Aniversario 75 de José Antonio Echeverría
Subiendo como un sol La Escalinata
Por VENTURA DE JESÚS
Periodico 26 de Las Tunas
Los que le conocieron admiraban en él su carácter alegre. Un joven generoso y valiente, que ofrendó la vida por su pueblo; símbolo, como diría Fidel, de la abnegación y del sacrificio. Ese es el recuerdo que atesora la poetisa Carilda Oliver Labra, y que hoy (16 de julio) comparte con los lectores de Granma, justamente cuando se cumplen 75 años del nacimiento de José Antonio Echeverría.
Haber conocido personalmente al líder estudiantil es uno de los más importantes privilegios que guarda en su ya larga vida. Aunque fue un breve contacto, admite que aquella vivencia fugaz dio origen a un poema épico.
"Fue poco tiempo antes de su muerte. Lo trajo a la casa mi tío José Rubén, quien tenía vínculos con el Directorio. Echeverría era entonces un combatiente muy conocido en Cuba. No había en él señales de frivolidad alguna.
"Enseguida pude captar su impronta espiritual. Me di cuenta de que era un luchador formidable, que solo estaba dispuesto a vivir por la Revolución."
En los días en que cayera Echeverría, la avanzada insurrecta con Fidel al frente ganaba las montañas orientales de la Sierra Maestra. El Ejército respondía con el crimen y el atropello. La nación se encontraba revuelta por una atmósfera de terror.
Graves sucesos a diario enlutaban los hogares. La poesía de Carilda recoge cruciales inquietudes patrióticas. Ya había escrito sobre los trágicos sucesos del Goicuría. Su pluma se conmueve con el asesinato de Abel Santamaría, Julián Alemán, Frank País, Franklin Gómez y Miguel Sandarán. Detrás del hijo de Cárdenas se van también unos versos suyos.
José Antonio, recuerda la Premio Nacional de Literatura, era un líder estudiantil que consagraba toda su energía a la causa revolucionaria. Imposible calcular, dice, su capacidad de convocatoria. "Bastaba un solo golpe de vista para descubrir su entereza. Creo que por eso despertaba tanta admiración en la juventud".
Para Carilda, el insigne hijo de Cárdenas no vive en un tiempo distinto del nuestro. "No llegamos a intimar. No hice amistad con él ni nada que se le pareciera; pero pienso que aún está como vivo, alentando la tarea de estos tiempos. Su insaciable vocación revolucionaria es paradigma en la batalla que hoy libramos en Cuba".
Recuerda que el día de su muerte resultó algo terriblemente difícil para los jóvenes de la ciudad de Matanzas. "Todos nos llamábamos por teléfono. Salió a relucir el afecto por quien encarnaba tan nobles propósitos".
Consternada, o quizás desbordada por la impresión que le causó aquel joven rebelde un día cualquiera en su casa de la calzada de Tirry, Carilda escribió exactamente un año después el poema que funciona como timbre de alerta para las nuevas generaciones. Asevera que nunca se sobrepusieron a la muerte de Echeverría. "No recuerdo ni los detalles ni las circunstancias en que lo escribí. Solo sé que ya para entonces se encontraba Fidel en la Sierra Maestra, y eso sí, seguía pensando, como hoy, que
José Antonio era un hombre del mañana".
A quien le dieron el nombre de Manzana
Te conocí la entrega a una misión de luces misteriosa;
te conocí el oficio de eternidad debajo de los párpados,
la sombra donde te germinaban sueños y tareas.
En esa boca no hubo despedida sino arenga,
esos ojos no se cerraron nunca
sino que miran para adentro
donde estás preparando barricadas.
Vuelves armado de tu lápiz, haces tu posta
en los amaneceres subiendo como un sol
La Escalinata:
¡que no te asesinaron nunca!,
que no pueden contigo los cobardes,
que no te han hecho nada!
porque nadie ha sabido detener el alba;
y regresas cantando de nuevo hacia la lucha,
y animas los fusiles en la Sierra,
poderoso, absoluto, vivo ya para siempre,
en una carcajada de combate
que se deshace en balas.
martes, agosto 21, 2007
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