Desde Venezuela
LOS FANTASMAS DE VLADIMIR ACOSTA Y JUAN CARLOS MONEDERO
¿Los intelectuales del socialismo sólo hablaron paja?
ELIGIO DAMAS
El proceder del avestruz no es revolucionario. Menos aquella reacción parecida a los sorprendidos por las montoneras, durante las guerras civiles venezolanas, que al requerirles la contraseña o consigna, como la de “¿liberal o conservador?”, respondían defensivamente: “di tú primero”. Esto por supuesto les ayudaba, en muchos casos, a gozar de tranquilidad o poder continuar el camino, en caso que quienes solicitaban la identificación cayesen en la trampa.
Parece ser muy poco el interés despertado por las opiniones de los “intelectuales socialistas”, relativas a eso que Juan Carlos Monedero llamó “Fantasmas de ayer y hoy en Venezuela” (1), durante las jornadas que les reunió recientemente para reflexionar sobre el proceso bolivariano. No son muchos, aunque todavía parezco algo optimista, quienes se han referido al asunto. Pese a que como manifestó además el antes citado, “el pensamiento crítico es aquel que dice que lo que existe no agota las posibilidades de la existencia. Por eso siempre tiene que ir más allá de lo evidente” (2).
En efecto, en la jornada que reunió a un selecto grupo de intelectuales revolucionarios, entre otras, hubo dos intervenciones de gran significado que sentaron las bases para que se inicie un debate esclarecedor, público, productivo y colectivo, distinto al que procura llevarnos a dilucidar asuntos personales y quitarnos más tiempo y esfuerzos de lo debido. Porque además, éste debe darse en otras circunstancias y sobre la base de pruebas sólidas que puedan sustanciarse y sustentar las sanciones a que den lugar.
Esas dos son las intervenciones de Juan Carlos Monedero y Vladimir Acosta. A nuestro parecer, coinciden en algunas cosas, tanto como nosotros.
Para Acosta, no hay duda que en los últimos diez años de la historia venezolana se han alcanzado grandes logros. Y destaca, de manera general, como muestra de lo que hemos venido avanzando, que “Este proceso ha llegado a través de una secuencia de hechos; al principio lo que había era una sensibilidad social, luego se asumió una posición antiimperialista y finalmente se ha ido asumiendo el Socialismo del Siglo XXI” (3).
Monedero, reconoce el aporte del proceso venezolano, diciendo de manera contundente y sin manifestar dudas que “No nos vamos a detener en los logros de la revolución bolivariana ni en la importancia del liderazgo del Presidente Chávez” (4). Acosta, al abordar el específico asunto del liderazgo del presidente venezolano, coincide con el citado anteriormente al decir, “no se pretende hacer un cuestionamiento del liderazgo de Chávez, que goza de una sólida aceptación en la población…” (5)
En su intervención, Monedero al hacer lo que llamó “una somera lista de los fantasmas que vienen con la historia de Venezuela”, (6) señaló en primer término el “Hiperliderazgo”; hizo mención a las ventajas que eso tiene y ha tenido en sociedades como la nuestra “con un escaso cemento social, débil sistema de partidos democráticos y altos porcentajes de exclusión”, pero admite también que esas formas de “cesarismo progresista – en expresión de Gramsci-” tienden a desactivar o inhibir “la participación popular, demasiada confiada en la capacidad heroica del liderazgo”. (6)
Acosta, aborda este último asunto, desde la perspectiva que falta “una dirección colectiva, para reforzar la actuación del presidente y por consiguiente los vínculos entre éste y la población” (7). Críticamente anota que “la relación sigue siendo del Presidente con el pueblo, pero los dirigentes y los cuadros políticos son desconocidos, ignorados….por la población”. (8)
También al militante revolucionario común, crítico, ese que según Monedero, “nunca es complaciente, siempre tiene un punto de molestia y vive siempre con una sensación de insatisfacción permanente” (9), que va más allá de lo sentimental, emocional o chavismo incondicional, distinto a ese de “amo a Chávez al nivel de muchas o por encima de otras tantas cosas”, le preocupa este asunto del liderazgo. Está conciente de cuestiones elementales como ¿cuál sería el destino de nuestra revolución ante una situación contingente? Sabe bien que la alternativa del magnicidio que manejan sectores de la oposición política y grupos dominantes internos y externos, se inspiran justamente en esa fortaleza de liderazgo que permitió, como dijo Monedero, “situar una alternativa a la selectividad estratégica del Estado heredado, siempre un freno a la transformación”.(10)
Porque eso que Monedero llama “Hiperliderazgo” y Acosta lamenta como “falta de dirección colectiva”, pareciera ser una de las destacadas debilidades del movimiento bolivariano.
No obstante, en el diario “Últimas Noticias”, del día miércoles 10 de junio, aparece una información, según la cual “A juicio de algunos – sólo algunos, dice la nota – diputados de la fracción parlamentaria del Psuv, no es necesario abrir un debate reflexivo acerca del proceso y del riesgo que podría implicar el “hiperliderazgo” de Chávez a la revolución porque el mismo existe permanentemente”. (11)
Parece obvio, que esta opinión que en el “hiperliderazgo de Chávez” no hay riesgo porque es permanente”, es no solamente peligrosa sino hasta como muy pasada de moda. Pareciera que estuviese fundamentada en la idea que el comandante es omnipresente y eterno.
La sociedad venezolana es mucho más complicada que una pequeña aldea y el universo de problemas que ella implica, están por encima de las capacidades de un individuo. Basta con recordar las recientes denuncias presentadas por el propio presidente, alrededor de la enlatadora “La Gaviota” y las relaciones de ésta con otras empresas “socialistas”, como Sidor y las tomateras. Y de manera especial, la relativa al hato en el cual el Estado, invirtió una elevada cantidad de dinero, se le fundó como empresa socialista y, hasta que el propio presidente se percató, se negaba a venderle su producción a Mercal. Y mientras esas cosas sucedían, nadie se atrevía a ponerle remedio. Porque él, no puede estar en todas partes al mismo tiempo.Recordemos como el ojo zahorí de Fidel Castro, unos años atrás, al observar algunas tendencias y comportamientos frente al presidente, hubo de decirle "Chávez, no puedes convertirte en el Alcalde de Venezuela toda".
Y aún cuando el comandante afortunadamente es muy joven, es una expresión muy usual en el seno del chavismo, que no se puede rebatir descalificándola o descalificando a quienes la invoquen, que “si al presidente le pasa algo, el proceso se derrumba”. (12)
Podría suceder lo que recientemente poéticamente expresó Vanessa Davies, condenando el plan de magnicidio, que de tener éste éxito, “aquí sólo quedaría piedra sobre piedra”, pero en última instancia, no se vislumbra la seguridad de continuar el proceso en las mismas circunstancias y nivel.
Más adelante, en la misma nota periodística, se cita a Alberto Castellar, quien al parecer dijo que “El liderazgo de Chávez, contrario a lo que dicen algunos sectores políticos, no afecta a otros liderazgos en las filas del partido”. (13)
Esta opinión del diputado Alberto Castellar, advirtiendo que hemos tomado en cuenta lo escueto de la información, no rebate y poco tiene que ver con lo planteado por Monedero y Acosta. Estos, no hablan ni cuestionan los liderazgos locales, regionales y hasta comunales, que sin duda existen. Sus opiniones están referidas a un nivel más alto, tanto que se corresponda con el proyecto global del “Socialismo del Siglo XXI” para el país todo y que hasta trasciende las fronteras de Venezuela.
Acosta, particularmente apuntó dos asuntos. Quienes le conocemos y sabemos bien que se trata de un intelectual con una vasta experiencia política, que incluye la militancia y el trabajo diario de partido, le damos valor a sus opiniones al respecto. No se trata de un intelectual que ha vivido adocenado, encerrado entre libros y bibliotecas, sino un combatiente, organizador y trabajador a diario en momentos de libertad y rigurosa clandestinidad. Un individuo que conoce bien del asunto que habla porque no se trata de un recién asomado a la escena y además, le adornan grandes dotes de honestidad y consecuencia.
Planteó asuntos que al parecer “no están claros; entre estos la línea política de este proceso, exceptuando lo que el presidente Hugo Chávez va estableciendo”. (14)
En este aspecto, uno no está seguro, si la afirmación anterior es absolutamente cierta, si el procedimiento se corresponde con lo comentado por Acosta, pero a través de los mecanismos de comunicación usuales del presidente con el pueblo, con todos nosotros los venezolanos, nos deja esa sensación. Y esto es muy importante, pues le pone límites a la comunicación.
Hay personajes, muy respetables, por lo menos desde nuestra perspectiva, que la sola calma, el silencio, la falta de sintonía, por horas a través de los medios acostumbrados, con el presidente, les genera dudas, sospechas y sienten la necesidad impostergable de verle u oírle para sentir que la revolución continúa. Y no es que tal conducta vigilante, de cuidar la salud y vida del presidente sea mala, sino que es un reflejo de como todo pareciera depender de una persona y eso es, funcional, táctica y estratégicamente una debilidad.
En el mismo texto de Aporrea, ya referido se dice que Acosta identificó, como tercer problema, la ausencia de un partido revolucionario, y según el redactor expresó “el Psuv no es un partido, hasta ahora ha sido un instrumento administrativo y electoral para aplicar la línea política que el presidente Chávez va estableciendo; no es un partido político todavía”. (15)
Este problema, enunciado por Acosta, podría o no existir. Pero no es pertinente asumir la conducta del avestruz y negarlo de plano. Cualquier partido, por muy a tono que parezca con los fines para los cuales fue creado, siempre será necesario someterlo a revisión y adaptaciones. Eso es lo dialéctico. Si el mundo se mueve constantemente, la realidad es un constante transcurrir, el partido debe comportarse conforme a eso.
Es necesario, a esta altura, reiterar que no se trata de cuestionar o poner en duda el liderazgo del presidente Chávez en el frente revolucionario. Empezando porque aquí nadie, absolutamente nadie, está en capacidad de competirle. Y además, que el proceso revolucionario venezolano ha sido particularmente atípico y produjo saldos dialécticamente incuestionables. El rol del presidente venezolano fue la resultante de un proceso histórico y no por la determinante voluntad suya. Además, su actuación ha estado ceñida a los requerimientos de las exigencias populares y la necesidad de hacer que en este país se imparta justicia y se inicie el camino hacia la construcción de una sociedad más justa. La presencia, irrupción y la acción del comandante, coincidió con el fracaso, por ineficientes y en veces colaboracionistas, de las políticas de la vieja izquierda y organizaciones que debían conducir el movimiento popular y antiimperialista. No fue un resultado azaroso, que muchas de las figuras “dirigentes” de aquellas fuerzas, aparezcan hoy en abierta oposición al gobierno y en actitud mendigante ante sus viejos enemigos.
Hubo y hay un camino por recorrer y necesidad de responder ante cada requerimiento. El proceso no se podía detener para adaptarlo a un libreto o guión redactado por alguien en alguna parte. Hasta ahora, con todas las dificultades y omisiones propias de la conflictividad de clases, hemos ido avanzando y los logros son tan evidentes, “claros y están fuera de duda para todos los revolucionarios”. (16)
Pero si hay muchas cosas que definir, esclarecer y promover para que este proceso allane muchas dificultades y problemas, porque “ellos son importantes que en la medida que se acumulan se convierten en amenazas contra el avance y la profundización de este proceso”. (17)
El presidente Chávez, es tan importante en este proceso, en el de construir un país nuevo, una dirección colectiva y un partido revolucionario, que ha sido él mismo, quien de manera constante ha hecho mención a esos problemas, que si existen. Porque aparte que los puede teorizar, por la enorme capacidad de aprender que le adorna, se siente víctima de ellos. Ha comprobado y no lo oculta, que la revolución bolivariana no avanza al ritmo que debería hacerlo, en la medida que hay fallas en la determinación de los problemas, el diagnóstico, ejecución y supervisión de los planes de gobierno. Y la capacidad de decidir sobre cuestiones puntuales en los distintos niveles, como corresponde a una organización política y gobierno revolucionarios. Citando a Vladimir Acosta, “el presidente no puede estar en todo y en todas partes”. (18)
Las opiniones de Acosta, relativas a la línea política y al partido, pueden ser discutibles. Parece obvio, por lo que uno escucha o lee, más de lo primero que de lo segundo, que así como hay quienes comparten las opiniones de aquel, existen quienes las desestiman, simplemente no le dan valor alguno pero también definitivamente las adversan. Todo eso es válido y bueno que así sea. Porque esa es la vida y siendo de esa manera podemos y debemos discutir.
Afortunadamente, el comandante al frente de esa entidad que es el Psuv y este torbellino que es la revolución bolivariana, aspira que muy pronto haya un congreso de la organización, donde esos asuntos se aborden y se tracen los caminos.
Pedirle a ese evento que ignore esos asuntos, esas discrepancias, sería una muy débil contribución al proceso. En fin de cuentas, de lo que se trata es reducir al máximo aquellas contradicciones que, en veces, no son más que ficciones estorbosas.
(1-2-4-6-9-10-16) Monedero, Juan Carlos. Rebelión, 02-06-09
(3-5-7-8-14-15-17) Acosta, Vladimir. Aporrea, 02-06-09
(11-12-13-14) “Últimas Noticias, 10-06-09. Pág. 14
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