martes, noviembre 17, 2009

OBAMA SE INCLINA ANTE EL EMPERADOR AKIHITO

Saludos para todos. Lorenzo Gonzalo
Obama se inclina ante el Emperador Akihito

Por Lorenzo Gonzalo, 17 de Noviembre del 2009

No sabemos por cuanto tiempo en Estados Unidos habrá un Presidente que quiere ser igual al resto de los humanos. Especialmente, por cuánto tiempo existirá una política orientada al respeto de los demás países y sobre todo al entendimiento y la comprensión del resto de las culturas.

Tradicionalmente los Presidentes de Estados Unidos han acostumbrado a viajar por el mundo sin considerar las diferencias culturales y ni siquiera, la mayoría de ellos, se ha dignado a instruirse de cómo se desempeñan en ese sentido las personas nacidas y criadas con esos hábitos.

A veces el desprecio por la otra nación, aun cuando no existan grandes diferencias culturales, es tal, que se confunden los cargos y el estilo de las administraciones.

En una oportunidad cuando George W. Bush visitó España, comentó que le había caído simpático el “presidente” del país. Bush no sabía que el sistema español es de orientación parlamentaria como el británico y en lugar de un presidente electo por el pueblo tienen un Primer Ministro elegido por el Parlamento.

La soberbia de los Presidentes estadounidense es bien conocida en el mundo y es causa de molestia para muchos de sus miles de millones de pobladores. El hecho de que aquellos que han detentado el poder en Estados Unidos hayan pretendido convertir sus pocos millones de habitantes, en el centro del Universo, ha sido motivo de críticas y en gran medida, es la base del desprecio que muchas civilizaciones sienten por los gobernantes estadounidenses.

Japón es un país que por muchos años y aún en nuestros días, guardó rencor contra Estados Unidos por el lanzamiento de las dos bombas atómicas que en pocos años causaron más de 200,000 muertos. Cuando se produce el ataque ya los cuerpos de inteligencia habían descifrado las claves de comunicación japonesas y sabían que los ministros y el propio emperador Hiroito, estaban considerando un tratado de paz. El entonces Presidente Truman decidió, muy a pesar de ese conocimiento y del precario estado en que se encontraba Japón a la altura de 1945, lanzar las dos bombas letales, a contrapelo también, de la enorme cantidad de muertes civiles y la destrucción de hospitales, escuelas y centros de beneficencia que las mismas producirían.

No conforme con este gesto de sangriento poderío primitivo, en el momento que Japón anuncia su deseo de rendirse, el proceso toma lugar en un barco de guerra con el Ministro de Relaciones Exteriores de Japón rodeado de militares en los trajes de campaña de la época. No conformes con aquel gesto humillante, El emperador, figura emblemática, rodeada de míticas religiosas, centro de la unidad japonesa, fue práctica e innecesariamente despreciado.

El protocolo a seguir con el emperador, no por la persona en sí, sino por lo que representa para la cultura japonesa, es saludarlo con una inclinación. Cada cultura tiene sus costumbres. Al Papa se le besa el anillo que lleva en la mano. A la Reina de Inglaterra, no se le toca ni se le extiende la mano. Son rigurosidades del protocolo y sobre todo, del respeto a las costumbres ajenas. Costumbre que tienen que ser cumplidas por los extranjeros, no importa su dignidad, si verdaderamente ese extranjero escoge o acepta visitar a una de esas personalidades símbolos.

Japón es uno de los grandes aliados de Estados Unidos, pero salvo por la acogida que su electrónica y su industria automotriz han tenido en el país, se le ha mirado siempre como al derrotado. Este sentimiento se ha mezclado en parte con un poco de resentimiento, por la superación disciplinaria y los métodos organizativos que han hecho de Japón un imperio productivo a menos de cuarenta años de haber perdido la casi totalidad de sus centros vitales de producción. Pero más allá de las ambivalencias y envidias que hayan existido, en el orden de las relaciones entre estados, los ciudadanos japoneses saben que no han sido considerados a la altura del respeto de una nación laboriosa y de finos modales.


Obama acaba de visitar Japón. El Presidente se encuentra en una de las giras más importante que quizás ningún otro Presidente de Estados Unidos haya tenido que realizar. No solamente lo hace en medio de la crisis económica más severa que haya existido, sino que visita la región sobre cuyas espaldas descansa en gran medida, la solución definitiva de esa crisis. Obama por otra parte, en sus pocos meses representando su país, continúa estrenando la nueva política de buen vecino y buen aliado, de la cual no solamente ha hablado en sus discursos como Presidente, sino en sus apuntes biográficos y los ensayos que escribiera mucho antes de serlo.

Lo primero que un Presidente de esos criterios debe hacer, es comenzar por respetar las costumbres y demostrar que en tierra ajena, se asumen los rasgos de su cultura y se practican. Quizás no existan muchos países capaces de molestarse hasta la ira, como Estados Unidos, cuando un extranjero incumple con alguno de los modales establecidos por el tiempo y su historia.

Cuando Obama visitó al Emperador Akihito, su saludo fue una patente y bien marcada inclinación. Señal inequívoca, para expresar el reconocimiento a las costumbres y su profundo respeto por ellas y el mundo que visita.

Como era de esperar, la sabiocracia de Washington, sus acólitos y los aspirantes imperiales, llevados esta vez un poco por la nostalgia de sueños que terminaron tras el movimiento telúrico que conmovió Wall Street, han criticado, que el Presidente del país más poderoso, se incline ante el símbolo de un pueblo que con mucho orgullo se inclina ante él todos los días.

La inclinación de Obama frente al Emperador lejos de disminuir el poder estadounidense, contribuye a revalorar la mala visión existente, en la inmensa mayoría de los pueblos del mundo, de Estados Unidos.

Una de las mayores felicidades de un japonés es poder inclinarse ante el Emperador. Estamos seguros que la inclinación de Obama fue asumida como propia por todo Japón, quien comparte hoy la alegría de saber que en el futuro, su país pudiera ser integralmente respetado por aquel otro, que le ocasionara injustamente, tantas muertes civiles inútiles un día, en una mañana y en un minuto de horror.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Excelente artículo!

Josef Bauer dijo...

Le felicito por este comentario sobre algo tan natural como un gesto de salud de un visitante en una casa extraño, más aun todavía en un país extraño.
El Presidente Obama puede ser presidente de una galaxia entero, no le liberaría de mostrar respecto al dueño de la casa en donde está invitado. Si viene en forma agresivo, en caso de guerra no va a saludar. Si viene en forma de renovar o establecer relaciones amistosos, sea con quien sea, tiene que actuar conforme de las costumbres de la casa.
La soberbia no lleva a un buen fin. La humildad sí.
Le felicito al presidente Obama.
Saludos Josef Bauer