martes, mayo 05, 2009

AQUÍ SE FORMAN LOS CUADROS REVOLUCIONARIOS DEL PSUV

Desde Venezuela


AQUÍ SE FORMAN LOS CUADROS REVOLUCIONARIOS DEL PSUV


Chávez es un cuadro formado en Venezuela y no podía ser de otra manera




ELIGIO DAMAS


Hay una curiosa obra de Fernando Díaz Plaja, editada por allá por 1966, titulada “El español y los siete pecados capitales”, en la cual se cuenta una anécdota que he recordado mucho en estos días, cuando se ha hablado de enviar jóvenes del PSUV, a “formarse como cuadros”, según algunos, o a “curso de formación ideológica” otros, en escuelas del Partido Comunista Chino, para como dijeron los primeros, transferir “ese aprendizaje a la militancia” de la organización chavista .
Cuenta el escritor arriba mencionado, que en la época de Franco, fueron repatriados a España, con la venia del “Caudillo”, un grupo de jóvenes, ingenieros casi todos, graduados en universidades soviéticas, territorio en el cual vivían desde la niñez, cuando sus padres, militantes del Partido Comunista Español, se fueron al exilio por la persecución de la dictadura. A los muchachos, muertos sus padres, le entró morriña y pidieron el regreso.
Aquellos jóvenes, llegados a España, fueron incorporados al trabajo en empresas mineras y metalúrgicas, en las cuales, cierto tiempo después, se produjeron paros y huelgas laborales. Formados en una sociedad diferente y donde esos problemas no se confrontaban o abordaban de esa manera, se mantuvieron al margen del conflicto y cumpliendo estrictamente con las labores que dentro de las empresas les habían encomendado. Las llamadas Comisiones Obreras, ligadas al Partido Comunista Español e infiltradas en el movimiento sindical que la dictadura permitía, estaban haciendo su trabajo. Pero aquellos muchachos no se plegaron a los huelguistas y fueron útiles a los patronos españoles.
Actuaron de acuerdo a como les habían enseñado en la escuela soviética.
Si la anécdota es cierta o no, eso no es lo significante. Decimos esto porque alguien pudiese objetar por el origen conservador del escritor. Lo importante es el ejemplo y la experiencia que uno podría sacar de ella, sobre todo sabiendo que tiene fundamento.
También, al pensar ese asunto de la formación de cuadros, uno casi inmediatamente, recurre a Simón Rodríguez, por aquello de “inventamos o erramos”. La escuela China, con todo mi respeto, como cualquiera de otra nacionalidad, forma sus dirigentes para su proceso, dentro de los lineamientos estratégicos que, el partido, Estado y pueblo (¿?) han diseñado para su sociedad. Eso tiene que ver, con el carácter y nivel de la lucha de clases; por supuesto con las relaciones de producción, elementos estructurales, súper estructurales y visión estratégica. También con la tradición e historia de aquella milenaria nación. En suma, como en el caso nuestro, por aquello del Estado Docente, de acuerdo a los fines de éste.
¿Pero qué es un cuadro?
No creo que eso tenga que ver con un académico, técnico o con alguien formado en un claustro. Tampoco, parece muy atractiva la idea de concebirle como una planta que después de alcanzar cierto nivel de crecimiento dentro de una bolsa plástica, se le transplanta a otro espacio, jardín o huerta.
Un cuadro, si las cosas no han cambiado tanto, tiene que ser un líder, sobre todo en los niveles medios. Porque es poco probable, que una sociedad forme y entregue a otra sus líderes ya listos para ser usados, tampoco que ésta les asimile fácilmente. No es cosa como aquel viejo eslogan, usado en una obra muy importante bastante leída en mis años juveniles, “Tírelo después de usado”, tratando el tema de obsolescencia. Pues no se trata de implantar una prótesis.
Porque en este caso vale decir aquello que, para pescar guaraguaras, hay que mojarse. El liderazgo no es algo que se alcanza cumpliendo con un pensum de estudio, ejerciendo un ritual y estudiando un catecismo, con sacerdotes que sólo hablan en latín y cantan letanías, sin que se pueda entender qué tiene eso que ver con la vida del mapuche. Eso más parece un burócrata. Líder y pueblo, cuadros y militancia, se consustancian, atendiendo tanto al tiempo como espacio, circunstancias estructurales y súper estructurales, las debidas solidaridades, consecuencias e intereses de clase. El líder, como aquellos personajes del cuadro de Goya, “Pelea de Garrote”, tiene los pies hundidos en la tierra; porque ésta le pare.
Es obvio que el cuadro debe estar muy ligado con la sociedad y las clases a las cuales va a servir. Con sus valores históricos, costumbres, formas de ser y hasta con lo que uno, con ligeraza y finalidad comunicacional, llamaría sus malas costumbres. Con sus angustias y diferentes intereses. Por su puesto, sus aspiraciones y debe estar integrado a quienes debe dirigir; porque el liderazgo, es pues un producto social. Se construye con constancia y nunca será producto de un decreto. Esto implica estar allí, sembrado en la gente, compartiendo y combatiendo por sus carencias.
Chávez es una hechura de la historia, de las luchas del pueblo venezolano y no una elaboración académica o de laboratorio.
Pese a que un argentino llamado Ceresole, quien por aquí estuvo varias veces, en febril gesto ególatra, afirmó que él inventó a Chávez y luego se lo encontró en la calle. Y hasta aseguró que el proceso nuestro también lo concibió, por allá en la década del sesenta.
Por eso, suena como más lógico, cuando Eleazar Díaz Rangel, en su columna del pasado domingo 26 de Abril, dice que “Cien dirigentes del PSUV viajarán a China a recibir un curso de formación ideológica que dictarán dirigentes del Parido Comunista”. Y es natural pensar que es eso lo que el presidente quiso decir y lo que espera. Aunque todavía queda en entredicho el uso conveniente o no de la expresión “formación ideológica”. Pues esto, es algo como muy comprometedor y hasta delicado. Pareciera más apropiado hablar de un curso sobre asuntos de la política, con todas sus implicaciones, relacionados con la experiencia China, para dirigentes del PSUV.
Se trata de un curso, piensa uno, acerca de la visión China sobre su propio proceso y de cómo aquella dirigencia percibe su presente y futuro. Y podría ser además de filosofía, experiencias organizativas, modelo económico, etc., que en fin de cuentas servirían como referencias útiles. Y no es malo que se haga, cuando el proyecto que lidera el presidente y llama “Socialismo del Siglo XXI”, intenta diferenciarse a lo que antes ha ocurrido.
No obstante, el mismo columnista, se pregunta: ¿Por qué escogieron China y no Cuba, más cerca y con el mismo idioma?
He leído otras opiniones, que no objetan la lejanía de China ni lo relativo al idioma, que en verdad es una seria dificultad. Si ha sido complicado el problema de las traducciones escritas y como hemos sido víctimas de sesgos, deliberados o no, no es difícil pensar que esos cursos resultarían más engorrosos. ¡Y cuánto trabajo pasarán los traductores!
Esas otras opiniones, están referidas a la creencia que China no transcurre hacia el socialismo. Y se manifiestan partidarias de enviar esos dirigentes a Cuba.
Sin embargo, la opinión de Díaz Rangel, siempre comedido, estuvo sujeta a aquel refrán de “no le llamó perro pero le enseñó el tramojo”, cuando hizo la siguiente cita textual del vicepresidente de la Asamblea Popular China:
“Nunca haremos una copia del modelo capitalista”.
Hasta se atrevió a comentar que “podríamos suponer que el modelo chino les atrae más para Venezuela, seguramente ven a China más próximo al socialismo del siglo XXI”.
Sin embargo, uno piensa que no es nada insensato enviar dirigentes – dijimos dirigentes -- a esos cursos o seminarios, donde se pueda conocer a fondo y de boca de entendidos o expertos en el asunto, acerca de lo que el gobierno y el pueblo chino piensan en estos momentos acerca de su destino. Y cómo abordan sus diferentes problemas.
Es decir, que por eso no sería necesario enredarse tanto buscando explicaciones o afinidades existentes o no.
Del mismo modo que sería todavía mejor que esos mismos personajes u otros - habría que estudiar lo más conveniente - se acerquen también a la dirigencia y al pueblo cubano con igual fin. Y hasta de más no estaría ir a dónde necesario sea a recabar sabiduría y experiencia que enriquezcan las fuerzas revolucionarias a la hora de enfrentar los problemas del país.
Pues uno cree en sano juicio que, no se trata de transferir o transplantar nada de una realidad a otra, sino de recoger experiencias que sirvan de referencias para el trabajo que corresponde a Venezuela y luego someterlas a análisis crítico en confrontación con la vida nuestra.
No es cosa de transplantar el “aprendizaje”, alcanzado en China o en otro país, a la militancia del PSUV, como dijo alguien contrario al envío de dirigentes a la nación asiática, sino tomar experiencias, conocimientos que confrontados con nuestra realidad y dentro de un marco teórico adecuado, conduzcan a un nuevo aprendizaje.
Pero eso es diferente a las escuelas de cuadros del PSUV. Se trata de dos cosas distintas. Porque China, tampoco Cuba y los pueblos de ambos países, sus historias y tradiciones, pueden aportarle a un venezolano todos los elementos necesarios para ser dirigente o hasta líder en su propio espacio. Porque los líderes, como las revoluciones no se exportan, ni salen de probetas. A ellos se les forma en su práctica militante, mediante el estudio de todo lo que haya que estudiar, a partir de sus vínculos con las luchas del pueblo, en estrecho contacto con las masas y de las cuales nunca deben apartarse.
Además, el PSUV espera su congreso ideológico, como recordó el director de “Últimas Noticias”, donde se harán definiciones resultantes de lo que la militancia piensa; y sería a partir de allí, de ese mandato soberano y popular, de un partido enorme, donde deberá elaborarse el perfil de su dirigencia.
Porque, por la libre e inteligente conducción de sus líderes, en ese congreso hablará el pueblo de Venezuela.
Y en fin de cuentas, el líder o el dirigente del partido, solo surgirá de la lucha diaria con la gente, los pueblos y las masas. Y porque cada sociedad tiene sus particularidades aprensibles y el cuadro debe aprender a hacerlo estableciendo una estrecha relación con ella. Es un poco de aquella vieja frase, pero no por eso poco sabia, que solemos repetir como discurso, de vincular la teoría con la práctica. Las teorías, ideas, se vuelven armas, instrumentos contundentes y hasta materiales, si el pueblo encuentra cómo usarlas adecuadamente frente a la realidad que encara.

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