las especies marinas han alcanzado precios inaccesibles para los pobres, pese todo el esfuerzo del gobierno nacional.
En esto, como en otras cosas, hemos comentado varias veces con preocupación y hasta injustamente, que aquí hay muchos que se están burlando de Elías Jaua. Y este sentimiento se corrobora cuando uno escucha al presidente decir, que en el llano, hatos declarados socialistas, en los cuales el Estado ha hecho inversiones cuantiosas, se ha comprobado, prefieren vender su producción cárnica a los capitalistas y no a Mercal. Y así parece suceder con el pollo y muchos productos de programas bajo protección oficial
Y estas cosas suceden a los ojos de todo el mundo. Mientras “los estudiosos”, en lugar de organizar a la gente, al partido revolucionario, ciudadanos, para que hagan contraloría eficiente y masiva, omnipresente, se distraen en discusiones académicas y otros, por decir lo menos, se hacen los locos para que su activo de votantes o adherentes no aminore. Eduardo Samán no puede ser el único músico que toque en esa orquesta de Chávez, echarse toda esa tarea encima y de paso quien reciba los trompones.
Y es sorprendente, como en la intervención de Chávez, en este “Aló Presidente” del jueves ya citado, quedó claro, sin intención alguna de “echarle la burra al monte a nadie”, que todos cuantos en el gobierno tienen que ver con esos asuntos, lo que incluye que los productores de tomates no quieran venderle a la “pesquera”, como les llamamos los cumaneses, y en Sidor se niegan enviarle la parte metálica para hacer las latas, si aquella no paga con un mes de adelanto, que pescadores “socialistas” negaban tener sardina o los productores de los hatos ya mencionados, mandaban “su carne” al mejor postor, no se habían percatado de tales irregularidades, hasta que él metió la lupa.
Y, de ahora en adelante, no deben descuidar el uso que den a la producción de “La Gaviota”.
No podemos olvidar, y eso no debe ser difícil imaginarlo, menos a quienes han estudiado a los grandes pensadores, que el capitalismo nuestro es, relativamente hablando, de vieja data. La cultura del lucro está intacta. Por eso el presidente habla del asunto a cada instante y hasta de manera que podría a muchos resultarnos fastidiosa.
Es una ilusión que los trabajadores, no por el resultado de sus luchas por el cambio, sino por una acción de gobierno, más tomando en cuenta las particularidades del proceso venezolano, van a cambiar la vieja cultura de manera espontánea y de un día para otro. El sindicalerismo, que no sueña, sabe eso y si no, reacciona por inercia; y los comerciantes y empresarios también.
Por eso, en vez de perder el tiempo en discusiones académicas o procurando mantener un buen ritmo en la cosecha de votos, hay que pensar que no es suficiente ser obrero, campesino o pescador, para en el marco de una sociedad donde prevalecen las relaciones capitalistas y la cultura del lucro y la usura, asumir una actitud revolucionaria y socialista. Es más fácil lo contrario.
No se acaba la tarea dándoles facilidades a los trabajadores de una empresa “socialista” y así llamándole, promulgar la ley que los beneficia como grupo, créditos, bienes, recursos tecnológicos, sino debe continuar con un intenso proceso de aprendizaje que les concilie con la clase, inserte en los valores, la conciencia de ella y el deber colectivo.
Y es procedente hacer esta pregunta que uno viene haciéndose hace años por lo que ve a diario y lo que acaba de denunciar el presidente:
¿Esos programas no se supervisan? ¿Esos proyectos una vez arrancan, pese a los fines asignados, nadie pide ni rinde cuentas? ¿No se establecen obligaciones como aquellas que aseguren los fines y orientaciones del producto? ¿No hay quien vaya ensartando, como en un rosario, las cuentas que nacen del plan de Chávez por construir el socialismo?
Aparte de las inmensas cantidades de dinero que hay de por medio, están en juego muchas cosas trascendentes.
No porque usen camisas rojas o griten ¡viva Chávez! – estas cosas las dijo el propio presidente -- puede permitirse, que los inmersos en esos proyectos, hagan le que les venga en gana, les inciten sus agallas o les encanten, como las sirenas, las ofertas del mercado.
Una cosa es trabajar para el cambio y otra por el clientelismo electoral y, en eso, entra la “jodienda de clase”.

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