martes, mayo 26, 2009

UN PRESIDENTE ACOSADO

EN LOS ZAPATOS DE OBAMA
-Un presidente acosado

Por José Marcelo Sánchez

De ser cierto como se dice que la voz del pueblo es la voz de Dios entonces puede asegurarse que Barack Obama persiste con la bendición del Altísimo y el amparo de todos los santos del Olimpo en su arriesgada andadura sobre el filo de la navaja de un sistema que lo masca pero no lo traga.

A estas alturas del juego tengo el cuero demasiado curtido para incurrir en la idiotez del funesto culto a la personalidad; tampoco en la minusvalía intelectual de interpretar con ligereza la rotunda advertencia del profeta bíiblico: "Maldito el varón que confía en el hombre".

Es decir, ni tonto ni cínico, más bien "prudente como serpiente y sencillo como paloma", tal como enseñara el Cristo de Dios a sus seguidores antes de enviarlos a transformar un mundo descarriado con el poder de la palabra y del ejemplo que se atreve al amor.

No me interesa en lo absoluto disimular simpatías personales para el primer presidente negro o mestizo de los Estados Unidos, y de su linda familia que ha teñido de gracia y de humanidad los fríos salones de la Casa Blanca. ¡Quién pudiera negar que ese simple hecho constituye un apreciable salto civilizatorio en la historia de esta grandulona nación!

Mas no voy a negar que a veces me he encabronado con Obama, aunque nunca al extremo de afectar mi confianza en sus buenas intenciones, la integridad de su carácter y el sentido ético que trasluce su desempeño presidencial.

Cuando eso ocurre trato de ponerme en los zapatos de Obama para percatarme de ciertas realidades: gobernar un país no es cosa de coser y cantar. La política es el arte de lo posible y no la vocación al desmadre. El que mucho abarca poco aprieta. Y, todo gobernante antes de ejercer el cargo -por simple sentido de sensatez- debe reflexionar sobre una parábola del Nazareno que aparece registrada en el Evangelio según Lucas, capítulo 14, versículos 28 al 32 para aprender el camino de la prudencia.

Es obvio que Barack Obama es un presidente asediado por un sistema que no ha sido estructurado empinando chiringas. Conoce muy bien los "antiguos límites" y cada uno de los avisos del peligro a la hora de hacer concesiones, de encoger y estirar la cuerda. Un sistema que sabe protegerse y que tiene además con qué hacerlo.

Por lo tanto, la alternativa es desentenderse de los fuegos artificiales del juego político recíproco, las señales de humo y el diversionismo para, como dice el analista Francisco Aruca, alimentar el proceso
en la esperanza contra esperanza de su ulterior desarrollo en sentido positivo.

Hay algo que nadie podría desmentir, Barack Obama ha honrado sus compromisos incluso respecto a Cuba. Para nosotros, cubanos dentro y fuera de frontera, no es suficiente pero puede esperarse mucho más del joven presidente.

Alimentar el proceso significa participar, inscribirse para votar, sacar del Congreso a votos limpios a los tres jinetes del apocalipsis del sur de la Florida para que se pongan a trabajar, o a vivir de sus infladas rentas por "servicios" prestados a la comunidad

Por mi parte y mientras tanto mantengo mi confianza en Obama. Hay que darle tiempo. Y rezar porque no se atraviese un idus de marzo, o aparezca de improviso en la corte un Bruto tan poco cortés como el romano del cuento.





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