jueves, mayo 07, 2009

VLADIMIR VILLEGAS Y SU POTECITO DE PANDORA

Desde Venezuela


VLADIMIR VILLEGAS Y SU POTECITO DE PANDORA


ELIGIO DAMAS

De Vladimir Villegas, apareció el martes 5, en Aporrea.org., un artículo con el título “El Potecito de Gas”. En el mismo, en una manera muy modosita, muy calculada, mezcla tres asuntos. Detalles de la marcha del 1º de mayo de la oposición, encabezada por Ledezma, Ramos Allup y Oscar Pérez, poniendo énfasis en las lacrimógenas allí lanzadas; el asesinato, atribuido a la policía metropolitana, de un estudiante en Mérida, militante del PSUV, circunstancia ésta por cierto que no menciona, pero acontecimiento que utiliza para lanzar un discurso subliminal contra el gobierno nacional y, finalmente hace mención al aniversario del natalicio del meritorio luchador social y dirigente sindical comunista Cruz Villegas, quien fuese su padre.
Como el mencionado columnista habló de un “potecito de gas” y vertió sus opiniones de manera un tanto extraña, me sugirió que ellas salían de la jarra, ánfora o del potecito de Pandora. Y éste, cargado previamente con meticulosidad y contenido de efectos muy discretos pero fines muy precisos, lo porta Vladimir. Y lo que dentro del potecito lleva deja salir, no sin descuido, donde lo crea conveniente o el terreno evalúe abonado, quizás con el fin propio de todo agricultor, pero con discreción y hasta un dejo que pareciera tristeza,
Cree que la marcha debió dejarse avanzar hasta donde a última hora decidieron quienes la arengaban. Como que debieron dejar a los marchantes de abril que a Miraflores llegasen. Eso le molestó y hasta dolió en demasía. Ignoró el argumento dado por el sector chavista, que en paralelo desarrollaba su marcha, según el cual se debía evitar que ambas se encontrasen o por lo menos se acercasen en algún sitio. Olvidó el macabro y reiterado empeño opositor de provocar un muerto de su bando para sus fines mediáticos y avalar sus acusaciones ante organismos internacionales. Eso lo obvió con discreción Vladimir y si lo tenía en su potecito, cuidó que no se le filtrase.
Como evitó hacer mención que la marcha estaba autorizada hasta el punto que acató la dirigencia obrera, el derribo de las barreras puestas por los cuerpos de seguridad, las arengas de Ledezma y los destrozos contra la propiedad pública y particularmente contra el PDVAL.
Pero si lamentó que las fuerzas policiales, por contener a quienes pretendían desbordarlas, lanzase lo que irónicamente llamó un “potecito de gas”.
Resalta lo que una paradoja le parece; que Ledezma, ahora Alcalde, cuyos abusos actuales no menciona, “prueba de su misma medicina”; es decir la que aplicaban “los gobiernos de los cuales formaba parte o simplemente apoyaba”, como escribió Villegas.
Rotundamente NO, señor Villegas. No es así tan sencillo. No es la misma medicina; tampoco Ledezma fue un integrante cualquiera de aquellos gobiernos ni un iluso señor que “simplemente” los apoyaba. Como usted con inesperado candor le califica.
Tomemos solo un caso. Cuando el Caracazo, Ledezma, era el gobernador de Caracas. Es decir un alto funcionario del gobierno de CAP y hasta íntimo de éste. Lo era tanto que se le tenía como el delfín. Si hace memoria, recordará que la cifra de muertos y desaparecidos fue y es impresionante. Y también es significativo el número de muertos ocasionados por la represión ordenada a la policía por él dirigida, siendo Alcalde de Caracas. Y cuando no estaba en el gobierno, no era un “simple” apoyador sino dirigente nacional del cogollo adeco.
Y la medicina era otra, no “inocentes potecitos de gas”, sino plomo del grueso por la orden de “disparen primero y averigüen después”, aquella de Betancourt, que como el paro patronal contra Chávez, los adecos nunca suspendieron.
Por supuesto uno también lamenta que esas cosas sucedan, pero pese a que “no debemos dejar que el pasado nos atrape”, tampoco podemos borrarle, ni hacer aparecer a quienes manejan la agenda del disturbio con fines inconfesables, como “simples” pacifistas o corderitos. Lo que implica, por si acaso lo decimos, que no por eso se deba bombardear a Ledezma y los suyos donde se asomen, solamente por venganza. No vaya a pensar eso.
Sí, es cierto, en los cuerpos policiales todavía perdura la cultura represiva creada por quienes aquí gobernaron por años. Como que en la sociedad toda están vivos los defectos, vicios e injusticias, que las clases dominantes impusieron. Por algo la estructura que crearon sigue intacta y con ella su cultura. En eso compartimos “la angustia” de Villegas, pero entre este gobierno y los que le antecedieron, donde Ledezma generalmente fue figura importante, hay una diferencia notable. La represión, persecución, tortura, desapariciones y pillaje policiales, eran políticas de Estado. Ahora no lo es. Y esto no lo advierte Villegas; lo que a uno lo deja pensando que, el potecito de Pandora que porta, como si fuga solamente hacia una dirección.
Pareciera que tras su reacción iracunda, de manera nada discreta, apuntase directamente al gobierno nacional. Sólo que todavía le falta un pelín para llegar hasta allí.
Acusa que nada se hace por castigar los excesos policiales. Y en ese sentido, no menciona el caso de los condenados por Llaguno, a quienes la oposición presenta como perseguidos políticos. ¿Qué piensa Villegas de este asunto? Los enjuiciados en Anzoátegui por los muertos en la ensambladora. Los ahora mismo detenidos en Mérida, pues el gobierno actual, no ha procedido como lo hacían los de antes, encubriendo a los delincuentes y negando el delito. Y hay muchos procederes similares que a la memoria escapan.
Villegas, no menciona los excesos de las policías regionales que controla la oposición, como en Chacao o recientemente en el Táchira y hasta en el Zulia. Sino que hace un discurso abstracto con un destinatario concreto, al cual no llama perro pero le enseña el tramojo.
Nos parece muy bien, de muy buen gusto, que a Vladimir no le simpatice “la cultura represiva”, a nosotros tampoco y al gobierno menos, aunque de cierto tiempo para acá, esto último, Villegas parece no notarlo.
Por eso, del potecito de Pandora, se le escapó la extraña idea, envuelta en un discurso aparentemente dirigido contra los cuerpos policiales, que este gobierno es tan represivo como los anteriores. Cree que no hay “real voluntad política” para acabar con los excesos policiales, pese a que como él mismo dice, se contradicen con el modelo de sociedad plasmado en la constitución vigente y hasta en “la de 1961”.
Por cierto hay como mucho de saudades en esta última referencia.
¿Por qué no condenó o hizo mención a la permanente intención opositora de generar violencia, plegándose inconstitucionalmente al 350 ó 333?
¿Será qué no hay forma de contener las fugas del potecito de Pandora?

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