miércoles, junio 13, 2007

Los Gallos de Mendieta.

POR: BIBE VAZQUEZ ROBLES
Aunque es ingénito en el gallo pelear hasta la muerte, los criadores se dan a la tarea ardua de tratar de conseguir una cría única, superior a las demás, de donde sacar el peleador invencible, el inganable. Son muchas las cualidades que requiere ese IDEAL. Aquí enunciaremos las que, a nuestro juicio, serían las esenciales para el logro del non plus ultra de ellos: valentía sin límites, fortaleza, resistencia, tamaño, heridor, belleza y, sobre todo… dichoso. (¡Que Dios te dé suerte que el saber nada te vale!). Y, si lo que se busca es uno para padre, a todas las condiciones anteriores tenemos que agregarle la del Don de transmitir, o lo que es el mismo, que en sus hijos se cumpla la Ley de Sucesión. Poco es lo que se pide, ¿verdad?
Ese arquetipo...no ha sido conseguido aún. Sea por aquello de que “para gustos se han hecho colores...” o de que el absoluto no existe; lo cierto es que cuando se obtiene una o varias virtudes, junto a estas aparecen los defectos, que de por sí muchos opacan la brillantez de lo alcanzado. Ahí tenemos como ejemplo el caso de los “mendietas”, considerados, sin exageración alguna, los más finos del mundo (si alguien no lo entiende de esa manera y pone en duda nuestra aseveración, lo remitimos a cualquier criador o gallero de renombre para que sea éste el que confirme lo expuesto). El Coronel del Ejército Libertador y Ex-Presidente de la República, Dr. Carlos Mendieta y Montefur (también conocido como “el hombre del traje blanco” por su afición a todo lo que es de ese color) no es por gusto que se ha ganado este otro galardón entre el sector galleril, ya que en el transcurso de su vida como criador su única meta fue hallar el gallo modelo. Su propensión a lo albo lo llevó a concentrarse en los animales de esa cualidad su búsqueda... ¡y encontró lo que ansiaba!: cada uno de sus gallos y gallinas tiene esa tonalidad o, cuando más, canelos. Asimismo, muchos de ellos son patiblancos. Además, su inteligencia y perseverancia obtuvo sus dividendos al lograr en ella el máximo de coraje. El ilustre Mambí ha logrado el prototipo del valor y de la belleza; pero, ¿estamos, acaso, ante el invulnerable? No, nada más lejos de la realidad: ganan y pierden como los demás. ¿Por qué -se preguntarán ustedes- sucede eso si la fiereza es la Gracia más preciada en estos animales y, precisamente, “los mendietas” rebasan esa cualidad? La respuesta es bien sencilla: el cruce y recruce entre ejemplares de la misma familia alcanzó -por un lado- la bravura y el color deseados, pero a un costo elevado: degeneraron en tamaño y en resistencia.
Ellos son, en proporción de su peso, más pequeños que sus adversarios; y si de rebatida se trata (punto en que los dos tiran al mismo tiempo) por regla general, caen abajo con todas las de perder. A lo anterior podemos agregar que si la pelea se alarga y las heridas y pérdida de sangre es mucha, por muy bien cuidado y alimentado que esté, su organismo dará muestras de innegable flaqueza que, por mucho esfuerzo que realice, por mucho ardimiento que muestre, lo pondrán en manifiesta desventaja.

A lo anterior, sin embargo, tenemos que oponer las realidades objetivas: la calidad superior de la que son portadores. Tal es ella, que podemos catalogar de venturoso a aquel criador que consiga una gallina o pollona de esas; y decimos hembra porque, que sepamos, ningún animal macho ha salido de esa gallería -la de Mendieta- con destino a otra. En eso, el Coronel ha sido verdaderamente estricto. Con decirles que los jaulones los mantiene cerrados con candado y la llave de cada uno la guarda en lugar seguro.
Con un solo ejemplo bastará para comprobar el axioma previo:
“25 de diciembre de 1950, “Gran Fiesta del Pollo” de la Valla Habana, Vía Blanca y 10 de Octubre, La Habana.
En la jaula No. 1, canelo de Mendieta. El la No. 2, indio de Bringuier.
Levantan los huacales. El canelito –sí, en diminutivo, eso es lo que siempre parecen ellos frente a sus rivales- parte veloz en busca de su enemigo. Aquel cierra su pico sobre la blanca pluma y asesta brutal picada que lanza al mendieta casi contra la tabla. No ha caído aún en el aserrín y el ya malherido, todavía más impetuoso, va en busca de su contrario. Vuelve el goliat a propinarle fantástico golpe al david que lo arroja, tinto en sangre, a casi dos varas de distancia. Allí se sacude y reemprende su acometida. Pero…¡nada! El bringuier, gallo sereno, bueno, especial desde el pico hasta la punta del rabo, no pierde su posición y cada vez que el pequeño rival se le encima lo flagela inclemente con sus patas, con sus espuelas. El canelito es un amasijo de punzantes heridas y de plumas ensangrentadas. Sin embargo, todo parece indicar que cada puñalada que recibe le hace acrecentar su coraje. Ahí viene como una exhalación. El indio estira su pico, mas, esta vez no acierta ¡ha errado el tiro! El canelo se le “abraza” clavando férreamente sus mandíbulas sobre la vestimenta negra y tira y tira y vuelve a tirar sin soltar la odiada pluma. Es algo increíble como este pequeño, que casi le cabe entre las patas a su oponente, sangrando por una y mil desgarraduras no da cuartel… ¡ni lo pide! ¡Nadie juega, nadie apuesta, todos son ojos ante esta magnificencia de valentía inconcebible! ¡Ahí está infligiendo una picada terrible, única y el indio se retuerce en violentas convulsiones con la nuca destrozada! ¡Está muerto! Carlos Mendieta y Montefur, el Coronel del Ejército Libertador de Cuba, el Honorable Señor Presidente de La República, el Caballero de voz y ademanes pausados, el pensante médico, perdido todo el recato y moderación que su personalidad e historial exige, subido en un taurete, agitando los brazos, con los puños extendidos y en uno de ellos estrujando, como si fuera un trapo, su valioso sombrero jipijapa, rojo como un tomate, vocifera a voz en cuello la misma frase de triunfo que tantas veces gritó en los campos de batalla cubanos luego de haber salido triunfante de un combate por la libertad de la patria querida:
¡Viva Cuba Libre! ¡Viva Cuba Libre! ¡Viva Cuba Libre!
La concurrencia en pleno, de pie, unos con lágrimas en los ojos, otros con un nudo en la garganta, pero todos pletóricos de emoción incontenible se funden en un cerrado, magnífico y prolongado aplauso en honor de esos dos inigualables SERES”.

No hay comentarios.: