Honduras, no hay solución real
Por Lorenzo Gonzalo, 3 de3 Noviembre del 2009
El comportamiento de Estados Unidos respecto a Honduras muestra hasta qué punto luchan las fuerzas del poder en Washington por mantener su hegemonía y preponderancia en la región.
Insistentemente culpado por su complicidad en el golpe de estado durante los primeros meses y motivo de los análisis de especialistas, escritores y articulistas de la izquierda durante todo el tiempo que ha durado la usurpación del poder por ese grupo liderado por Michelletti, ahora resurge como componedor del problema.
El Presidente Obama parece inclinado hacia una nueva agenda en el Hemisferio, con menos intervención en los asuntos internos de sus países. Ese criterio no es nuevo en la persona del mandatario. Años antes de alcanzar la presidencia, ya planteaba las responsabilidades de Estados Unidos y criticaba las políticas erradas que lo habían conducido al descrédito internacional y al desafío por parte de muchas naciones. De hecho cuando en los primeros momentos del golpe, diversos sectores y gobiernos pidieron que Estados Unidos se involucrase más en lo sucedido, Obama manifestó que no era prudente que esa gente e inclusive muchos que han criticado siempre las intervenciones estadounidenses, pidieran que Estados Unidos se involucrase.
No obstante la posición del nuevo mandatario, la realidad indica que la presencia del cubano – estadounidense Hugo Llorens, como embajador en Honduras y las actividades realizadas en la base militar Soto Cano, ubicada en ese territorio y perteneciente a Estados Unidos, ponen en dudas la no complicidad de éste país con los hechos.
Es significativo que luego de varios meses, donde el organismo regional de la OEA, no ha logrado forzar una vuelta a la normalidad democrática en Honduras y faltando unos días para las elecciones presidenciales en ese país, Estados Unidos se presente como actor principal en una componenda que, en caso de fructificar, no resolvería con justicia y efectividad, las violaciones causadas por la oligarquía hondureña.
La jugada es una clara muestra que ciertas fuerzas dentro del establishment estadounidense, insisten aún en conservar y revivir el tipo de hegemonía ejercido por más de un siglo en Suramérica y el Caribe. Ante lo sucedido y luego de tantas declaraciones obscuras, Estados Unidos debió abstenerse, como en apariencias venía haciéndolo o haber asumido una actitud más, manteniendo entre cosas la prohibición de visado a los golpistas y sus familias.
Honduras es el país idóneo para revivir semejantes políticas por el poder real que ejerce un grupo reducido y bien definido de familias poderosas. Es uno de los pocos países donde el poder se ha mantenido estable por el control y la preponderancia indiscutida de un cohesionado grupo compuesto por una decena de familias, de las cuales la de Zelaya era una de ellas, hasta que disintió ante la realidad miserable del país. El otro pudiera ser Paraguay, donde las mismas fuerzas que dirigieron el golpe hondureño, pretenden hacerle una jugada similar al Presidente Fernando Lugo, acusándolo de fomentar la lucha de clases. Es curioso, amén del cinismo y la hipocresía de este tipo de familias poderosas y racistas, su visión de un mundo centrado exclusivamente en sus intereses y desconocedores absolutos del interés de las grandes mayorías indígenas de la región. Es debido precisamente a ese pensamiento, que consideran clasista cualquier actitud que procure aliviar la miseria de estos sectores, como está resultando en estos momentos en Paraguay, en respuesta a la política social que su Presidente intenta implementar.
La jugada estadounidense en Honduras y la falta de carácter del organismo regional, concediéndoles protagonismo a los golpistas, negociando de una manera que les concede impunidad a los violadores de los principios electorales vigentes en su Constitución, muestra que el fin de las políticas ingerencistas, ni siquiera ha alcanzado la recta final.
Para reforzar esas intenciones, el grupo del establisment estadounidense que aún puede imponer semejantes procedimientos, cuenta además, con muchas personas en Suramérica y el Caribe, que no conciben la igualdad de los países en el plano político, ni tienen una concepción de soberanía a la altura de las circunstancias.
Sin que tengamos ideas chovinistas respecto a tal concepto, es importante reconocer que ante la preponderancia y la costumbre del uso de la fuerza, de los países poderoso sobre los menos desarrollados, la reafirmación de las fronteras es un importante baluarte para el entendimiento y la integración.
El caso de Honduras sigue en la nebulosa. La actitud del depuesto Presidente Zelaya, insistiendo que la única salida es su restitución levanta la interrogante respecto al compromiso que supuestamente pone la carga de esa decisión en el Congreso.
El desenvolvimiento de los acontecimientos en Honduras, muestra que no habrá arreglo democrático en el país, hasta que las fuerzas antidemocráticas, integradas por los tres supuestos poderes independientes, no sean despojadas de sus privilegios de mando. Ni siquiera un retorno de Zelaya a la Presidencia, el cual sería siempre un retorno a medias y muchos menos unas elecciones en pocos días, luego de las conmociones sufridas por esa sociedad, resolverán la situación.
La impunidad del golpe y la conducta de ser y no ser, de la Secretaría de Estado de Estados Unidos, indican que el capítulo de las imposiciones no ha terminado.
La única solución y luego de lo ocurrido siempre será una solución a medias, es el regreso del Zelaya al frente del gobierno y en el peor de los casos de un gobierno de Unidad Nacional.
En Honduras, lo planteado y lo ocurrido hasta hoy, no constituye una solución real. Cualquiera de ellas reconoce a los golpistas y el reconocimiento deja abierta las puertas de la impunidad.
miércoles, noviembre 04, 2009
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