El lenguaje triunfalista agresivo daña a la sociedad.
Por Félix Sautié Mederos. E-Mail: fsautie@yahoo.com
En las actuales circunstancias y coyunturas que vivimos hoy, el uso de un lenguaje triunfalista agresivo, tan extendido en los medios habaneros en que me encuentro enmarcado enrarece los diálogos, así como las posibilidades de realizar un análisis objetivo de las situaciones socio políticas que estamos atravesando y complica cualquier concertación de partes que sea necesaria y conveniente.
El lenguaje no es sólo una cuestión de forma, el lenguaje es el vehículo mediante el cual se expresan los contenidos que se quieran plantear. Sin lenguaje no hay comunicación intersubjetiva y sin esta comunicación no hay posibilidades de que exista la sociedad humana tal cual se presenta hoy, dentro de la que nos desarrollamos y nos forjamos como seres inteligentes que somos.
Si bien las expresiones retóricas son una realidad que muchas veces no añaden ni perjudican nada desde el punto de vista conceptual, salvo la pérdida de tiempo que su planteamiento pudiera contraer, el lenguaje se desenvuelve dentro de los marcos de referencia que delimitan a la ley de causa-efecto, porque el lenguaje provoca efectos objetivos y subjetivos que no se deberían subestimar.
Precisamente la comunicación entre las personas es parte esencial de todos los procesos económicos, políticos, sociales, culturales y de cualquier índole que se manifiestan dentro la sociedad humana. Considero, pues, que la incidencia y la importancia del lenguaje resultan indiscutibles y hay que prestarle una atención prioritaria, dadas las consecuencias que ocasiona en el desenvolvimiento de la vida en sociedad. A tales efectos, habría que tener muy en cuenta que precisamente, cuando las relaciones humanas de cualquier índole que sean se desenvuelvan dentro de circunstancias y coyunturas muy complicadas, son los momentos en que más habría que cuidar nuestras expresiones y planteamientos.
Pensar a profundidad las consecuencias de lo que decimos es un signo de madurez política y humana en sentido general, sobre todo con vistas a que no se compliquen las cosas más allá de lo que sus propias dinámicas y características determinen. Por eso, el lenguaje triunfalista que se aparta de la objetividad y la honradez de juicio, en la medida que se manifiesta de manera más extensiva dentro de cualquier coyuntura político social, nubla el entendimiento de la realidad y resta eficacia a los hechos y esfuerzos que se manifiesten.
Si además, a este lenguaje se le añaden agresividad, descalificación e insultos crea efectos muy dañinos al buen entendimiento entre las personas e incluso, al debate civilizado de opiniones y criterios encontrados. Si todo lo que hacemos se plantea como lo mejor del mundo, como éxitos inigualables que siempre deberían ser imitados por todos, nos apartamos de las realidades que nos rodean, nos hacemos incapaces de reconocer los problemas que deberíamos superar; además que ofendemos a los demás a quienes en muchas ocasiones humillamos y/o disminuimos con nuestros proclamados triunfos.
Cuando además los términos en que nos manifestamos resultan ser agresivos y amenazantes, perdemos autoridad, difundimos miedo, enfrentamiento y creamos desafectos. En mi criterio, este es un problema esencial que deberíamos desterrar de nuestros ámbitos sociales internos y externos al objeto de propiciar climas apropiados para las soluciones que tanto necesitamos, así como difundir confianza y esperanzas.
En el tiempo de envío de este mensaje, han llegado noticias sobre el golpe de estado de los militares hondureños contra el Presidente constitucional Manuel Zelaya, con acciones violentas y groseras; con independencia de que escriba algo más específico contra esta medida que constituye un crimen constitucional injustificable, condeno ese golpe y me solidarizo con el Presidente legítimo de Honduras. Sólo quiero recordar que quien a hierro mata a hierro muere. La violencia es injustificable cuando se ejerce contra los pueblos.
Los complejos momentos que estamos viviendo, más que calificaciones desmedidas y amenazas, requieren de un entusiasmo inclusivo que estimule la participación positiva de todos en bien de la patria y de la vida. Reitero que quien tenga oídos para oír, en vez de atacarme oiga.
Publicado en Por Esto!, el lunes 28 de junio del 2009
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