viernes, noviembre 20, 2009

SIETE SON LAS BASES, SIETE LOS PECADOS CAPITALES

Desde Venezuela


SIETE SON LAS BASES, SIETE LOS PECADOS CAPITALES

Parte II



ELIGIO DAMAS




4. Pereza por Cartagena
Pereza es descuido, negligencia y hasta flojera. Uribe viene de los blanquitos de la sierra colombiana, donde las clases se dividieron entre campesinos que han trabajado duro hasta quebrar el lomo, sin que nada les quede a cambio, y quienes se dedicaron a mandar a unos intermediaron que cuidaban que los primeros ni siquiera descansasen.
El trabajo, por lo menos el de la sierra, para hacer que la tierra produjese sus frutos, según el código uribeño, “lo hizo Dios como castigo”. Le enseñaron que eso era para los bueyes y no para los muchachitos como él. Destinado a mandar a otros que ponen a trabajar a otros, bajo la guía de su padre, se metió en asuntos que dan mucha plata y poca brega. A la política, que no fue justamente lo que le llevó donde está, dedicó poca atención. Más bien a cosas que suelen ser riesgosas pero si se tiene maña, por muy flojo que uno sea, rinden frutos.
No obstante, al hablar de pereza y el drae, nos vamos por negligencia. Uno piensa que a Uribe, si algo de colombiano queda, porque uno por bondadoso quiere darle el margen de la duda, pudo haber firmado con los gringos, no por pereza, sino por todo lo anterior, lo que sigue y negligencia.
5.- Ira por Bahía de Málaga
El drae dice, entre otras cosa que ira es “apetito o deseo de venganza”.
Esa mirada “mata gente”, que mal fingidamente USA Uribe, es como una manifestación de eso, “deseo de venganza”.
Haber escogido a Chávez, valiéndose de la bondad y buena disposición de éste, para hacer la crueldad que hizo con todos los envueltos en el asunto, incluyendo al niño y los secuestrados, por los lados de Villavicencio, en diciembre del 2007, durante la operación Enmanuel, sólo se entiende como producto de la ira y “deseo de venganza”.
¿Cómo entender el bombardeo en Sucumbíos, en la frontera ecuatoriana, para matar hombres y mujeres, combatientes o no, que dormían? ¿Cómo comprender el uso de armas de tanta capacidad destructiva en una circunstancia que no lo ameritaba?
¿Y el proceder para el rescate de Ingrid Betancourt, que implicó el uso fraudulento de los símbolos de la Cruz Roja internacional, no fue un acto cruel sin antecedente alguno?
6.- Envidia por Tolemaida
Uribe, el chismoso de la escuela, quien debió vivir entre gente dispuesta a todo por alcanzar un peldaño y donde el código de lealtad acrítica y servil fue su pan de cada día, no debe, no hay razón para concebirle así, ser ajeno a la envidia.
Ofrecer los servicios del territorio patrio a un tercero para que vigile a tu vecino, además de obedecer a cadena corta al cuello y mazo de papeles verdes atado por una liga, pegado al hocico, tiene mucho también que ver con la envidia.
El diccionario dice de la envidia que es “tristeza o pesar del bien ajeno. Emulación, deseo de algo que no se posee”.
Los gringos quieren el petróleo nuestro. Su mayor angustia es no tenerlo seguro y bien barato. Podrían poner aquí como antes, a quienes esas cosas garanticen. Para eso son sus bases. Necesitan combustible hasta que mueran de apoplejía, gula o hagan estallar el planeta.
Pero a Uribe, le mueve además de lo ya dicho la “puritita” envidia, como dijese un cuate. A Venezuela, no sólo es Chávez, éste apenas es una eventual circunstancia, la tiene atravesada; su petróleo le oscurece el alma.
7.- Soberbia por Larandia
De sólo ver a Álvaro Uribe Vélez, pese su figura esmirriada, frágil y provenir de la sierra, se le percibe como un cachaco. Su vestir elegante y pulcro, su peinar cuidadoso y lenguaje rebuscado, su sibaritismo pues, evoca aquellos jóvenes de casaca al estilo medieval, que al parecer dieron origen a la palabra cachaco que se usa para llamar a bogotanos de palacio, a la gente de alcurnia o la godarria.
Y esos tipos, suelen creerse por encima del común de la gente. Ese sentimiento le llevó a no consultar a nadie en su país, para tomar aquella decisión que atañe a la soberanía de los colombianos. Para el coronel Aureliano Buendía, los cachacos no eran gente de confiar por sus mañas y soberbia.
Uribe, donde vaya, guabinoso, enredador de todo, pequeño sin medida, lo cuece la soberbia.

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