sábado, mayo 09, 2009

DEL SISMO AL TERREMOTO INFORMATIVO

Desde Venezuela



DEL SISMO AL TERREMOTO INFORMATIVO


ELIGIO DAMAS

Empezaré con aquella expresión o sentencia, muy usada por el gremio periodístico, según la cual hay noticia cuando un hombre muerde a un perro y no al revés.
Es natural pues que, si en alguna parte de su rechoncho cuerpo, nuestro planeta decide espantarse las pulgas, produzca un reacomodo. Y si alcanza en su primer espasmo un nivel de 5.4 en la escala de Richter y luego siguen sus correspondientes “réplicas”, cada cierto tiempo, la gente sobre todo en las grandes urbes, se alarme. Como el planeta no tiembla todos los días en el mismo sitio, entonces allí hay una noticia. No es como una puesta de sol. Por eso hay que andarse con cautela y no causar pánico.
Los medios pueden y deben estar en la obligación de contribuir a lograr la mejor actitud y forma defensiva de la gente cuando se producen esos estremecimientos. Y no hay nada más efectivo y pertinente que conservar la calma. Ninguna recomendación, como aprovisionarse del kit para esos casos, colocarse bajo mesas o columnas, etc., resulta eficiente si se cae en el desespero y la angustia. Hacen mal los medios si crean un ambiente apropiado para desatar estampidas.
Pero hay algunos problemas con la información. Pues la noticia, ya no sólo puede calificársele como una mercancía que se vende u ofrece a un público que queremos atrapar. Y el atraparlo, significa tenerle allí para que las mediciones a los medios que hacen las agencias de publicidad lo registren, pero también a la disposición para llenarlo de mensajes comerciales; y además de las opiniones del dueño, hasta que ellas le salgan por oídos y cuanto orificio tenga. Y le hagan un fantoche. Tanto como sacarlo de sus casillas, hacer que cometa disparates y actúe conforme los intereses de aquellos.
Hasta puede ser que no haya el deliberado interés de lograr eso, pero podemos inducirle a cometer tonterías o caer en el desespero. Como cuando Orson Welles, el gran personaje del cine americano, en 1938, trasmitió el inicio de lo que sería su serie radial “La Guerra entre los mundos”, pese a haber advertido al comenzar que se trataba de un guión de ciencia ficción y comenzar hablar de la invasión marciana, acompañado de efectos sonoros, en las calles de Nueva York, se produjeron escenas inesperadas de terror. Miles de personas tomaron lo que tuvieron a mano y se dispusieron salir de la ciudad. Las colas de automóviles se hicieron gigantescas e inmóviles.
Es decir, la noticia es una mercancía, que también puede ser una cadena y, hasta pareciendo inocente, algo más; pero pocas veces es inocente.
Todavía no hemos salido de la gripe porcina y la fiebre noticiosa que ha engendrado, cuando apenas empiezan las lluvias, se estremeció la tierra en una determinada área del país, y los medios le cayeron como cuando en el oeste americano alguien emocionado gritaba ¡!Oro!!.
Los mensajes de los medios, por su carácter, intención y hasta profusión, pueden conducir a que la gente pierda la calma y el remedio resulte peor que la enfermedad. En estos casos, infundir el terror es una criminal tarea.
Días atrás, el presidente, con sobrada razón, criticaba como los medios escandalizaban con el asunto de la fiebre porcina. Hoy aparecía un titular de primera en radio, prensa o televisión porque, presuntamente, en alguno de nuestros hospitales, ingresó un paciente con influenza. De antemano, en el cuerpo de la noticia y hasta en el titular mismo, se sugería que era porcina y, algo peor, parecía un deseo.
Al día siguiente, en el mismo espacio y con el mismo énfasis, se anunciaba que aquel ingreso fue por otra cosa; ahora uno adivinada una frustración.
Es decir, no importaba o no importa quién muerda a quién, ni tampoco el interés colectivo, lo que interesa es armar el escándalo y mantener a la gente pendiente de lo dice el medio y atado a sus intereses bien o mal intencionados.
Y subrepticiamente, el consumismo inusitadamente aumenta.
Todo el día de hoy 4 de mayo, los medios olvidaron de cuando los margariteños declararon su independencia, pues estuvieron dedicados a informar, con todo lujo de detalles, sobre el sismo, sus características, dar recomendaciones y hasta contar historias individuales alrededor del fenómeno. Y está bien que lo hagan, pero de manera comedida, no dando la sensación que el mundo por ese fenómeno se nos acaba y, como decían en mi pueblo, “a correr que llegó Humberto”.
Pero también, y eso no deja de ser curioso, se habló en detalles de lo que no sucedió. Como cuando se informó por ejemplo que en tal pueblo “hasta hoy no ha llegado la fiebre porcina”. Que era como desear que llegase, para estar en el ombligo del mundo noticioso.
Los medios, con los aspavientos previos, se encadenaron con sus corresponsales en cualquier parte del país, para que ellos informasen que allá, todo el mundo, hasta los vigilantes nocturnos, durmió a pata suelta, porque del movimiento telúrico, solo se supo por los medios al despertarse. ¡Qué desengaño o mala suerte! ¡Qué pueblo tan chimbo!
Globovisión y por intermedio de este canal, Alberto Federico Ravell, quiso hacer las de aquel cura en la cuadra de San Jacinto, el 26 de marzo de 1812, que predicando presentó el movimiento telúrico que ese día azotó a Caracas, y otras ciudades de Venezuela, como un castigo de Dios, porque nuestros ciudadanos se habían plegado a la república y declarado la independencia. Pero allí no se quedó, sino que comenzó a inundar el espacio con noticias para generar terror, atrapar al público, vender su mercancía y también, quien quita, generar un efecto dominó que, si no es por el terremoto, poco importa, derrumbase a Miraflores y aplastase a quienes adentro estaban.
Es decir, el sismo que fue de 5.4 en la conocida escala, lo que le califica como de una alta intensidad, sin embargo no produjo los efectos que esperaban los sepultureros, pese a que estuvo acompañado de fuertes vientos y lluvias abundantes, pero si un intenso y agobiante terremoto informativo.
Pero Globovisión, no se quedó solo en esa tarea. No hay que pecar de ilusos y menos perder la capacidad de observación; por una manía y un incomprensible deber ser; medios del Estado, como en lo de la gripe porcina, y otras tantas cosas, pese a las críticas presidenciales, cayeron en las redes de los opositores, empezando por las del canal de Ravell e hicieron mucho de lo que aquí se dice.
Se puede informar con equilibrio y sobre todo orientar sin necesidad de alarmar. Y no olvidar que la vida cotidiana es muy rica y no dependemos de una tragedia o un acontecimiento escandalosamente “noticioso”. Tampoco, eso ya debemos haberlo aprendido, meter constantemente el pie en el mismo hueco.

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