Honduras, pica y se extiende
Por Lorenzo Gonzalo, 9 de Noviembre del 2009
Desde el momento que el Presidente Manuel Zelaya declaró que las propuestas de acuerdo del gobierno golpista presidido por Michelleti, “es letra muerta”, el conflicto llegó al punto donde no hay solución real.
La complejidad del problema se extiende más allá de las propuestas actuales para una solución a un conflicto que nunca debió crearse.
La diferencia del pequeño grupo de familias que componen la oligarquía hondureña, con el remanente oligárquico latinoamericano, es el limitado número de sus componentes.
Mientras en Suramérica y el Caribe, las familias que mantienen control sobre los medios productivos y procesan la información, tienen diferencias entre ellas, no sólo por sus particulares intereses de ganancia y poder, sino desde el punto de vista de la administración del Estado, en Honduras no ocurre lo mismo, porque lo reducido del grupo permite compartir los privilegios sin mayores roces.
Desde que el Presidente Zelaya manifestó que organizaría una consulta popular para modificar la Constitución y el Congreso alegó que se trataba de una decisión inconstitucional, como efectivamente lo establece la Ley en Honduras, el pleno de esos intereses se concertó para eliminar al mandatario.
La señal fue clara. El Congreso se reunió para reforzar esa cláusula y aprobó una Ley prohibiendo encuestas de opinión pública 180 días antes y después de la fecha de las elecciones.
Esta Ley, fue la respuesta a la decisión del Ejecutivo de realizar un tanteo de opinión, ante la prohibición de poder hacer un plebiscito, con la intención de conocer el criterio de los ciudadanos respecto a la reelección presidencial.
No sabemos qué hubiese sucedido si el resultado de la encuesta hubiese favorecido los deseos del Ejecutivo.
Lo más probable es que Zelaya le habría pedido al Congreso considerar dicha opinión y que fuese el mismo Poder Legislativo, quien discutiese la Enmienda Constitucional. Pero el poder factual hondureño no quería esperar.
Ya los problemas con Zelaya se habían caldeado cuando plateó el ingreso de Honduras en el ALBA. Esta institución impulsada por Venezuela y Cuba está compuesta por Nicaragua, Bolivia, Antigua y Barbuda, Dominica, San Vicente y las Granadinas. El espíritu de su fundación es la creación de un instrumento de integración regional, para lidiar con aspectos que vayan más allá del comercio y convertirlo en un poderoso frente económico capaz de emitir una moneda común y proteger las débiles economías de sus miembros, de las irregularidades del dólar.
Estados Unidos asumió con el gobierno de Zelaya la misma actitud de baja intensidad hostil que había mantenido desde los inicios, con la decena de países que optaron por reformas socio económicas.
Rescatar a Honduras del pasado militarista y oligárquico en que la han sumido los golpistas, se ha esfumando tras la jugada de Michelleti y su gobierno, con promesas de una solución donde aparentemente Zelaya sería restituido, concluyendo finalmente con la idea de un gobierno de unidad nacional, donde esa restitución brilla por su ausencia. Y para que la decepción fuera total, el Embajador estadounidense en Honduras, el cubano de origen Hugo Llorens, declaró que Estados Unidos apoyará las elecciones del 29 de Noviembre, contraviniendo la opinión internacional. Esas declaraciones del cubano estadounidense, son el espaldarazo pleno al golpe de estado.
Luego de involucrarse Estados Unidos a título personal, tras varios meses en que su voz fue poco perceptible en las reuniones de la Organización de Estados Americanos, los pocos sobrevivientes de aquel pasado de genuflexiones, apostaron que la solución hondureña era inminente.
Hoy sabemos y siempre lo imaginamos que se trató de una maniobra más para alargar la convulsión en ese desvalido país y aumentar el riesgo de una asonada social que desconocemos cómo haría Washington para contenerla.
Este es el aspecto grave de la situación. Los halcones del Capitolio, la Secretaría de Estado, el Pentágono y los integrantes de ese espectro llamado Seguridad de la Patria (nombre que recuerda las previsiones orwellianas) y que en inglés se titula Homeland Security, todavía piensan que poseen una escritura de propiedad sobre esos territorios.
El movimiento en Paraguay, buscando procesar al Presidente Lugo, el acuerdo militar con Colombia que no es más que el mismo Plan Colombia ratificado con diferente lenguaje y el golpe de Honduras, componen unidos, la única carta que les queda a los espíritus agresores y a los opuestos a los cambios, para detener la corriente renovadora que finalmente ha encontrado caminos en Suramérica y el Caribe.
Esta esperanza de los aguerridos de Washington, chocaría con toda seguridad con la esperanza de ese espíritu de renovación. Sus consecuencias serían luctuosas y el final podría ser una gran sorpresa para quienes siempre confiaron en la fuerza.
Honduras va a ser un desencadenante que impulsará aún más los cambios necesarios. Las dificultades para solucionar algo tan elemental como la violación del orden establecido por un grupo de familias y un manojo de militares medievales, señala que los organismos regionales también tienen que ser objetos de las reformas.
Estados Unidos por su parte, aprenderá en esta oportunidad que la época de las decisiones unilaterales ha quedado atrás.
Evidentemente una nueva era, nacida hace muchos años, ha crecido y sólo caben en ella los asuntos compartidos. Si bien es cierto que lo de Honduras pica y se extiende, los nuevos cambios latinoamericanos se extienden y se consolidan.
El desenlace de las gestiones encaminadas a un arreglo político en Honduras, donde ya vimos la presencia de Washington, muestra que todo fue un gran teatro para que las cosas salieran de acuerdo al deseo de los golpistas, consistente en poder hacer unas elecciones sin restituir previamente el orden democrático en el país.
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lunes, noviembre 09, 2009
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