Desde Venezuela
RECORDANDO LAS HAZAÑAS DE LINDBERGH Y MATHIAS RUST
ELIGIO DAMAS
El "águila solitaria", aquel audaz aviador norteamericano, pasó a la historia por haber atravesado por primera vez el Océano Atlántico por vía aérea. Conciudadanos suyos y europeos se quedaron anonadados con la noticia. En efecto, fue más sorprendente que la llegada del hombre a la luna, cuyos pasos fueron trasmitidos - segundo a segundo - por la magia de la televisión por satélite. Donde Lindbergh iba, después de cumplida su hazaña, la gente se arremolinaba a su alrededor para verle de cerca y hasta tocarle, como una manera de constatar que no era cosa de sueños sino la más excitante realidad. Y fue tanta la fama de aquel valiente aventurero que atrajo hacia sí la atención de gente malsana. A Lindbergh le secuestraron su hijo. Este delito se convirtió en uno de los cangrejos más famosos de la historia.
La llegada de Lindbergh a Venezuela fue un acontecimiento que conmovió a aquella sociedad pastoril y tranquila por la "diligente vigilancia” del general Gómez. Cientos de venezolanos vieron embobados el suave y hasta sensual descenso del pequeño avión. Caracas en materia de viajes aéreos, no había conocido nada más asombroso que lo poco que aquel curioso personaje de la aeronáutica llamado Santos Dumont, un famoso brasileño, pionero de esta técnica, que en Brasil y Estados Unidos ya había recorrido cientos de metros en globo. Y aquí - como en Europa - fue toda una fiesta general justificada la hazaña del inmortal piloto norteamericano.
Cuando aquel pequeño avión Cessna, de dos plazas, un solo motor, se posó sobre la Plaza Roja de Moscú, en 1987, puso en movimiento toda una inmensa red de comunicación y espionaje. El cable que llegó a todos los rincones del mundo, increíblemente más rápido que la información sobre Lindbergh y tanto como la de la llegada del hombre a la luna, dejó constancia que Mathias Rust, un jovencito veinteañero alemán había violado todos los mecanismos de seguridad aéreos soviéticos, tenidos como invulnerables y había atravesado impunemente el espacio aéreo del antiguo país de los zares; desde Helsinski, Rust, como Lindbergh, entró en la historia a bordo de un avión monomotor, bautizado "El Espíritu de San Luis", y con unos pocos litros de gasolina. Los soviéticos en principio manejaron la hipótesis del espionaje. De acuerdo con esto, el flacuchento aviador sería un enviado de alguna potencia de la OTAN, con un propósito nada amigable. También pensaron que se trataría de un buscador de fama o un individuo que sólo perseguía promoción personal, lo que en definitiva fue la decisión de los tribunales soviéticos. Rust, por su parte, definió su gesto como un intento de "intensificar la comprensión Este-Oeste". En todo caso, el astuto alemán, en su celda del país rojo, firmó un jugoso contrato con la revista de Alemania Occidental de nombre "Stern” para contar su hazaña.
Bien sabe todo el mundo que la travesura de Rust, le costó el puesto a más de un alto funcionario del país comunista, empezando por el Ministro de la Defensa y demostró la vulnerabilidad de los sistemas de vigilancia de una de las potencias más importantes del mundo.
Años atrás, antes de disolverse la URRSS y cayese el muro de Berlín, el solitario y más famoso viajero de los últimos años, fue puesto en libertad por el gobierno moscovita y devuelto a su país. El escueto comunicado de Tass, agencia oficial de noticias, se limitó a decir que fue un gesto de humanidad. Rust apenas cumplió la cuarta parte de su condena. En Europa y específicamente en Alemania, se recibió la noticia con júbilo y grandes alabanzas al gesto soviético.
Y no es que los gobernantes rusos agradeciesen al osado e imberbe piloto alemán solamente su demostración que les obligó a ponerse en guardia o la justificación para raspar a algunos funcionarios incompetentes, sino que es también fue un gesto de cortesía o una nueva muestra de la habilidad y amplitud del señor Gorvachov, a quien las cifras revelaron posteriormente como un personaje con una alta popularidad en la Alemania de Rust. Las preferencias del pueblo alemán occidental, en una encuesta muy difundida en esos días, estaba tres a uno a favor del líder soviético frente a Reagan.
Rust, el niño piloto de la Alemania de Occidente, pudo como Lindbergh, el pionero de la aviación a gran escala, recorrer el mundo para recibir las felicitaciones, la admiración de la humanidad y algo más, por su "ingenua destreza y la magnitud de su hazaña”, no obstante prefirió pasar al anonimato.
Luego se desmembró la Unión Soviética, cayó el muro de Berlín, se produjo la unificación alemana, desaparecieron los estados socialistas de Europa del Este y, Estados Unidos, creyó en la revitalización del capitalismo y en su eterno dominio sobre el planeta.
Siempre habrá sorpresas.
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